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Violeta Urmana en València. |
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Amigos wagnerianos: El pasado 23 de febrero tuve la inmensa fortuna de asistir al recital que Violeta Urmana dio en la Sala Rodrigo del Palau de la Música de València. No hacía mucho, la había podido ver en el Liceu interpretando una Kundry memorable (aunque estaba en el quinto pino y me tuve que quedar de pie). Ahora la tenía a tan sólo unos metros de mí, ya que estaba en el centro de la fila cuatro, justo delante de ella. Lo que me permitió no sólo regalar el oído, sino, también la vista, ya que lucía un generoso escote. Empezó con los Wesendonk Lieder de WAGNER. Nada más empezar a escuchar el primero, Der Engel, se me puso la carne de gallina y me sentí más feliz que los ángeles del Cielo contemplando la gloria de Dios, como dijera Calixto a Melibea. Ya tenía esas lágrimas que no puedo contener en momentos como éste a punto, pero pudo más el sentimiento de pudor (la sala tenía las luces encendidas, no como en la ópera que aunque te pongas a llorar como la Magdalena, nadie se entera). Y así, continuó con el resto de los poemas. ¡Qué sentimiento de felicidad y de goce estético me embriagaba! Cuando llegó al penúltimo, Schmerzen, ya no pude contenerme y el pañuelo entró en acción. ¡Qué dulce tormento! El postrer poema, Träume, me elevó por encima del prosaico mundo real y me hizo entrar en el maravilloso goce de los sueños... Los estruendosos aplausos del público me devolvieron a la realidad. Siguió con otro compositor que también me emociona, R. STRAUSS. Su interpretación me pareció fabulosa y muy wagneriana, cuando llegó a Zueignung (Dedicatoria), sentí una especie de estremecimiento y el pañuelo volvió a entrar en acción. En la segunda parte cantó piezas de Poulenc y de Rachmáninov (precioso su Vocalise). De propina nos regaló con el aria del suicidio de la Gioconda y una canción de Obradors. Yo la conocía como cantante wagneriana, pero desconocía su enorme versatilidad, que le permite llegar a cotas muy altas en otros repertorios y en lenguas diferentes al alemán, como así lo hizo en francés, ruso, italiano y español (que no se nos mosquee ningún Nibelungen...). En cierta ocasión leí que para ser un buen cantante wagneriano has de tener una excelente preparación y experiencia suficiente, por lo que antes de los 40 es muy difícil destacar en este campo. Violeta tiene ahora 44 ó 45 años (nació en el 60) y ya es una de las intérpretes wagnerianas más destacadas. Tenemos Violeta para rato y, si como afirma el crítico valenciano Brotons, aún puede mejorar mucho más, esta walkiria nos va a conducir al Walhalla.... Un saludo a todos los wagnerianos. Rex. PS. Os adjunto la crítica del recital aparecida en la prensa local. |
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Aquí tenéis la crítica que el día 25 publicó el periódico ?Levante? de València: Música. Crítica ESA CHICA PROMETE. Violeta Urmana (soprano) y Jan Philip Schulze (piano). Obras de Wagner, R. Strauss, Poulenc y Rachmaninov. Palau de la Música de Valencia, 23 de febrero. ALFREDO BROTONS MUÑOZ ?Esta chica promete» fue la ironía con que comentó a mi lado un espectador el memorable recital que cerró el no menos estupendo ciclo de lied del que este año han podido disfrutar en el Palau los melómanos cabales. En realidad, lo verdaderamente asombroso es que, habiéndolas alcanzado tan altas, más lo sean las cotas de virtuosismo vocal y calidad interpretativa a que en un futuro Violeta Urmana parece capaz de ascender. Vaya por delante que no nos hallamos ni ante una soprano ni ante una liederista de nacimiento, sino ante una cantante que durante más de una década triunfó sobre todo como mezzosoprano y en los teatros de ópera, y sólo a comienzos de la actual comenzó a «ampliar el negocio» a lo alto y a lo ancho. Las maniobras de esta clase no son nuevas y sí numerosos, casi usuales, los casos documentados en que han resultado decepcionantes. Las razones para creer que con toda probabilidad Urmana sumará su nombre a la lista de las excepciones más felices se centran en la garantía de éxito que, como sucedió con Grace Bumbry por sólo citar un ilustre precedente, constituye su constatada musicalidad. Por adaptación técnica y por adecuación del repertorio escogido, las perspectivas no pueden ser más halagüeñas. En su estado actual, la voz de esta lituana de 1960 se presenta con timbre cálido y uniforme en todos los registros, salvo en el extremo superior, donde la impostación pierde algo de verticalidad, no todo el impresionante volumen resuena en la máscara y, por tanto, el color pierde algo de esmalte. Una wagneriana consumada como ella paladeó los Wesendonk-lieder con fruición, aunque también (todo sea dicho) con cierta monotonía. Ahí supo asimismo dejar a la orquesta de teclas un margen que Jan Philip Schulze llenó con elocuencia de ley. En Strauss, en cambio, ella logró rematar de manera grandiosa Befreit, pero ni pudo sobreponerse del todo al piano en Frühlingsgedränge ni redondear el último si natural de Cäcilie. En la segunda parte el arco se repitió, a otra altura, desde el intimista Poulenc de La fraîcheur et le feu a una selección de canciones de Rachmaninov con algún agudo acortado (En el silencio), otro gritado (Disonancia), cierto diseño desafinado (¡Cuánta paz!, compás 15) y su poquito de demagogia (final de Aguas primaverales). En el campo del Lied Violeta Urmana ya obtiene resultados excelentes y pueden mejorar. Ahora bien, las cosas como son, de la Urmana todavía más grande la única muestra que oímos fue el Suicidio de la ópera La Gioconda, de Ponchielli: literalmente redobló el entusiasmo que 10 había motivado como segunda propina.? |
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Amigo Rex, Yo estaba en la fila 1 y ni las luces ni el tumulto pudieron contener la emoción ni las lágrimas, y aun menos la admiración. Tras el recital con mi novia, pues asistimos ambos al recial, sobremesa y brindis con buen cava. Un concierto así de sobra lo merece. Salutacions ferri |
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Ayer la inmensa Urmana ofreció el mismo recital en el Teatro de la Zarzuela de Madrid. ¡Qué espectáculo! Casi lo menos bueno (es decir, lo que no se elevó casi a la categoría de absoluto) fueron los Wesendonck-Lieder de Wagner, programados en primer lugar sin posibilidad de que la voz se calentara. Su lectura de lieder de Richard Strauss fue indescriptible, extraordinaria (¡vaya "Zueignung"!). Poulenc estuvo muy bien y Rachmaninov, soberbio. De propina, más Poulenc, el aria de La Gioconda de Ponchielli (O, perfido!) y para terminar una excelente versión de "Las coplas de Curro Dulce" de Fernando Obradors (en un español muy potable, y rematando con un pedazo de La agudo mantenido hasta el asombro). ¡Qué señora! ¡Qué facultades! ¡Qué intérprete! Graves de enorme presencia, un centro arrebatador, unos agudos perfectos, recursos técnicos aparentemente ilimitados (pianísimos, reguladores, agilidades, trinos, medias voces) y una belleza vocal simplemente sublime. ¡Qué gran artista! Como comentaba un amigo mío: "Hoy venimos a ver a una cantante. El resto de los días venimos a ver minucias". Una tarde grande, sin duda. Uno de esos recitales que no se olvidan nunca. Saludos a la parroquia, Der Niblungen Herr |