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Oro y Walkiria en el Festival Internacional de Santander. |
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Estimados wagnerianos: Como anuncié en otra conversación, paso a informaros de estos eventos. Os transcribo la crítica aparecida en el Diario Montañés sobre el Oro el día 2. He de deciros que cuando la leí me quedé sorprendido por lo positiva que era, incluso llegué a pensar maliciosamente. Afortunadamente, en la crítica de la Walkiria, aparecida el día siguiente, este tono ?digamos- triunfalista fue sustituido por otro más realista, desde mi punto de vista, ya que en ambos casos estamos ante dos representaciones muy, pero que muy decepcionantes. Un comentario personal. Ayer, buscando entre las ofertas del corte inglés de discos al 50% de descuento, me encontré con una sorpresa. El señor Kuhn tiene grabado (cosa que desconocía) su propio Anillo, incluso creo que hay algún DVD de alguna jornada. Parece mentira que alguna discográfica se haya atrevido a grabar tal estafa wagneriana, como indicaba un contertulio en otra conversación. Aunque después del de Stuttgart, no es para extrañarse tanto. No me lo llevo ni gratis. No merece la pena. Si viviera Mayo le diría que el Anillo de Boulez no es el peor cantado de la historia del disco, sino éste y con creces (a falta de escuchar ?lo que no creo que haga nunca- el de la citada ciudad alemana). Ya me hubiera gustado asistir a mí al de Boulez-Chéreau (que no me parece tan malo después de haberlo visto/escuchado en DVD) y no a esta bazofia. Por si os interesa, esto es lo que apareció en el antedicho periódico: ?UN ANILLO PARA TODOS. BRILLANTE INAUGURACIÓN DEL FIS CON UN IMAGINATIVO MONTAJE DE EL ORO DEL RHIN QUE GUSTÓ AL REPLETO AFORO. LOS DISCURSOS ESCÉNICO Y MUSICAL FUERON FLUIDOS, TRASLADANDO LA ACCIÓN A UN PRESENTE IRREAL. FRANCISCO ARAIZA Y THOMAS GAZHELI DESTACARON ENTRE LAS VOCES PROTAGONISTAS. GUSTAV KUHN PROPONE INGENIOSAS ADAPTACIONES SOBRE LA OBRA DE WAGNER. Darío FERNÁNDEZ. SANTANDER El Festival Internacional de Santander inició brillantemente su quincuagésimo cuarta edición este pasado domingo con un singular montaje de ’El oro del Rin’ que sirvió asimismo de preludio a la esperada función de ’La Walkyria’ de anoche. Como ya es sabido, una y otra conforman las dos primeras jornadas de la tetralogía conocida como ’El anillo del nibelungo’, obra capital de la historia del género lírico y aún de la cultura occidental cuyo montaje plantea exigencias que no todos los teatros son capaces de afrontar. Por ello, hay que felicitarse de que el Festival, que de esta manera saldaba una deuda contraída con la figura de Wagner que las lejanas representaciones de ’Lohengrin’ y ’El holandés errante’ habían satisfecho sólo parcialmente, haya sabido medir sus fuerzas ofreciéndonos un notable espectáculo que, a juzgar por los largos y calurosos aplausos, gustó a todos. Siguiendo la costumbre de los melómanos que se refieren a las distintas versiones de la tetralogía por el nombre de su máximo responsable y haciendo la salvedad ya observada de que sólo comentamos la primera jornada, parece apropiado hablar del ?Anillo de Gustav Kuhn?, que firma la dirección escénica y musical, y empezar destacando la fluidez del discurso en ambos planos como su principal virtud, aunque también cabe poner algún que otro pero. MITOS ATEMPORALES. Como ya se anunciaba en estas páginas, Kuhn dispuso a la Orquesta del Festival de Tirol en el fondo del escenario tras un telón translúcido que reservaba la parte delantera para el drama, trasladado a un presente irreal por aquello de que los mitos son atemporales; en el poco espacio disponible, con agilidad y escaso atrezzo, se siguieron las cuatro escenas sin interrupción y con acierto variable en el concepto: la primera, quizás la más difícil, fue resuelta de manera un tanto chusca y acusó la parquedad de los medios, mientras que en la segunda pasó totalmente desapercibido el momento trascendental en que la diosa Freia desaparece y los demás dioses envejecen rápidamente, pero por lo demás el trabajo de Kuhn tuvo grandes dosis de sutileza e imaginación tanto en el movimiento -que