|
![]() |
Suscríbete ya a la newsletter de Música Clásica |
¡Felicidad para todos y todas! |
| ||||||
Es un día precioso (de hecho me han dado la tarde libre). Es un día en el que voy a ver a los hermanos y sobrinos que no veo en todo el año. Es un día en el que si crees en el Dios cristiano satisface plenamente tu vida y si no crees en nada tomas unas copas de más, cenas un poco de más y compartes tu vida un bastante de más con otras personas. Es un día que nos lleva a la infancia. La navidad. La navidad es hermosa. A pesar de todo, es hermosa. Es una cuestión cultural, ya lo sé. Pero ... ¡qué le vamos a hacer!. ¡Tiene sus cosas buenas! ¿verdad? SED FELICES, AMIGOS DE LA ÓPERA, DEL ARTE. SED FELICES, hoy, mañana y el 20 de febrero, y el 14 de Junio y el...... |
| ||||||
También te deseamos mucha felicidad a ti y a tu querida Isolda. Siempre tenéis nuestra casa si vistáis algún día Mallorca, y por supuesto mucha salud y suerte a todos los que participáis en este viejo foro. Margalida i Jordi |
| ||||||
me sumo a tus buenos deseos, voy a hacerte caso en lo de las copas de mas sin falta, la navidad es hermosa, es verdad, a pesar de todo. un abrazo fraterno a todos los wagnermaniacos y a los que no, tambien. Especialmente a los que por algún motivo no estarán donde quisieran o con quien quisieran estar, creyentes o no creyentes, que la paz sea con todos ustedes. K. |
| ||||||
Me uno a la felicitación general y buenos deseos para el año que viene. He pedido a los Reyes Magos un deseo "que sea respetado como se debe Wagner; que los directores escénocos sean fieles y no se desmadren, las programaciones abundantes, los cantantes fabulosos y haya paz entre los foreros de buena voluntad. wanfriedval |
| ||||||
Feliz Navidad a todos vosotros hombres y mujeres de buena voluntad. Que el arte nos redima y nos haga mejores en este nuevo año. Assur. |
| ||||||
Me uno a las felicitaciones y buenos deseos de los foreros anteriores. Tengo Wagner de fondo, lo que me pransmite buenas vibraciones, pero no por ello puedo olvidar que ni el arte, ni la cultura, ni la educación, ni nada de nada nos va a redimir porque el hombre (y la mujer, claro) sigue siendo un lobo para el hombre; el infierno existe en la tierra y lo hemos creado nosotros. Mientras unos se ponen a dieta por exceso de peso (ahí me suelo encontar yo) otros pasan necesidad e, incluso, mueren de hambre. Mientras nosotros cantamos villancicos, estamos con la familia, etc., etc. siguen habiendo guerras, torturas, injusticias y maldad. Igual tiene que seamos así porque el medio que nos rodea nos hace ser así o viceversa, que el mundo sea así porque nosotros somos así por propia naturaleza (más de demonios, que de hombres). He estado con mis padres (ya mayores) y hemos pasado un buen rato recordando épocas pasadas (que los viejos viven más en el pasado que en el presente), pero no quiero engañarme. El mundo sigue siendo igual y vamos directos al abismo. Eso sí, el arte nos hace la cosa más llevadera, al menos a los que tenemos la sensibilidad para ello. Wagner, su música, nos "eleva" a que que la amamos, pero sigue habiendo niños hambrientos, niños soldados, niños prostituidos, niños explotados como esclavos que fabrican objetos para nosotros a precio de coste. El mundo es así. Lo hemos hecho así. Y no hay remedio. En esta época navideña vivimos en un estado de ceguera o de hipocresía colectiva. No es que pasarán las fiestas y seguirá todo igual, es que nada cambia porque sea 24, 25 ó 31 de diciembre. Sencillamente está establecido que nos saludemos, pongamos buena cara, nos expresemos los mejores deseos, consumamos más (que es lo único que importa, porque no somos más que consumidores de lo que el sistema nos ofrece). Perdonad estos pensamentos negativos, pero es lo que me viene a la cabeza. Un cordial saludos y felicitémonos todos nosotros que nos ha tocado la mejor parte del pastel y tenemos acceso a las tecnologías modernas cuando otros (millones en el mundo)no es que no hayan visto