Número 276 - Zaragoza - Diciembre 2023
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Crítica de opinión en el diario AVUI de la Gotterdamerung
De: helynet
Fecha: 22/06/2004 23:18:15
Asunto: Crítica de opinión en el diario AVUI de la Gotterdamerung
25/5/2004

APOTEOSIS WAGNERIANA

Xavier Cester

Representación en concreto: Gran Teatre del Liceu 23 maig (mayo)

La fórmula del éxito ? Un buen reparto, una buena dirección musical y una buena puesta en escena. Parece fácil, pero no lo es en absoluto. El Liceu ha conseguido esta cuadratura del círculo con su nueva apuesta por un Der Ring des Nibelungen que llegó a su apoteósis en el Gotterdamerung. Cuando, al final de la representación, uno de los artífices del éxito, Bertrand de Billy, apareció encima del escenario acompañado por todos los músicos de la orquesta, la imagen fue bien representativa del esfuerzo de las fuerzas estables del teatro y de su titular para llevar a buen puerto el barco al mismo tiempo que suponía un perfecto final al no siempre fácil periplo del director francés como director musical del Liceu. La imagen, asimismo, tenia otras implicaciones si recordamos que también Daniel Barenboim solia saludar en el escenario con sus músicos en las visitas que efectuaba en el teatro Real con la Staatsoper de Berlín- la compañía que justamente, estrenó el montaje visto en el Liceu-. De hecho, salvando todas las distancias, la lectura de De Billy tuvo más de un punto de contacto con las de su colega argentino, como la búsqueda de un sonido concentrado y los contrastes entre momentos de estático lirismo y furias súbitas, principalmente en los finales de los dos primeros actos. Hubo un cierto relajamiento de la tensión respecto a la jornada precedente y algunos accidentes del metal, pero en su conjunto la orquesta lució el nivel que tendria que mantener al largo de toda la temporada. La batuta de De Billy no desfalleció y brindó pasajes de gran belleza (la resplandeciente salida del sol en el prólogo, con una cuerda magnífica) y de juguetona ligereza (el diálogo de Siegfried con las hijas del Rin), hasta llegar a los grandes frescos de la Marcha Fúnebre- de noble monumentalidad- y la bien graduada inmolación de Brünnhilde, después de la cual apareció, liberada, el tema de la redención del amor, un tema que, no por casualidad, hasta este punto sólo había aparecido una sola vez en la Tetralogía, cuando Sieglinde loa a Brünnhilde en el tercer acto de La Walkyria.

"La música no se detiene jamás, es como la génesis de todas las cosas, puede empezar otra vez desde el principio, tranformarse en otra cosa diferente, pero nunca se acaba". Así como este comentario de WSagner sobre el final del Ring que Cosima Liszt recoge en su diario hace pensar en un perpetuo renacimiento, también Harry Kupfer culmina su puesta en escena con un nuevo principio después del ciclo de destrucción que finaliza con el Crepúsculo de los Dioses: mientras Alberich comprueba como se deshace en sus manos el codiciado anillo, dos niños se refugian al lado de una rama del fresno sagrado que Wotan profanó al comienzo de toda la obra. Una luz de esperanza en medio de la nada? La magna obra de Wagner admite una gran variedad de lecturas e interpretaciones y no hay duda que la de Kupfer es muy coherente con su visión crítica respecto a las ansias de poder y sus efectos destructores y en su realización visual. Una vez más la dirección de actores fue de una precisión milimétrica, y si alguna solución puede ser discutible (el último encuentro entre Wotan y su hija), otras son especialmente muy perspicaces (la vacuidad de los guibichungos es prima hermana de la mostrada por los dioses en Das Rheingold.

Deborah Polaski fue una vez más una Brunnhilde de gran elocuencia, ya sea en silencio (al quedarse sola cuando Siegfried sale de aventuras) o explotando al máximo una voz que, todo la usura lógica después de años frecuentando el repertorio más duro, mantiene toda su fuerza conmovedora. La rabia y el despecho por la traición del héroe o la sed de venganza fueron tan bien traducidas como la suavidad con que dijo, con un hilo de voz "descansa Dios", en una espléndida inmolación. Algo más tirante que la jornada precedente, John Treleaven dio la justa medida de su Siegfried eminentemente lírico en una muerte expuesta con primor. Matti Salminen volvio al Liceu, después de demasiados años de ausencia, con un Hagen terrorífico y venenoso, negro como el carbón, mientras Gunter von Kannen repetía su clásico Alberich cada vez más cerca del sprechgesang. Haciendo un parentesis de sus labores divinas, Falk Struckman dio un relieve vocal inusitado a un Gunther de hilarante petulancia. Julia Juon fue una imprecante Waltraute, más segura en el agudo que en un grave más pálido, a la hora que era un tercio de eficacia el equipo de Nornas completado por Leandra Overmann y Elisabete Matos. La soprano portuguesa también dobló como Gutrune.

El Liceo ha demostrado que puede presentar un óptimo Ring. ¿ Es demasiado utópico esperar que algún día se ofrezca uno de propio ?

Un Saludo

Víctor Córcoles