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Tejemos,
tejemos
La tela de la lanza.
Allí donde avanza el estandarte
De los viriles combatientes,
No dejaremos
Que sus vidas se nos escapen.
La walkyrias tenemos el derecho
De escoger a los muertos.
Canción de la lanza. Saga de Njáll.
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Brynhild,
la walkyria. A. Rackham |
Wotan,
armado de pies a cabeza, manda a quien es su deseo y su voluntad,
a Brünnhilde, a una encarnizada lucha en la que deberá elegir la
victoria para Siegmund. El dios ha engendrado una raza de héroes
libres que librarán al mundo del odio de Alberich recuperando el
anillo maldito. Alegre y orgullosa, la walkyria entona su grito
de guerra y se dispone a cumplir la misión que el Padre de los Ejércitos
le acaba de encomendar; pero Fricka, la guardiana del matrimonio,
entra en escena con razones contundentes: el amor de los völsungos,
adúltero e incestuoso, no puede ser bendecido por el que reina gracias
a los pactos, y no es libre un hombre protegido e inspirado por
un dios; por lo tanto, la victoria ha de ser para Hunding. Pasando
del dolor a la desesperación y, de vuelta, al dolor, Wotan exige
a la walkyria que, por su obra, caiga el héroe.
Walkyrias
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Cabalgada
de las walkyrias. Autor desconocido |
Entre
las figuras más características, fascinantes y ambiguas de las mitologías
del Gran Norte destacan las walkyrias; su nombre define perfectamente
su función: Kyria, "la que escoge" (de kjósa,
escoger) a los valr: sustantivo genérico que designa a "los
muertos", muertos en el combate o en sacrificios a divinidades
guerreras. Son, pues, las encargadas de Odín para señalar a los
héroes que deben caer en el campo de batalla e, inmediatamente después,
llevarlos al Walhall (imagen que nos presenta Wagner en su famosa
Cabalgada de las walkyrias (1), en la Primera Jornada del
Anillo del Nibelungo), en donde les servirán cerveza e hidromiel,
lo que nos hace inmediatamente pensar en las orientales apsarâs,
que alegran con danzas y soma embriagador el paraíso de Indra (curiosamente,
también eran las emisarias del dios hindú, y su extraordinaria belleza
servía para seducir a los ascetas con el fin de que no obtuvieran
un poder superior al de él). Pero las apsarâs, antepasadas quizá
de las walkyrias, sin embargo no comparten sus atributos guerreros
y éstos son precisamente los que las definen por encima de todos
los demás: enteramente armadas y blandiendo la lanza odínica, surcando
los aires y las aguas con sus caballos mágicos, están en la primera
línea de cualquier batalla, enardeciendo con sus encantos el coraje
de los héroes y marcándoles su glorioso destino.
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Walkyria.
P. Nicolai |
Al joven guerrero, que aún no quisiera gozar del paraíso de Odín,
se le recomienda, como en el Hávamál (Dichos de Har) de
la Edda Mayor, no mirar al cielo durante la lucha,
no fuera a ser que llamara la atención de una de estas belicosas
divinidades. Sin embargo, no había mayor gloria para el varón nórdico
que la de caer en el combate, por lo que las walkyrias no fueron
sentidas, en la mayoría de los casos, como figuras temibles y sangrientas,
sino como seres sobrenaturales que propiciaban a los valientes el
más grande de los destinos: formar parte de la tropa de einherjar
(combatientes únicos), la élite guerrera que luchará junto a Odín
en la batalla suprema del Ragnarök. Así, no es de extrañar que el
héroe del Gran Norte salude a la muerte con una sonrisa, como lo
recuerda un viejo poema escáldico:
Pronto
beberé la bebida de los dioses.
Las
horas de vida han transcurrido,
caigo,
pero moriré sonriendo.