nunca ni un teléfono, ni la televisión (que igual salen ganando), sino que su única ocupación es esperar con fatalismo el día de su muerte. A pesar de los buenos deseos del arte redentor (hermoso, pero utópico) estamos en el mundo, que es como el Titánic hundiéndose, amenizado por un cuarteto de cuerda. El arte... y su función fúnebre, como la música que acompaña los entierros... Comamos y bebamos ahora que podemos, que mañana moriremos.... Sigue la peste negra y Boccaccio nos ameniza con su cuentos. El decamerón sigue vigente... como el Inferno de Dante. Hagamos lo que podamos por los demás; démosles todo el amor que seamos capaces de dar, pero no nos engañemos, vamos hacia el abismo y lo sabemos. Felices sueños. Rex, en estado catatónico. |
| ||||||
¡Felices fiestas a todos desde el otro lado del charco! Y para tí, amigo Rex, hazte el favor de tomar dos Alka-Seltzers para digerir el exceso de bilis, dale gracias a Dios (o a la suerte, si te va mejor) por pasar otra Navidad junto a tus padres, y si te entristece la humanidad doliente, contribuye a Caritas, o a UNICEF, o a lo que te parezca más meritorio. No hay que olvidar que a pesar de los problemas actuales, el mundo ha sufrido épocas mucho peores (¡hay que ver lo presumidos que somos cuando nos declaramos campeones hasta de las desgracias!). Y por favor, ¡nada de Tristán ni del Ocaso si nos van a echar a perder las Navidades! Con los Maestros y un poco de Lohengrin cumplimos con Wagner y del resto se encargan Mozart, Bach, Tchaikovsky... y Celia Cruz. Finalmente, te recuerdo que gran parte de los que nada tienen no puede darse ese lujo tan romántico del fatalismo existencial. Están muy ocupados buscando como sobrevivir día a día y lo mejor que podemos hacer es ayudarlos con todo el optimismo que podamos. Esto lo he aprendido "sobre el terreno" y no es ceguera ni hipocresía. Es la vida y en las buenas o las malas, tiene que haber vida y por ella hay que luchar. La muerte que se cuide sola, que lo hace muy bien. En cuanto al consumismo, pues me declaro culpable, reincidente e inarrepentible en lo que me permita esta caca de economía en la que nos encontramos. Hace un rato, mientras ayudaba a mi madre a ponerse de pie luego de cenar, se me ocurrió que el water tan bajito (estaban de moda en los ochenta) que hay en el baño de mis viejos debe ser una tortura para alguien con frecuentes ataques de artritis. Pues nada, gracias a la Internet, acabo de comprarles sin salir de casa un Kohler Archer Right Height (42 cm. de alto, lo que les será mucho más cómodo e irá de maravilla con las barandas de seguridad que les instalé en agosto), capaz de descargar 15 pelotas de golf -o seis de tennis- de una vez. ¡Que viva la economía de mercado, por fastidiada que esté! Así que felicidades a todos, y si no encontramos muchas felicidades, pues nos las construímos. Esto puede ser tan fácil y efectivo como un simple "nada, que me parece que eres un tío cojonudo y no sabes lo que me alegro de tenerte de hermano/a, amigo/a, etc." y muy principalmente, "te quiero no sólo por lo buena que eres, sino por lo buena que estás... a tu edad". Merry Christmas to all and to all a good night! Luis |
| ||||||
Mi querido Rex, tu discurso es harto pesimista. Demasiada realidad tampoco ayuda. También vivimos en el mundo de la esperanza. Mi discurso es vital, optimista. ¡Siendo como soy aficionado a la música de Wagner y la filosofía de Schopenhauer!, en quienes encuentro el ideal de redención a pesar de su pesimismo aparente. La navidad es bella. El mundo que conocemos es bello. La vida es extraordinariamente compleja y preciosa. Y todo tiende al caos. Por eso cada uno de nosotros, en nuestras sencillas/complejas vidas hemos de buscar ese puntito de felicidad cuya duración es corta en el tiempo material y eterna en el recuerdo "del para siempre". No tengo ídolos ni modelos a seguir. Sin embargo admiro profundamente a Richard Wagner. Esta vivo en los suyos y él, según me consta por el conocimiento adquirido ha sabido aprovechar cada momentito de felicidad. Y así debe ser, sin olvidar a nuestros semejantes y lo poquito que podamos hacer por ellos. Antón, dialogando ante el espejo.- |
