Habría que hacer algo. Hace algún tiempo El País publicó en última página un reportaje sobre Barenboim y Wagner en Israel, lleno de imprecisiones, errores históricos y alguna que otra estupidez. Es curioso que el autor del reportaje, corresponsal del diario en Israel, desconocía el programa del polémico concierto al que se refería en su crónica. Decía que Barenoim había tocado Tristan e Isolda, y que había cantado Plácido Domingo. Como música-ficción no está mal, pero eso no es periodismo. Aquí sabíamos con todo lujo de detalles qué se tocó en el el concierto. Escribí una carta al director quejándome por la desidia y falta de profesionalidad con que informaban de temas culturales. No la publicaron. Entre otras cosas, decía en ella que se consideraría inadmisible que un redactor de deportes escribiera Cidhan (ahora está más de moda Vecan) y que afirmase que jugaba en el Betis (por poner un ejemplo), pero que daba la impresión de que a nadie le importaba que se dijeran tonterías sobre música. Semanas después publicaron una columna en páginas interiores, de nuevo sobre el asunto Wagner en Israel, con Barenboim de por medio. El autor era el mismo genio que el del desaguisado de última página. Como el texto era más corto, el número de tonterías era menor, pero seguía habiéndolas, aunque en la primera carta que mandé corregía las imprecisiones del redactor. Volví a escribir, pero de nuevo tiraron mi carta a la papelera. Se me ocurre enviar periódicamente a los medios un par de orejas de burro para coronar al periodista que diga la tontería más grande sobre temas musicales. Premio wagnermanía a la ineptitud informativa ene temas musicales. La competición sería reñida. Algo parecido ocurre con la información sobre temas científicos, pero no me extenderé aquí sobre esto.
Un saludo,
Alberich
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