en varias ocasiones transcurrió por la propia sala- como en la caracterización y el vestuario: en este sentido, la obscena ociosidad de los dioses y la aparición de Donner como lanzador de martillo, Froh golfista o los gigantes como jugadores de fútbol americano y hockey sobre hielo respectivamente fueron todo un hallazgo. Por eso, y pese a la poca atención prestada a la iluminación, que tanto podría haber ayudado a crear la ilusión del brillo dorado necesaria en tantos momentos, debe hablarse de un montaje escénico notable. LO MUSICAL. La labor de Kuhn desde el podio rayó a un nivel muy semejante y aunque también tuvo algún que otro descuido -el descenso al Nibelheim o la presentación del tesoro pasaron sin pena ni gloria- mantuvo un pulso ágil, desentrañó el denso tejido orquestal con pericia y obtuvo un buen rendimiento de todas las secciones de la nutrida formación tirolesa, poniendo especial empeño en no tapar a los cantantes; entre ellos, hubo dos que destacaron sobremanera y fueron correspondidos por las ovaciones más nutridas: el veterano Francisco Araiza, que tras haber encarnado con éxito personajes tan variados como el Ramiro de ’La Cenerentola’ o el Walther de ’Los maestros cantores’, presentó un matizadísimo retrato del astuto Loge, dios del fuego; y Thomas Gazheli, que, valiéndose de su voz rotunda y brillante, realizó como Alberich la encarnación más satisfactoria. Xiaoliang Li también exhibió una voz grande y timbrada como Fasolt; de hecho, sonaba tan sana y robusta que costaba creer que Michael Doumas, con una voz mucho más modesta, fuera capaz de vencerle, pero, como diría el otro, la ópera es la ópera. DISTRUTE. En el otro extremo, se situaron la Erda de Svetlana Sidorova, de voz gastada y tremolante, y el Wotan de Duccio dal Monte, de emisión opaca y sofocada en el agudo,mientras que Martina Tomcic (Fricka), Susanne Geb (Freia), Stefan Zelck (Froh), Michael Kupfer (Donner) y Christian Brüggemann (Mime) cantaron con corrección sus respectivos papeles secundados por Kuhn, lograron no sólo mantener a raya el ’tedio wagneriano’ a que se refería Roberto Blanco, sino ofrecer una versión disfrutable de una obra que quizá a partir de ahora sea contemplada por el público cántabro con otros ojos.? .................................................................................................. Sin ningún ánimo de desmerecer al señor Fdez. he de decir que mi opinión no coincide con la suya más que en algún caso puntual que más tarde os contaré. Me consta que algún forero asistió a esta representación y que su opinión es tan negativa como la mía. Le animo a que intervenga, si así lo desea, en esta conversación y que dé su versión de la velada. Muchas gracias. Estáis todos invitados a participar. Un cordial saludo wagneriano para tod@as. Rex. |
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Seguimos con la Walkiria: Veamos lo que dijo la crítica del citado periódico al día siguiente. Es curioso observar el cambio radical producido en tan sólo 24 horas. En esta ocasión, el comentarista abandona el tono triunfalista anterior y hace una valoración que, a mi modo de ver, es mucho más fiel a lo que pudimos ver y oír. Aquí tenéis el artículo publicado en El Diario Montañés de Santander el 3 de agosto: ? UNA VALQUIRIA DE CIRCUNSTANCIAS. POBRE REALIZACIÓN ESCÉNICA, VOCES INSUFICIENTES, TIBIEZA Y DECEPCIÓN. NIVEL INFERIOR. LA CALIDAD MEDIA DE LAS VOCES DEJÓ MUCHO QUE DESEAR. LA PUESTA EN ESCENA HIZO AGUAS. LA LÓGICA Y LA COHERENCIA ESCÉNICAS DESAPARECIERON. DARÍO FERNÁNDEZ. SANTANDER La ilusión generada por el montaje de ’El Oro del Rhin’ que inauguró la presente edición del Festival Internacional de Santander se vio truncada la noche del pasado lunes por una decepcionante versión de ’La valquirla’ fríamente recibida por el público que abarrotó la Sala Argenta. Lástima, pues el esfuerzo puesto en el empeño ha sido considerable, tanto por sus responsables directos, al frente de los cuales se sitúa el polivalente Gustav Kuhn, como por la organización, a la que hay que seguir reconociendo la valentía de su propuesta y alabar por la iniciativa de editar un interesante trabajo sobre ’El Anillo del