| ||||||
Querido Rex, deja de lado a Wagner estas fiestas y riete un poco de todo y de ti mismo. Ahora es tiempo de hacer caso al viejo Verdi y repítete diez veces al día lo que dice el coro que cierra el último acto de Falstaff: Tutto nel mondo è burla. L´uom è nato burlona, nel suo cervello ciurla sempre la sua ragione. Tutti gabbati!irride l´un a l´altro ogni mortal. Ma ride ben chi ride la risata final. Jordi, un pesimista de naturaleza y vocación. |
| ||||||
Felicidad para todos. Y Luis a ver si te dejas ver más por el foro. Un abrazo |
| ||||||
Antón: que no hablas ante el espejo, que se te escucha bien y se te presta atención. Yo también soy pesimista, como Jordi, aunue no por ello dejo de ser idealista y me esfuerzo en pensar que algo podemos hacer. de hecho yo hago lo que puedo y no pierso la esperanza. si no fuera sí, no podría seguir viviendo o me convertiría en una especie de vegatal conformista cerrado al dolor ajeno. Lo mío, amigo Luis (que te aprecio mucho y te estoy agradecido por tu generosidad)no es un exceso de "bilis", quizá sea un exceso de ingenuidad.Hago lo que puedo y me implico al máximo dentro de mis posibilidades en procurar que el mundo sea mejor. Y más deun problema he tenido por ello, incluso en mi trabajo. Lo que sucede es que de cuando en cuand te vienen a la cabeza flashes negativos qu te dejan helado. Cuando escribí el comentario anterior estaba bajo de influencia de esta escena, que no por habitualdeja de ser menos fulminante. Iba con mi mujer a ver a mis padres. Lagente iba vestida de fieta por la calle, con regalosnavideño en las manos (Yo también, que me incluyo en el lote). Una escena me partió el corazón. Unos niños gitanos descalzos, sucios y mal vestidos rebuscaban en un contenedor de basaura a ver si encontraban algo (quizá algún juguete roto) y esa visión me hizo sentirme mal. No puedo evitarlo. No sé si por pena, compasión o por tranquilizar mi conciencia me acerqué a ellos, les saludé e intercambiamos unas palabras. Eran dos niños y una niña de 9 a 11 años. Les pregunté que buscaban. Me dijeron que sus padres les habían enviado a por lgo de comer. (Y yo que pensaba que buscaban juguetes). Así que les dije que ya no buscaran más. Cerca había una casa de comidas para llevar. Por mucísimo menos de lo que nos cuesta una entrada a nosotros, esos críos se llevaron su pollo con patatas (con su coca-cola correspondientes)Me dieron las gracias, aunque yo me sentía mucho más agradecido por poder echarles una mano. No dijo esto po penerme ninguna medallita (odio las medallas)sino para que quede más claro mi mensaje "pesimista". No soporto la injusticia, ni puedo transigir con ella, especialmente cuando afecta a los más débiles, como los niños. Y me da mucha rabia pensar que si sto sucede así es por nuestra apatía, indiferencia o por nuestra complicidad. Yano os canso más. Cad cual es cómo es, y yo soy así. Felicidad para todos. Rex. |
| ||||||
Dejé esto en otro portal, pero creo pertinente colocarlo aquí también (con algunas modificaciones pertinentes): «Soy un agnóstico casi ateo que sin embargo cree en el espíritu de la Navidad. Creo en mis primeras impresiones de la Navidad, borrosas en la niebla de mis dos o tres años de edad: la cama de mis padres, la habitación cálida, el enorme espejo belga sobre la cómoda, un tambor rojo y amarillo, un balde playero, un sombrero de húsar, mis padres sentados en la cama, sonriéndome. Y unos tres o cuatro años después el enorme nacimiento que preparaba mi abuela, una geografía de fantasía poblada de pastorcitos serranos y judíos, vaquitas, ovejas, gallos, arbustos. El olor característico de la gran gruta de cartón-piedra (que había dejado un emocionante vacío en el closet empotrado de mi habitación, donde reposaba casi todo el año), las bombillas diamantinas... Y la música, naturalmente: