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Noto
el atrayente placer
de volver a mudarme
en ondulante llama:
Devorar a los que
en otro tiempo me domesticaron,
en vez de perecer
tontamente con los ciegos...
El
oro del Rin. R. Wagner.
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El
fuego mágico de Loge. A. Rackham |
Hace ya tiempo que se pasea por el escenario de la Colina Verde
un ser inquieto, versátil y fascinante, como el motivo musical que
lo representa. Parece que, en el mundo de ambiciones que se despliega
en la Tetralogía, él no anhela nada, pero conoce muy bien los deseos
de los demás o, lo que es lo mismo, sus puntos débiles; si no, no
tentaría al dios de dioses con el poder supremo, ni a su mujer con
retenerle a buen recaudo entre los muros del Walhall (dos funciones
muy diferentes para un mismo objeto: el anillo maldito).
Todas
las divinidades, salvo Wotan, le desprecian y, sin embargo, él también
pertenece a su estirpe, aunque no del todo: no necesita de las manzanas
de Freia; se mueve, con la misma soltura, en las cimas de los espíritus
de luz y en los abismos nibelungos; no parece conocer ni límite,
ni ley, a Alberich le llama primo y dice haber sido su amigo...
¿Quizá fue él quien encendió el deseo que llevó al enano hasta las
Hijas del Rin? No serían entonces de extrañar sus recelos contra
el dios. Lo que sí sabemos es que fue Loge quien aconsejó a Wotan
el pacto con los gigantes y todo lo que esto desencadenará.
Sea
como fuere, el caso es que este personaje se presenta como uno de
los más enigmáticos del Anillo, y no lo es menos en las mitologías
del Gran Norte, bajo la denominación de Loki.
Una
fuerza elemental
En las Eddas, Loki ya aparece oscuro y ambiguo desde
su mismo nombre, puesto que, etimológicamente, éste representa la
idea de cerrazón, de clausura, de final; pero,
como Logi (la llama) es una palabra que se le parece mucho,
un buen número de folkloristas del siglo pasado, así como el propio
Wagner (basándose en la Deutsche Mythologie de Jakob Grimm),
le convirtieron en el dios del fuego. No parece probable que nunca
lo haya sido; y, aunque tiene ciertas relaciones con él (veremos
inmediatamente cómo incendia la sala de Égir o la red de pesca,
que él mismo inventa), también las tiene con el agua y el aire:
posee unas botas que le permiten andar por los dos elementos, otro
de los nombres por el que se conoce es Loptr, que significa precisamente
el aéreo, o el aire, tan inconstante e inaprehensible
como el propio carácter del dios. Así que lo primero que hay que
aclarar es que Loki, según la mitología nórdica, no es el dios del
fuego, pero tampoco es completamente ajeno a él.
Loki
es una figura mítica muy estrechamente unida a todos elementos móviles,
cambiantes y danzarines de la Naturaleza: el agua y, sobre todo,
el aire y el fuego; aquéllos que nos hacen servicios cotidianos
imprescindibles, pero que, en un momento dado, sin saber por qué
y sin previo aviso, cambian su amable condición en diluvio, huracán
o incendio destructores y mortales; como Loki: buen compañero de
Odín y de Thor, complaciente, bromista, desfacedor de entuertos
(que él mismo suele provocar), también, embaucador, mentiroso, marrullero
y, finalmente, el padre y el capitán de las fuerzas del mal que
acabarán con el mundo en la definitiva batalla del Ragnarök.
Un
espíritu burlón
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Idumm
y Loki. J. Bauer |
No sería de extrañar que, en el origen, Loki fuese uno de los gigantes
constitutivos del mundo primitivo, una de las fuerzas primordiales
de la naturaleza; de hecho, Snorri, en el Gylfaginning de
la Edda Menor, nos lo presenta como hijo del gigante Farbauti
y de Láufey o Nar (no tiene, por lo tanto, ningún lazo de parentesco
con los demás ases, sólo un juramento de fraternidad con Odín),
y ya sabemos que los gigantes pasaron, en los pueblos del Norte,
de ser las potencias orgánicas del universo a convertirse en la
personificación del mal y la destrucción.
Muchos relatos de las Eddas tienen como protagonista o, al
menos, coprotagonista a Loki, y, de ellos, podemos sacar los rasgos
fundamentales de su compleja personalidad, en la que destacan: el
ingenio, la astucia, la amoralidad, el desconocimiento de los límites,
la metamorfosis y la capacidad de destrucción.