Nibelungo’ a cargo de José María García. Sin embargo, el descontento que se palpaba al término de la representación era evidente y en este sentido, la tibieza de los aplausos constituyeron la mejor demostración de que las cosas no habían ido como se esperaba. Desde mi punto de vista, esa sensación de decepción se puede deber a varias causas; una cabría buscarla en la pobre realización escénica; nada hay que reprochar a quienes defienden los montajes tradicionales como nada malo hay en los que proponen su modernización, por minimalista que ésta sea, pero es que si ’El Oro del Rhin? planteaba un concepto coherente e interesante, esa lógica desapareció totalmente en ’La Valquiria’, donde lo mismo tuvo cabida una cocina de IKEA que un extraño mausoleo de cartón piedra o unas curiosas tuberías cuyo significado se me escapa por completo. INSUFICIENTE. La noche anterior, Gustav Kuhn había demostrado que con pocos medios se puede hacer mucho, pero quizás las exigencias de ’La valquiria’ sean mayores y lo que en ’El Oro’ pudo servir, la jornada siguiente se reveló insuficiente: el golpe visual que cerró el primer acto, la cortinilla que ocultaba el lecho en que debía reposar Brünlhilde en el tercero o los tres pequeños pebeteros encendidos por un señor vestido de paisano mientras sonaban los últimos compases de la obra no contribuyeron precisamente a mantener esa suspensión de la verosimilitud que la ópera requiere tan a menudo. Por otro lado, que Donner apareciera en ’El Oro del Rhin’ convertido en un lanzador de martillo pudo resultar extraño, incluso ridículo, pero su indumentaria quedó plenamente justificada y se enmarcaba en un conjunto con sentido que en ’La valquiria’ hizo agua por todos los lados. Se puede entender que Grane, la montura de Brünnhilde, fuera un caballito de madera y no una bicicleta como las que montaban sus hermanas, pero ¿por qué ni ella ni Sieglinde huyen tras la muerte de Siegmund cuando no tiene ninguna justificación que permanezcan en escena? Son sólo un par de reflexiones -podrían hacerse muchas más- pero concluyamos este asunto resaltando lo bien resueltos que estuvieron ciertos momentos del primer acto y la agilidad que tuvo el segundo, que transcurrió de manera mucho más rápida de lo acostumbrado. FAENA MUSICAL DE ALIÑO. En el apartado musical, las cosas no fueron mucho mejor; la orquesta volvió a sonar conjuntada y con un nivel parejo en todas sus secciones; no hubo pifias reseñables, pero la dirección de Kuhn, simplemente correcta, se quedó en una faena de aliño, sin verdadera implicación y un poco a vuelapluma; sólo en la escena de la aparición de Brünnhilde del segundo acto y el diálogo de ésta con Wotan del tercero pareció detenerse para dejar que la música respirase. Dejo para el final las voces, algunas de las cuales ya se habían escuchado en ’El Oro del Rhin’ de la víspera. Si entonces Francisco Araiza y Thomas Gazhell despuntaron por encima de un reparto bastante homogéneo, en ’La Valquiria’ las cosas fueron nuevamente a peor por cuanto su nivel medio fue sensiblemente inferior. Las más destacadas fueron, sin lugar a dudas, Martina Tomcic, actriz y cantante solvente que encarnó una Fricka de atractiva presencia escénica, y Gertrud Ottenthal como Sieglinde, con un instrumento adecuado para el rol, pero devaluado por los trabajosos ascensos al agudo y episódicos problemas de afinación. No estuvieron mal las ocho valquirias ni Elena Comottl d’ Adda como Brünnhilde, pero su vibrato, al principio sólo entrevisto, fue aumentando conforme avanzaba la obra hasta hacerse francamente desagradable. También fue atendible el Wotan de Duccio dal Monte, que lo dio todo en un papel extenuante luciendo su voz de timbre y extensión privilegiados; lo malo es que en el registro agudo ésta se quedaba dentro y adquiría un color mate muy poco atractivo, rebajando la calidad de su fraseo. Los que resultaron claramente insuficientes en sus respectivos cometidos fueron Raphael Sigling (Hunding) y Andrew Brunsdon (Siegmund). Ninguno poseía la voz requerida para el papel: la de Sigling, caprina, carecía del cuerpo necesario, mientras que la de Brunsdon era demasiado ligera y sonaba permanentemente