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Un viaje wagneriano. |
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Hola, amigos: En www.revistaviajar.es he encontrado un artículo que me ha parecido muy interesante para aquellos que les guste viajar con la imaginación y leer cosas relacionadas con Wagner. Os lo trascribo. Si accedéis a la web, podréis ver las imágenes. ¡OJALÁ LOS ESCENÓGRAFOS Y DIRECTORES DE ESCENA ?MODERNOS?, TOMARAN NOTA Y SE INSPIRARAN EN LAS OPINTURAS QUE ADORNAN LAS PAREDES DE ESTOS CASTILLOS Y NOS DIERAN UNA ALEGRÍA A LOS QUE CREEMOS QUE SE PUEDE SER MODERNO SIN DEJAR DE RESPETAR LA TRADICIÓN. ¡Buen viaje! Un saludo especial para Diese Sonne, wagneriana, forera y viajera infatigable. Molts petons, maca. Rex. ?LA RUTA DE LOS CUENTOS DE HADAS.? Pedro Javier Díaz-Cano. ?Walt Disney se inspiró en la silueta almenada del Castillo de Neuschwanstein para crear el de ?La Bella Durmiente? en Disneyland, que se convirtió en el símbolo de su mundo de fantasía. Neuschwanstein es hoy el ejemplo por excelencia de fortaleza romántica. Su promotor, Luis II de Baviera, pasó a la historia por su carácter excéntrico (el ?Rey Loco? amigo y mecenas de Wagner), pero lo cierto es que el Estado Federal más grande de Alemania le debe ahora ser uno de los principales destinos del país gracias a su empeño por construir castillos de cuento de hadas en fascinantes emplazamientos, con las montañas y los lagos de los Alpes como majestuoso telón de fondo. El 13 de mayo de 1868, Luis II de Baviera (1845-1886) escribió al compositor Richard Wagner, del que ya por entonces era su mecenas, protector y valedor, sobre su intención de construir el actual Castillo de Neuschwanstein: ?Tengo la intención de reconstruir la antigua ruina de Hohenschwangau en las cercanías del riachuelo Pöllat, al estilo de los viejos castillos feudales alemanes? Es uno de los sitios más preciosos que se pueden encontrar??. Hoy en día, con sus múltiples alegorías al mundo escénico de las óperas de Wagner, simboliza mejor que ningún otro la esencia de un castillo romántico de la Edad Media. Paradójicamente, los dispendios económicos que supusieron los delirios arquitectónicos de este castillo de ensueño, a los que se sumaron después los también fascinantes de Linderhof y Herrenchiemsee, fueron los que condujeron a la ruina a su reinado de Baviera, siendo determinantes para que las intrigas políticas de los miembros de su Gabinete llevaran a declararle, por dictamen médico, un demente que no estaba en condiciones de desempeñar su cargo. De ahí que haya pasado a la historia como Luis II de Baviera, el ?Rey Loco?. Hoy, sin embargo, los bávaros le consideran simplemente ?excéntrico?, sabedores de los ingresos económicos que proporciona el imán turístico de sus palacios de ensueño. Dos pruebas lo corroboran: los castillos de Baviera son el segundo mayor reclamo turístico de Alemania para los viajeros españoles, sólo superado por el tirón de Berlín como ciudad de moda; y, por otro lado, la imagen del Castillo de Neuschwanstein se ha convertido en el principal icono turístico del país, envuelto en su aura de fantasía y cuento de hadas. De hecho, fue uno de los veinte monumentos candidatos a ser elegido entre las nuevas siete maravillas del mundo moderno. Sin duda, Neuschwanstein puede considerarse una obra de arte. Y es que si bien hasta la mitad de los años 60 era calificado aún como de ?estilo cursi?, posteriormente se produjo un cambio de parecer decisivo por parte de notables historiadores del arte, hasta el punto de que hoy en día se le considera un importante ejemplo del Historicismo, una época en la cual se construyeron edificaciones semejantes en Europa, aunque no de tanta megalomanía. Proyectado por los arquitectos Dollman, Hoffman y Riedel, su alzado es una mezcla de estilos neogótico, bizantino y veneciano. Su imagen es inconfundible por la profusión de atalayas con matacanes, troneras y torreones en forma de embudo. No extraña que tardase 17 años en construirse, tras colocarse la primera piedra el 5 de septiembre de 1869. Hay una curiosa anécdota que ilustra bien a las claras la trascendencia que, con el tiempo, ha tenido y tiene Neuschwanstein, pues una de las preguntas más frecuentes que los turistas estadounidenses inquieren a los guías es: ?