Los
primeros: el ingenio y la astucia, son evidentes en Wagner en El
Oro del Rin, la metamorfosis sólo en lo que se refiere a su
presencia en forma de llama para abrazar la roca de Brünnhilde en
La Walkyria, y, en cuanto a la capacidad de destrucción,
no podemos olvidar el incendio cósmico del Ocaso de los dioses,
que parecen preludiar las palabras que han inaugurado estos
párrafos y que pertenecen al Prólogo de la Tetralogía..
En
lo que se refiere a los mitos nórdicos, Loki pasa de ser un alegre
compañero, al que los dioses recurren cuando se ven en apuros, algo
sinvergüenza, muy deslenguado y bastante proclive a hacerse con
los bienes ajenos, a convertirse en el instigador del asesinato
del mejor de los ases. Al final de los tiempos, los enfrentará a
muerte.
En cuanto el ingenio y la astucia, no sólo es el mítico inventor
de la red de pesca, ya hemos visto (En
el principio fue el mito) cómo recupera el martillo
de Thor, robado por el gigante Trym, que sólo está dispuesto a devolverlo
a cambio de Freyia, disfrazando vergonzosamente al dios tronante
de diosa del amor y pasando él por su criada; cómo vuelve a salvar
a Freyia de ser entregada al gigante constructor de la muralla del
Asgard, convirtiéndose en yegua. También comentamos (La
seducción y el oro) cómo roba el oro y el anillo
del enano Andvari, en uno de los episodios de las Eddas (recogido
también por la Völsunga saga) a los que más jugo le va a
sacar Wagner para su Tetralogía.
Pero
no es el anillo de Andvari lo único que roba Loki, dándonos cumplida
cuenta de su amoralidad. A instancias de Odín y convertido en mosca,
se apodera del collar de Freyia, hace lo mismo con el martillo,
el cinturón de fuerza y los guantes de hierro de Thor, rapta a la
diosa Iddum (En
el principio fue el mito) y sus manzanas de oro,
aunque de muy mala gana, y sólo para salvar su vida, ya que no suele
servir complacido a los gigantes; poco después, él mismo, a requerimiento
de unos envejecidos y enfurecidos dioses, rescatará a la que les
otorga la eterna juventud. También, por el mero hecho de divertirse,
corta los cabellos de la diosa Sif, la mujer de Thor y, ante las
graves amenazas de éste, manda a los enanos hacer para ella un mágica
cabellera de oro. Precisamente, a esta aventura, que narra Snorri
en el Skáldskaparmal (El lenguaje del arte escáldico) de
la Edda Menor, le deben los dioses todos sus tesoros, entre
los que destacan la lanza de Odín, Gungnir, y el martillo de Thor.
Sus
variadas metamorfosis en seres femeninos, y el que haya dado a luz,
por ejemplo, al caballo de Odín, le hacen más amoral aún a los ojos
de la sociedad germanoescandinava que consideraba la homosexualidad
como una gravísima falta. Llamar a un hombre: mujer (y a Loki se
lo llaman en varias ocasiones a lo largo de las Eddas) es
la peor de las injurias, no, ni mucho menos, por un desprecio hacia
la mujer, sino porque entienden un comportamiento afeminado en el
varón como el no querer asumir la propia naturaleza.
Por
otro lado, de su mala lengua nos dan cuenta los Lokasenna (Escarnios
de Loki) de la Edda Mayor, de los que ya hemos hablado (Sueños
de poder y de gloria) y en los que ninguno de los
ases queda sin insulto, hasta que, bajo las amenazas de Thor, Loki
decide esconderse, no sin antes prender fuego a la sala de Égir,
en donde estaban reunidos. Y este texto es precisamente el que podría
servir de puente entre la personalidad pícara e irresponsable del
personaje y la dimensión cósmica de la tragedia que desata: cuando
Frigg (Fricka), ante sus insultos, se queja de que no esté allí
su hijo Bálder para defenderla, Loki le responde:
¿Más
todavía quieres, oh Frigg,
que palabras malignas diga?
Porque
yo lo dispuse, nunca verás
que a casa Bálder te vuelva.
La
muerte de Bálder
En los Baldrs draumar (Los sueños de Bálder) de la Edda
Poética, se cuenta cómo el más bello y bueno de los dioses,
sufre de inquietantes pesadillas. Su padre, Odín, va en busca de
una völva (una vidente, una muerta a la que se resucita con
la magia del Seidr para que prediga el futuro) que le confirma que
se están haciendo los preparativos para la entrada del dios en el
reino de Hel, ya que pronto morirá asesinado.
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Loki
y Hod. Artista desconocido |
Bálder.