Sin
embargo, no se puede descartar, sobre todo mediante el estudio del
significado de sus nombres (se han encontrado 38, entre Eddas
y Sagas), que, en tradiciones anteriores a las escritas, en el estadio
más primitivo de la mitología escandinava, estas figuras míticas
pudieran haber representado, en un primer momento, a almas de cadáveres
que proveían de otros muertos el Más Allá y, posteriormente, a feroces
espíritus hembra al servicio de los dioses de la guerra (Gunnr
"Combate", Hildr "Batalla", Sigrún,
"Runa del combate", etc.) o bien implacables sacerdotisas
que sacrificaban a los poderes de la muerte mediante artes mágicas
(Gondul "La que utiliza encantamientos", Herfjötur
"La que paraliza el ejército mediante lazos mágicos",
etc.). Ya en una época más avanzada, se iría asentando su naturaleza
de mensajeras de la voluntad de Odín (Baudihillie, "La
que ordena las Batallas") como señor, no sólo de los combates,
sino también de los destinos individuales. Y es precisamente esta
característica de divinidades del Destino (esa fuerza suprema del
panteón nórdico) la que las sitúa en estrecha relación con:
Las
nornas y las disas
Resulta significativo que, en la Völuspà de la Edda Mayor,
se nombre como walkyria a Skuld ("Futuro"),
la más joven de las nornas; así que, unas y otras se confuden muy
a menudo. Parece ser que la extendida creencia (Wagner pensaba así)
de que las nornas fueran únicamente tres (Urdr "Pasado",
Verdandi "Presente" y Skuld) se debe a un influjo
grecorromano, ya que tanto las moiras como las latinas parcas, las
que hilan, tejen y cortan el hilo de la vida de cada uno de los
mortales, igual que sus compañeras del Gran Norte, son tres. Pero,
el propio Snorri, al hablarnos de estos personajes, en el Gylfaginning,
nos recuerda que hay muchas más, pertenecientes a la raza de los
dioses, de los elfos y de los enanos. Dependiendo de su bondad o
maldad, la vida de los mortales, que "apadrinan" en el
momento de nacer (vienen a cada niño que nace para hacerle su
vida, tema que aparece en el cuento de la Bella Durmiente),
será buena o mala. De lo que no cabe ninguna duda es de que tienen
en sus manos el destino de todo lo que vive, incluyendo el de los
dioses, y de que sus decisiones son inapelables, lo que las distingue
de las walkyrias que deben obedecer ciegamente a la voluntad de
Odín, ya que son sus mensajeras (no sus hijas, como en el caso de
Wagner; en los textos nórdicos, suelen aparecer como hijas de reyes).
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Nornas.
von Stassen |
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Walkyrias.
Autor desconocido |
De
todas formas, vemos los estrechos lazos que emparentan a nornas
y walkyrias en la magnífica Darradarljód (Canción de la Lanza)
que se encuentra en la Saga de Njáll, compuesta en las islas
del Atlántico Norte, en el siglo XIII, y referida a la batalla
de Clontarf (1014) en la que venció y, a la vez, murió el rey irlandés
Brian. Poco antes de la famosa contienda, un hombre vio a doce jinetes
cabalgar hacia un pabellón de damas, donde desaparecieron. Hasta
allí se le ocurrió seguirles y, por una abertura, vio a doce mujeres
frente a un tejido montado en un curioso telar; los contrapesos
eran calaveras, las tramas y cadenas: intestinos, el batán: una
espada y la lanzadera: una flecha. Cuando las singulares tejedoras
acabaron su trabajo y acallaron sus cantos salvajes, desprendieron
del telar el fatídico tapiz, en el que estaba inscrita la suerte
de los combatientes, y cada una guardó un trozo. Apresurándose a
ejecutar los designios del destino, galoparon hacia la batalla.
Tan
inexorables como nornas y walkyrias, pero con una cara más tranquila,
se nos presentan las disas, divinidades tutelares encargadas de
velar por la prosperidad de un clan, una familia o un determinado
individuo. También de posible origen hindú (estarían emparentadas
con las potencias orientales de la fecundidad: las dhísanas),
aparecen más en los topónimos (lo que atestigua la importancia del
culto que se les rendía) y en las sagas que en las Eddas (donde,
sin embargo, la propia Freyia es denominada Disa de los vanes),
y nos siguen mostrando hasta qué punto el hombre del norte reverencia
al destino (la antigua lengua escandinava lo expresa con más de
catorce palabras distintas) que, del nacimiento a la muerte, del
hogar al campo de batalla, del individuo al clan, se le presentaba
en forma de seres todopoderosos, fascinantes y sobrenaturales.
Por
fin, en una época más reciente y conforme a ese lento proceso de
antropomorfización que suelen sufrir las mitologías, las walkyrias
se fueron haciendo más humanas: empezaron a cuidar de los guerreros
en el Valhall (Ölrún: La que sirve la cerveza), vistieron
ropajes de cisne (Svánhvit: La blanca como un cisne), se
enamoraron de mortales y alguna hasta desobedeció a Odín.
La
mujer-cisne
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Wieland
el herrero. M. Koch |
El mito que más claramente nos presenta a estas walkyrias es el
de Wieland el Herrero: uno de los más extendidos por todos los antiguos
territorios germánicos y uno de los más populares durante la Edad
Media. La Edda Mayor, en el Völundarkvida (Cantar
de Vólundr), nos relata cómo tres hermanos, hijos del rey de laponia,
descubren, junto a un lago, a tres mujeres hilando; es decir, rigiendo
las suertes de los hombres. Al lado de ellas se encuentran sus vestidos
de cisne. Podríamos pensar que se trata de nornas por su actividad
(ya hemos visto cómo se confunden ambas figuras míticas), pero los
ropajes de cisne nos desvelan su naturaleza de walkyrias, lo que
confirma el canto. Los tres hermanos las tomaron por esposas.