¿Se inspiró Luis II en Walt Disney??. Por supuesto, sucedió al revés, entre otras cosas porque el Castillo de Neuschwanstein es anterior a Walt Disney, que se inspiró en él como icono de su mundo mágico de fantasía, hasta el punto de ser el prototipo de castillo digno del cuento y la película de dibujos animados de La Bella Durmiente, además de ser el gran símbolo de Disneylandia. Nymphemburg y su museo de las carrozas ¿Pero quién era en realidad Luis II de Baviera? ¿Realmente estaba o se volvió loco? ¿Por qué su empeño en construir castillos y palacios magníficos en lugares no menos fascinantes? Conociendo las etapas y los sucesos de su vida podemos, a su vez, recorrer cronológicamente los palacios que habitó y los castillos que proyectó como verdaderos delirios románticos. En primer lugar, ha de saberse que nació el 25 de agosto de 1845 en el Castillo de Nymphemburg, en Múnich, residencia de verano del rey Maximiliano II y su esposa María, siendo el hijo primogénito del matrimonio. En este hermoso castillo de elegantes fachadas barrocas, que se reflejan en las apacibles aguas de un armonioso estanque con cisnes, el animal preferido de Ludwig, una de las visitas más interesantes es la del Museo de las Carrozas. Aquí se exponen todas las carrozas de gala de la familia Wittelsbach, la dinastía más antigua de Europa. Entre todas las carrozas de gala, la más delirante y llamativa es la calesa de lujo de Luis II, de un rococó desbocado y recubierta de oro. También se exponen los trineos utilizados para los paseos nocturnos a los que tan aficionado era el excéntrico monarca. El pintor R. Wenig retuvo uno de los muchos paseos nocturnos, en los alrededores del Castillo de Linderhof, en un cuadro de 1880. La instantánea pictórica inmortalizó al soberano en un suntuoso trineo dorado, el mismo que se puede ver en el museo, tirado por cuatro blancos corceles. Como su caballo predilecto Cosa rara, el propio Luis II también ha pasado a la historia por sus rarezas, entre ellas su aversión a la gente, una especie de fobia casi enfermiza hasta el punto de que dormía por el día y vivía de noche, entregado a cultivar sus aficiones por las bellas artes, la poesía, la pintura y la música. Para la historia ha quedado también su homosexualidad, vivida con remordimientos de conciencia en una época en la que se juzgaba anormal y pecaminosa, por lo que sus reiterados intentos de abandonarla los sufrió como una tragedia personal. Por eso se piensa que su concentración en la construcción de castillos era como una válvula de escape a este infierno interno, al tiempo que recreaba sus propios paraísos donde evadir su mente y su espíritu. Los castillos más conocidos son tres: Hohenschwangau, Neuschwanstein y Linderhof. Existe un cuarto castillo más alejado de éstos, el de Herrenchiemsee, conocido como la ?última locura? del rey, pero menos célebre que los tres primeros. De hecho, se recomienda visitarlos en orden cronológico a su fecha de construcción, de forma que al mismo tiempo se pueda conocer mejor la biografía del monarca: Hohenschwangau (su infancia), Neuschwanstein (su acceso al poder y su primera locura), Linderhof (la segunda locura: imitar a los reyes de Francia) y Herrenchiemsee (su caída después de levantar este costosísimo Versalles a una escala reducida). Hohensch wangau, el ?Alto país del cisne? La coqueta ciudad de Füssen, a 132 kilómetros al sur de Múnich y lindando con la frontera austriaca, es el punto de partida ideal para visitar los tres primeros castillos principales, pues el de Herrenchiemsee se localiza en el lago Chiemsee, a 90 kilómetros al este de Múnich. Füssen es asimismo el punto final de la Ruta Romántica alemana, que comienza a orillas del Meno en Würzburg hasta concluir en los Alpes. Su casco antiguo es una delicia de encantadoras casas con frontones medievales, idílicas plazas y la magnífica iglesia barroca de San Magno, además de contar con su propio castillo, el fascinante Hohes Schloss, uno de los complejos palaciegos de estilo gótico tardío más bellos del sur de Alemania. Su fama, no obstante, se la debe a hallarse a sólo 4 kilómetros de los castillos de Hohenschwangau y Neuschwanstein. En realidad, Hohenschwangau (?Alto país del cisne?) fue construido en 1832 por orden del padre de Luis II (Maximiliano II), pero se asocia directamente al joven príncipe Ludwig, porque en él pasó su infancia y adolescencia, marcándole mucho su decoración con frescos de inspiración medieval que ilustraban las leyendas mitológicas de héroes germánicos. Puede decirse que los escenarios de este castillo acunaron los sueños del pequeño Luis, que volvería a encontrar los personajes legendarios de estos cuentos germánicos en las óperas de Wagner. Fue aquí donde el joven rey recibió en 1865 a Richard Wagner como invitado ?aunque nunca estuvo en los castillos de Neuschwanstein ni Linderhof?. El ambiente romántico