tensa y forzada, de manera que ni siquiera pudo lucirse en los momentos más propicios, como el célebre ’Winterstürme’ . COMPLETAR LA TETRALOGÍA. Pese a lo dicho, no cuesta mucho encontrar valores positivos en lo visto/ oído y subrayarlos como se merecen: a lo largo de las dos jornadas de este «anillo a medias», muy bien glosadas por Arturo Reverter en las notas al programa, no faltaron momentos de indudable belleza plástica y canora que quizás despierten el interés por Wagner entre algunos aficionados; además, gracias al Festival Internacional, el público cántabro ha tenido la posibilidad de escuchar dos títulos que, de otra forma, jamás se hubieran representado en nuestra ciudad y es de suponer que estas dos funciones se vean completadas en el futuro por sendas representaciones de ’Sigfrido’ ?Ocaso de los Dioses’; esperemos que así sea.? ...................................................................................................................................... Pues, hasta aquí la crítica, que ?como salta a la vista ? parece hecha por dos personas diferentes. Un Oro tan excelso y una Walkiria tan horrible. Ahora os cuento cómo fue la extravagante escenografía (tuvo momentos en los que te tenías que contener la risa), la pésima dirección orquestal (sin duda, mi peor Wagner) y el bajísimo nivel de los cantantes, en general. Este Kuhn es una estafa para wagnerianos y su festival tirolés un timo para los aficionados y una falta de respeto para el maestro. He de deciros que yo no soy de los que abuchean en los conciertos o teatros. Si no me gusta, no aplaudo. Esta ha sido ?mi primera vez? casi me convierto en una foca con tanto ?¡Buuuuu! que solté (y no fui el único, aunque el comentarista no lo cite). Especialmente abucheé a Andrew Brunsdon, mal actor y pésimo cantante, cuyo Siegmund fue de pena. No es que sus ?Wälse? o sus ?Notung? no se parecieran ni remotamente a los de Melchior, Vickers o Windgassen (lo que a estas alturas es pura utopía), sino que apenas se le oía cuando ?cantaba? solo y recordaba al Sergio de Sergio y Estíbaliz en los dúos, o sea, que sólo se oía a la cantante. Cuando el estafador de Kuhn salió al escenario casi me quedo afónico. Vaya ?polifacético? señor responsable tanto de la basura musical como escénica. Resulta patético constatar cuántas señoronas ataviadas con caros modelitos de seda y collares de perlas y, lógicamente, tanto señorito con sus impecables trajes de marca ?algunos con ?pajarita?, signo de ?distinción?- aplaudían como si lo que hubieran presenciado hubiera sido algo del otro mundo. Como dicen en Argentina, esta gente acude a estos lugares para ?varearse? y mostrar su poderío social. Hay que ver lo bien que quedan en los entreactos pavoneándose y observándose mientras toman su ?copa de cava? y degustan los finos ?canapés?. ¡Menuda pesadilla kafkiana! Lo absurdo convertido en real... Un cordial saludo wagneriano. Espero vuestros comentarios. Rex. |
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"la aparición de Donner como lanzador de martillo, Froh golfista o los gigantes como jugadores de fútbol americano y hockey sobre hielo respectivamente fueron todo un hallazgo." Ah, ¿ahora se llama "hallazgo" a eso? |
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Hola: Imaginaos lo que me pareció a mí lo de Santander, no tengo palabras, menos mal que no pude encontrar entradas para la Walkiria y solo sufrí el Oro...Si salí disgustadísmo de Sevilla con el Parsifal Punki-Digital comprendereis lo que sentí en Santander después de pagar 130? por la entrada (260 porque iba acompañado) y después de haberme desplazado desde la provincia de Cádiz (menos mal que disfruté de esa bellísima tierra Cantabra). Con el concepto que tengo de la escenografía Wagneriana y del arte ( y pensar que en el incendio del Liceu se perdieron para siempre los decorados wagnerianos del genial artista catalán Mestres Cabanes)es un sufrimiento para mí visualizar las atrocidades cometidas en nombre de la modernidad (originalidad, experimentación,esterilidad, falta de capacidad y de talento creativo...)sobre el mundo de la ópera y el drama... Castillos representados como terrazas de