Fogelberg
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Snorri,
de nuevo en el Gylfaginning, reconstruye la historia: conocedora
de los sueños de mal agüero de su hijo, Frigg mandó jurar a todas
las criaturas del universo que no le causarían ningún daño. Todos
lo hicieron, salvo un tierno brote de muérdago que a la diosa le
pareció demasiado joven e inofensivo para tomarle juramento. Entonces
los ases idearon el juego de lanzar a Bálder todo tipo de objetos,
y se regocijaban porque nada le podía lastimar.
Pero
Loki no participada de esta alegría y consiguió arrancar a Frigg
el secreto de la invulnerabilidad del dios; cortó la rama de muérdago
y se la ofreció a Hod, el hermano ciego de Bálder, indicándole la
dirección hacia donde la tenía que arrojar. Así lo hizo y el dios
cayó fulminado.
Aunque
sabían quién era el asesino, los ases no pudieron vengarle inmediatamente
porque el hecho había ocurrido en su sala de reuniones; es decir,
en un recinto sagrado. Entonces, Frigg buscó a alguien tan valeroso
como para ir a buscar a Bálder al reino de los muertos y arrancárselo
a la terrible diosa Hel: Hermod, otro hijo de Odín, emprendió la
aventura a lomos de Sleipnir, el fabuloso corcel del dios de dioses
(al que precisamente Loki parió); sin embargo, al poner la diosa
de la muerte como condición para el rescate de Bálder que todas
las criaturas le lloraran, Loki, esta vez disfrazado de bruja, fue
el único ser que se negó a hacerlo; y así, el peligroso viaje de
Hermod fue vano y el dolor de los dioses terrible.
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La
muerte de Bálder. Autor desconocido.
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Los
funerales del dios bueno, a los que asistieron ases y gigantes de
la escarcha, sus eternos enemigos, figuran entre los pasajes más
conmovedores del las Eddas.
Aunque
la divina asamblea no pudo destruir al responsable de la muerte
de Bálber, sí lo castigó.
La
venganza de los dioses
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El
suplicio de Loki. D. Penrose
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Loki
huye de la ira de los ases hacia las montañas. Allí, se construye
una casa (con cuatro puertas, para poder vigilar en todas las direcciones)
y pasa buena parte del tiempo entre las aguas de un torrente cercano,
convertido en salmón, mientras se pregunta qué procedimiento podrían
utilizar sus enemigos para atraparle. De esta manera, inventa la
red de pesca con unos cuantos hilos de lino que fue anudando. Al
ver que los dioses estaban cerca, quemó la red y se arrojó al río.
Pero el más sabio de ellos: Kvasir (Un
osado y joven dios), descubre la forma de la red
en las cenizas, lo que permite fabricar una igual que, finalmente,
ayuda a atrapar a Loki. Su suplicio no se hará esperar.
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Loki
(detalle). Von Stassen. |
En
una cueva los ases toman tres piedras planas, las colocan de canto
y hacen un agujero en cada una de ellas. Cogen a dos hijos de Loki;
a Vali, le convierten en lobo que despedaza a su hermano Narfi y,
con las tripas de éste, atan al asesino de Bálder a las piedras
cortantes que sitúan bajo sus hombros, cintura y corvas. La diosa
Skadi (madre de Frey) le coloca encima una serpiente, de modo que
su veneno gotee sobre el rostro del dios. Su esposa, Sigyn, permanece
junto a él y recoge en una fuente la ponzoña; pero, cuando el recipiente
se llena y ha de cambiarlo, las corrosivas gotas caen sobre su cara
y él se retuerce de tal manera que toda la tierra tiembla con su
dolor.
Este
castigo ha de perdurar hasta el Ragnarök. Pero, entonces, Loki no
estará solo: junto con las demás fuerzas del caos, se levantarán
los hijos que engendró en la giganta Angrboda: la serpiente del
Mídgard, la que abraza el mundo y permite que no se desintegre,
pero se enfrentará a los dioses en la batalla final, y su hermano,
el lobo Fenrir, que devorará al propio Odín, mientras Loki lucha
a la cabeza de los ejércitos que ha recrutado en el infierno de
Hel, la diosa de muerte y la tercera hija que le dio la giganta.
¿Fuerza
de la naturaleza? ¿Espíritu burlón? ¿Luki-fer, demoníaco y asesino?
¿O simplemente ese caos, a la vez, fértil y destructor, como la
propia Naturaleza, que no sabe de leyes, y sin el que el orden no
existiría?
Bibliografía
Dumézil,
G; Loki; París, Flammarion, 1986.
Edda
Mayor; Madrid, Alianza Editorial, 2000.
Sturluson,
S.; Edda Menor. Madrid, Alianza Editorial, 2000.
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