de este palacio tuvo una decisiva influencia en el carácter de Luis II. Se pueden visitar una docena de salas, pero las más interesantes son las de los Héroes, la del Caballero del Cisne y diversas habitaciones como la de la reina (hermosa decoración oriental) y la de los Hohenstaufen, donde sigue expuesto uno de los pianos de Wagner. Desde el balcón de la habitación de Tasso, que fuera dormitorio del rey Maximiliano II, el ya rey Luis II acostumbraba a observar con un telescopio el estado de la obras de construcción en Neuschwanstein, que se halla en la colina opuesta y a poca distancia. Neuschwanstein, la ?Nueva Roca del Cisne? Desde Hohenschwangau, tras una breve caminata, se alcanza la ?Nueva Roca del Cisne?, según su traducción literal del alemán. Una recomendación es ascender a pie por un camino y escalones en perfecto estado a través del bosque, que tras unos 45 minutos lleva hasta el puente de María (así llamado en honor de la madre de Luis II), situado sobre el profundo barranco del río Pollat, a una altura de 91 metros, desde el que se obtienen unas estupendas vistas de este castillo de ensueño. El propio monarca salía a veces por las noches a solazarse a este puente mientras que los criados encendían todas las velas en la fortaleza, disfrutando largo tiempo de esta visión fabulosa que le ofrecía el castillo. El coste ascendió a más de seis millones de marcos de oro, y las obras se prolongaron incluso después de la muerte de Luis II, acaecida el 13 de junio de 1886. Algunas cifras que hablan bien a las claras de la envergadura de la obra son las gigantescas cantidades de material que se emplearon: 465 toneladas de mármol de Salzburgo, 1.550 toneladas de piedra arenisca de Nürtingen, 400.000 ladrillos, 3.600 metros cúbicos de arena, 600 toneladas de cemento, 50 toneladas de carbón de piedra y 40 de carbón de madera y 2.050 metros cúbicos de maderas de andamiaje. Así pues, puede deducirse en descargo del monarca que la región vivió gracias a las obras del castillo durante cerca de 20 años. Paradójicamente, Luis II no lo llegó a habitar demasiado tiempo. Lo hizo por primera vez del 27 de mayo al 8 de junio de 1884. En los dos últimos años antes de su muerte (sólo en este tiempo estuvieron listas las habitaciones), Luis II pasó aquí 172 días. Curiosamente, el castillo se abrió al público pocas semanas después de su muerte, el 1 de agosto de 1886. Richard Wagner no llegó a estar nunca en este castillo, pues los aposentos sólo fueron habitables a partir de principios de 1884, dándose la circunstancia de que el compositor falleció un año antes (el 13 de febrero de 1883). El interior del palacio constituye también ?una obra entera de arte? y una creación original propia del rey, pues se ocupó a fondo de cada detalle, como dan cuenta los numerosos frescos con ilustraciones alusivas a las grandes óperas de Richard Wagner (Lohengrin, Tannhäuser, Tristán e Isolda, Sigfrido, Parsifal?). Linderof, el ?Versalles bávaro? Para llegar al Palacio de Linderhof desde Füssen, a 50 kilómetros de distancia, hay que pasar la frontera austriaca y seguir por la carretera 314 con dirección a Innsbruck. Luego hay que seguir las indicaciones y volver a atravesar la frontera alemana. En mitad del bosque, en un paisaje que todavía resulta más atractivo y magnético con las brumas acariciando el tupido verdor de la foresta, Luis II construyó un castillo-palacio menos conocido que Neuschwanstein, pero casi igual de fascinante por la proliferación de agua en forma de fuentes y cascadas, de escalinatas y miradores, de esculturas? Incluso cuenta con varios edificios adyacentes que eran para uso exclusivo y recreo personal del rey, como el quiosco morisco, de arquitectura y decoración con claras reminiscencias turcas. Fue éste el entorno donde Visconti rodó su película Ludwig, atraído por un personaje al que en la pantalla dio vida el actor Helmut Berger. Animado por una visita que hizo a Versalles y tras adquirir el terreno alrededor de Linderhof, en donde su padre ya poseía una cabaña de caza, el rey mandó construir la ?Villa Real?, de 1870 a 1878, como un monumento al reinado absoluto que tanto anhelaba, a imagen y semejanza de Luis XIV de Francia. De hecho, una estatuilla de bronce que representa al ?Rey Sol? a caballo domina el vestíbulo de entrada. En realidad, Linderhof resultó ser la única construcción cuya total finalización fue vivida por el rey, y hasta su muerte en el lago de Starnberg, en 1886, fue su residencia preferida. En el frente exterior, una fuente lanza su potente chorro de agua a 30 metros de altura cada hora. En