verano, dioses bebiendo martini, gigantes vestidos de jugadores de hockey, mediocridad y decorados propios de teatro de colegios...Cuando veo fotografías o dibujos de representaciones wagnerianas de antaño se me saltan las lágrimas, el mundo actual en vez de profundizar en el arte y embellecerlo, intentando acercarse y perfeccionar el concepto original de la obra hace todo lo contrario, se aleja del motivo por el que fué creado, experimenta y busca la originalidad facilona (esto es propio de los incapaces) con lo que destroza la obra, pervierte su sentido original y priva a nuestro mundo (tan necesitado de romanticismo e idealismo) de una arma con que engrandecer y elevar las almas... En fin, mediocridad, mediocridad y más mediocridad por doquier, al final dejaré de asistir a representaciones en directo y volveré a los "cuarteles de invierno" a la espera de que el mundo recupere la cordura. Como decía el genial Mishima: "Ya no espero nada. Sólo deseo que algún dia, cuando despierte, el mundo entero haya cambiado" Saludos. |
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Estimados wagnerianos: Esta es mi valoración del Oro. Por lo que escribió el comentarista y Denis, ya os podéis imaginar por dónde fueron los tiros. Menos mal que saqué entradas de 50 ?, eso sí, bien centradas, porque el señor Kuhn no me ofrecía demasiada confianza. La verdad es que la Sala Argenta del Festival de Santander no es la más adecuada para representaciones operísticas. La orquesta estaba colocada en el fondo del escenario tras un telón translúcido. Delante de él se desarrollaba el drama (dicho esto con doble sentido). Comienza el Oro con la visión de tres escaleras con ruedas movidas por unos tramoyistas vestidos de negro. Sobre ellas van las tres ondinas, unas jóvenes japonesas de buena presencia que, vocalmente eran más o menos aceptables. Lucían unos vestidos ajustados y descotados que alegraban la vista ante el esperpento de las escaleras. La escena primera se la pasan subiendo y bajando escalones provocando a Alberich (Thomas Gazheli), que lucía un traje actual sin corbata. He de decir que coincido con el articulista en que fue un buen Alberich tanto como desde el punto de vista actorial como vocal. Recordad el nombre porque vale la pena. Fue una de las escasísimas excepciones dentro de la mediocridad general. Aparecen los dioses en una especie de terraza con mesas y sillas tomándose sus cócteles a lo fino. Wotan y Fricka iban vestidos de pijos de clase alta con telas brillantes. La diosa estaba encarnada por una joven de bello aspecto. Me da la impresión de que Kuhn elige a sus cantantes-actores por su aspecto físico, especialmente a las féminas, que por su cualidades vocales. Ni el uno ni la otra pasaran precisamente a la historia por su trabajo. Flojos los dos, aunque por los menos se hacían oír, lo que no todos pudieron. Con su vestido upper class sale corriendo al escenario Freia, la única fémina que no concordaba con la belleza y juventud de las otras cantantes. Yo pensaba que Kuhn la había elegido porque sería una buena cantante. Me equivoqué. Pésima cantante y, además, no alegraba la vista como su hermana... Una pena. Cuando hacen su aparición el resto de los dioses y los gigantes se me escapó una carcajada que provocó que las personas que estaban a mi lado se miraran y me hicieran chissssss! La cosa era cómica de la muerte, además de una burla y tomadura de pelo. Todos vestidos de deportistas. Donner llevaba su martillo, cierto, pero de lanzamiento olímpico (¡menudo ?hallazgo? que, de manera tan sagaz nos comenta el crítico y que Germán ha recordado irónicamente en su intervención), Froh vestía de jugador de golf con sus palos y todo y los gigantes iban de jugadores de hockey y de baseball, con su bate dando mandobles a las mesas de los dioses. De pena. Bonita manera de acercar el Anillo al público neófito y de hacer ?un Anillo para todos?. Ni pies ni cabeza. [Yo no digo que no sea lícito que el director artístico se tome alguna licencia, ni me opongo a las escenografías modernas por sistema (aunque prefiero las tradicionales, como las de Mestres Cabanes, que apuntaba Denis), pero hay cosas que se salen