Aunque
en la Edda esto no se relata, dice la tradición que cuando
un hombre se apodera de uno de estos vestidos de plumas y lo esconde,
la walkyria, al no poder ponérselo y levantar el vuelo, acepta casarse
con él. Sin embargo, al cabo de siete años de matrimonio, las tres
mujeres-cisne debieron encontrar sus ropas mágicas porque se fueron
volando en busca de batallas y ya no regresaron. Una de ellas, Álvit
(Toda sabia), era la esposa de Vólundr (el Wieland germánico) y
mientras sus dos hermanos se fueron en busca de sus respectivas
mujeres, él se quedó solo en el Ulfdálir (Valle de los Lobos),
consagrándose al arte de la forja, en el que llegó a la mayor de
las perfecciones, labrando preciosas anillas de oro para su esposa,
con la esperanza de que regresara algún día.
Pero
el ambicioso rey Nídud secuestró al artesano, adornó a su hija con
la joya que debía ser de la walkyria, a instancias de su mujer le
hizo cortar los tendones por las corvas y lo recluyó en un islote,
donde era obligado a fabricar todo tipo de piezas valiosas. Su venganza
no se hizo esperar: mata a los hijos del rey, cortándoles las cabezas
que convierte en copas, y se las regala, recubiertas de plata;
talla con sus ojos piedras preciosas que ofrece a la reina y, con
sus dientes, labra broches para la hija de ambos, a la que viola
antes de emprender el vuelo con unas mágicas alas que sólo su pericia
podía forjar.
Wagner
llegó a considerar este mito como argumento para una ópera heroica,
pero nunca llegó a componer su música.
Ya
hemos visto (La
sangre de los Völsungos), cómo el más afortunado
de los hijos de Sígmund, Helgi, se enamora y se casa con la walkyria
Sigrún. Pero aún nos queda por ver cómo uno de estos rostros del
destino también puede ser castigado por enfrentarse al Destino mismo.
La
espina del sueño
En un precioso canto de la Edda Mayor, del que tendremos
más ocasiones de hablar: los Sigrdrífumál (Dichos de Sigrdrifa),
la walkyria que lleva este nombre (significa La que aporta la victoria),
y que también se conoce como Brynhild (La que combate con la coraza,
la Brünnhilde germánica), tenía, por mandato del Padre de las Batallas,
que darle la victoria en la lucha al rey Gúnnar el del Yelmo, un
viejo y terrible guerrero. Pero al ver a su contrincante, el rey
Ágnar, joven y desvalido, tanto se apiadó de él que desobedeció
la voluntad del rey de los dioses. Éste, furioso, pinchó a la walkyria
con la espina del sueño (algunos dicen que es una varita mágica,
grabada con runas, que tiene el poder de rendir la consciencia),
no sin antes decirle que ya nunca más daría la victoria en una batalla
y que sería entregada en matrimonio, lo que, para una virgen guerrera,
no era el más glorioso de los destinos... A no ser que, antes de
entregarse al sueño mágico, hiciera un solemne juramento, ¡y Sigrdrifa
lo hizo!: no desposarse con hombre alguno que conociera el miedo...
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El
dolor de Brünnhilde. A. Rackham |
Los
adioses de Wotan. F. Leeke |
(1) Empleo el término cabalgada y no el erróneamente extendido
de cabalgata, a causa de su carácter bélico. Según el diccionario
de la R.A.E. (el único normativo en nuestra lengua), "cabalgada"
se refiere a: 1. Tropa de gente de a caballo que salía a correr
el campo. 2.Servicio que debían hacer los vasallos al rey, saliendo
de cabalgada por su orden. 3. Despojo o presa que se hacía en las
cabalgadas sobre las tierras del enemigo. 4. Jornada larga a caballo.
5. Larga marcha que realizan varias personas a caballo. 6. Correría
de guerra. Todos sabemos que las walkyrias son divinidades guerreras
que, por orden del rey de los dioses, salen a correr los campos
para hacerse con un botín de héroes muertos. Sin embargo, el término
"cabalgata" significa: 1. Reunión de muchas personas
que van cabalgando. 2, Desfile de jinetes, carrozas, bandas de música,
danzantes, etc. Efectivamente, en la Cabalgada de las Walkyrias
de Wagner hay música, pero dista mucho de ser la Cabalgata de Reyes.
Bibliografía
Edda
Mayor; Madrid, Alianza Editorial, 2000.
LEdda
poétique. Textes présentés et traduits par Régis Boyer; París,
Fayard, 1992.
Sturluson,
S.; Edda Menor. Madrid, Alianza Editorial, 2000.
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