su interior, la curiosidad que más llama la atención se descubre en el salón comedor, donde la mesa está montada sobre una especie de ascensor que comunica directamente con la cocina. Esta mesa de ascenso y descenso mecánico podía ser operada desde la planta baja y permitía al rey, como en sus funciones privadas en el teatro de la corte en Múnich, permanecer sólo sin la molestia que le suponía tener que ser atendido y observado por el personal de servicio, tal era su fobia y rareza en este sentido. La cuenta de gastos se disparó y ni que decir tiene que mantener todos estos castillos era insostenible para Baviera, por lo que la comisión gubernamental, además de declararle ?demente? y ?enfermo mental incurable? poniéndole bajo custodia en Neuschwanstein y trasladándolo después al castillo de Berg, es posible que también decidiese su asesinato en circunstancias misteriosas, pues se hace difícil creer que muriera ahogado en el lago de Starnberg, ya que era un buen nadador. Lo cierto es que, una vez hallado su cuerpo sin vida, se le arrancó el corazón para conservarlo en la capilla de gracia de Altötting, una vez amortajado en el Castillo de Berg. Tras el embalsamamiento del cadáver fue llevado en una procesión festiva hasta la iglesia de San Miguel, en Múnich, donde reposa, con su leyenda, en una cripta familiar de la dinastía Wittelsbach. Paradójicamente, en Baviera ahora se le cataloga como ?Rey de Reyes?. Algunos de sus contemporáneos ya lo presintieron. El periódico parisiense Le Fígaro, pese a su antigermanismo, llegó a publicar: ?No es en absoluto un rey malvado, ya que sólo acompaña a sus soldados tocando el piano. Baviera lo ha sacado de un cuento de hadas?. Alpes bávaros, naturaleza y paisajes únicos de Alemania La naturaleza y los paisajes son dos de las atracciones de Baviera para el turismo. La ruta alemana de los Alpes (Deutsche Alpenstrasse) se extiende a lo largo de 500 kilómetros desde Lindau (en la Selva Negra) hasta Berchtesgaden (frontera austriaca). Es un circuito casi obligado para quienes visiten Baviera porque reúne naturaleza, castillos, cultura y romanticismo en la misma coctelera. En los alrededores de Füssen y los castillos de Luis II de Baviera, se enclava el denominado Königswinkel o ?Rincón de Reyes?, uno de los paisajes más hermosos de Baviera: altas montañas en las estribaciones de los Alpes, el valle del río Lech y más de diez espectaculares lagos, donde se pueden practicar deportes acuáticos y realizar recorridos en barco. También existe una red de rutas senderistas y cicloturistas, el centro aéreo de Tegelberg (vuelo en ala delta, parapente), el aeródromo para vuelos sin motor de Füssen y, por supuesto, terreno abonado para los deportes de invierno. No en vano, muy cerca de aquí se halla la estación de esquí de Garmisch- Partenkirchen, la más famosa de Alemania, entre otras cosas por acoger la prueba de saltos de esquí que se retransmite por televisión a medio mundo el día de Año Nuevo. La gran atracción de la comarca es el Zugspitze, la montaña más alta de Alemania con 2.962 metros, aunque curiosamente su parte más elevada (sólo un metro más) se halla en territorio austriaco. Subir a su cima es una de las excursiones más impresionantes que se pueden efectuar en esta región. La forma más práctica de hacerlo es cogiendo el tren de cremallera en la estación Bayerische Zugspitzbahn (Olympiastrasse, 27), junto al Eisstadion (salidas cada hora, de 8.35 a 14.35 horas). Una vez que se llega a Zugspitzplatt, lo ideal es coger el teleférico para ascender los últimos 350 metros de desnivel. Las mejores vistas de Baviera, desde luego, merecen la pena. El paraíso de la cerveza La Oktoberfest, la gran fiesta de la cerveza de Múnich, se celebra en amplias carpas situadas en un terreno que ocupa 60 hectáreas, el prado Theresienwiese. Más de cinco millones de litros de cerveza, que acaban en el gaznate de los aproximadamente seis millones de visitantes anuales, es un simple apunte de esta fiesta que comienza el tercer sábado de septiembre y dura hasta el primer domingo de octubre, siendo imprescindible reservar alojamiento con antelación. Si se viaja a la ciudad en cualquier otra época, conviene visitar la Cervecería Hofbräuhaus (Am Platz, 9), toda una institución. Situada en el centro histórico, es probablemente la cervecería más famosa del mundo. Fundada en 1589, recibe cada año a más de tres millones de visitantes. Con un aforo de 3.600 plazas, los días punta acoge a cerca de 30.000 visitantes. En las diversas salas del establecimiento se sirven diariamente unos 10.000 litros de cerveza. |