de madre y destrozan la idea original del autor. Esto me parece intolerable, pues lo considero una estafa. No entiendo por qué no se puede hacer una escenografía moderna, con los medios técnicos actuales y sus enormes posibilidades, y ser fiel a la obra al mismo tiempo. Actualizar o modernizar no deberían ser sinónimos de destrozar o tergiversar.] De los anteriores ?deportistas? sólo se salvó en lo vocal el joven Xiaoliang Li (Fasolt), cuyo nombre también os animo a recordar, ya que fue la segunda y última excepción de buenos cantantes en este semianillo. En la Walkiria no apareció ningún cantante que sea digno de ser recordado. Por fin hace acto de presencia el único cantante conocido (al menos por mí), el veterano Francisco Araiza, que hizo de Loge. Su atuendo era el de un abogado de película americana, con su traje corbata ?con chaleco ? y su expediente en la mano. Aunque el crítico afirma que ?destacó entre las voces protagonistas?, yo no comparto esta opinión. Es una pena que un cantante de esta categoría, tan bueno en otros repertorios, como el mozartiano o el rossiniano, hiciera ?a mi entender- un ridículo tan espantoso. Sencillamente, no se le oía. No es que la orquesta (situada a sus espaldas) lo tapara, sino que no tiene la suficiente potencia y proyección vocal para enfrentarse al repertorio wagneriano. Esperemos que no sea el elegido para enfrentarse al duro papel de Siegfried en las jornadas siguientes. Es una pena, ya que el cantante sigue conservando una voz muy bella, dulce y lírica, pero se ha equivocado de repertorio. El resto del Oro fue más de lo mismo. No me extenderé para no cansar al personal. Erda no sale de las profundidades de la tierra, sino que atraviesa el escenario de izquierda a derecha. Ya veis como fue la escenografía y el canto. Si malo fue esto, la orquesta tirolesa, dirigida por Kuhn, fue aún peor. Jamás había escuchado música wagneriana peor. Tengo entendido que esta orquesta está formada por músicos veteranos acompañados por otros jóvenes músicos noveles. Todo es obra de Kuhn: la dirección musical y la artística, y, también, la formación de los instrumentistas y cantantes. Demasiado ?polifacético? este señor. Yo no sé si lo que vino a Santander fueron sólo los jóvenes aprendices de músico o qué, pero el caso es que me quedé profundamente decepcionado ante esta orquesta. Uno ya está más o menos acostumbrado a que algún cantante haga aguas en su papel ?la pertinaz escasez de voces wagnerianas ? pero, al menos espera que una orquesta austriaca toque mejor que la banda de su pueblo, y esto no fue así. Te podrán gustar más o menos los cantantes que acompañan a Barenboim o a Thielemann, pero las orquestas que dirigen siempre son una garantía de calidad. ¡Vaya chasco que me di! Dejo la Walkiria para otro momento. Por si os apetecen leer algún esperpento más os anticipo dos cosillas. Hunding era un segurata machista y facha con gorra, tirantes y porra, y las walkirias iban en... BICICLETA. Un saludo y hasta la próxima ?entrega?. Rex. |
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Mi pregunta es: quien es responsable por elegir estos espectaculos tan malos ? Porque esto ya se esta representando en el Tirol por algunos años, y nadie debio sorprenderse por los malos resultados. Una vez mas, como en tantas partes de Espàña, los presupuestos diezmados por la "gestion cultural" mediocre e ignorante de algunos. saludos, Oscar, |
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Sin duda, los responsables son los programadores (en este caso, los responsables del Festival), que se aprovechan del ?hambre? wagneriana que padecemos. Este año, p.e. no hay nada de W. en el Real y en el Liceu tan sólo se a reponer el controvertido Lohengrin de pantalones cortos. Tengo que decir que en las dos funciones estaba el cartel de ?No hay localidades?. No cabía ni un alfiler. Es una pena que no podamos elegir porque ¿quién es el guapo que se puede permitir cruzar el Atlántico para asistir al Met o a Seatle (en la costa pacífica) para ver una representación digna de Wagner? Yo, desde luego, no. Me tengo que conformar con lo que nos llega por aquí. Un cordial saludo wagneriano. Rex. |