mi álbum preferido de Navidad hasta ahora, el LP de Waldo de los Ríos, traído de la Argentina por mi abuelo materno. Y unos años después, la novena que mi abuela y mis padres rezaban cada noche desde el 16 de diciembre. Y la ansiosa conciliación del sueño tras la cena de Noche Buena. Nunca advertí en qué momento Papá Noel depositaba los regalos al pie de mi cama. A las seis de la mañana mis hermanos y yo ya habíamos destrozado las envolturas y tomábamos por asalto la habitación de nuestros padres, que muertos de sueño nos recibían con los brazos abiertos y simulaban sorprenderse tanto como nosotros de los regalos. Nunca tuvieron mucho dinero mis padres, pero nuestra ilusión era lo primero para ellos, y aunque a veces Papá Noel o el Niño Jesús no entendían bien las cartas que les escribíamos y trocaba algunos obsequios por otros, mi padre ponía en marcha su contagiosa imaginación y entonces nuestros juguetes cobraban vida, eran los mejores del mundo. Unos años más adelante, el día de la clausura de clases, el insoportable suspenso antes de abrir mi libreta de notas y ver el rojo que, sin duda, me habría estampado el profesor de química. Pero no había tal desaprobado, todos los cursos lucían cifras en azul. Y los seis tomos en pasta dura y letras góticas plateadas con todas las "Tradiciones Peruanas" de don Ricardo Palma, saboreadas con fervor a la par que un delicioso vino tinto de barrilete durante las vacaciones en la casa de playa de mis abuelos, en Huanchaco, a la luz de un quinqué de kerosene o de un foco de 100 vatios que alumbraba como uno de 50. Cuando uno tiene catorce años no entiende demasiadas cosas, pero vive en un paraíso constantemente renovado. Recuerdo la sonrisa de mi abuela paterna cuando nos daba jugosas propinas a mis primos, hermanos y a mí, incluso a parientes nada agradecidos, incluso a costa del dinero destinado a sus propias compras. Recuerdo que mi padre la reconvino una vez por eso, recuerdo la respuesta de mi abuela-yo me ocultaba detrás de la puerta entornada-, esas palabras que resumían su manera de ser: "Me gusta dar. Soy feliz cuando doy." Y las muchas navidades en casa, con mis padres y hermanos, escuchando los entrañables sones del "Tamborilero", "Adeste fideles", "Kling, Glöckchen...", "O Tannenbaum", "Escuchad, los ángeles heraldos cantan", "Noche de paz", "Sucedió en una medianoche clara", "Pequeño pueblo de Belén", "In excelsis Deo", "La primera Navidad", todos en mil y un versiones diferentes, con orquesta sinfónica, con coro a capella, a ritmo country, con sintetizadores, con voces de rock... Toda esa música que habíamos escuchado en casa desde primeros del mes y que era nuestro refugio hogareño. Recuerdo a mi hermano pequeño tendido boca arriba bajo el gran árbol en la sala, embobado por la selva que desde allí atisbaba y por las luces y sombras cambiantes. Mi padre se echaba en el suelo junto a él para contemplar el mismo espectáculo; nunca ha dejado de ser niño, mi padre. Y sus palabras campechanas y sentidas al dar las doce, pero también una especie de advertencia que por alguna razón nos repetía: "Alegrémonos ahora, porque tal vez esta sea la última Navidad que pasemos todos juntos." Sin duda pensaba en los avatares normales de la vida, pero ahora parece una incosciente profecía de la muerte de mi hermana, hace tres años ya. Crecí, maduré, sufrí, me decepcioné, me alegré, me debatí en silencio tras perder la ingenua fe aprendida en la niñez. No voy a misa jamás, ni por Navidad (en cambio, escucho en la casa familiar, mientras mis padres están en la iglesia, la Misa Navideña de Praetorius, no importa que sea luterana). Pero no he perdido el espíritu de la Navidad. Es parte de mí, es parte de nuestra herencia familiar. La Navidad es para mí una fiesta entrañablemente, particularmente familiar. Una fecha de sosiego, alegría, celebración de un misterio que trasciende la religión. También nostalgias. Y la costumbre de los regalos, claro. Pero sobre todo ese apego dulce a quienes más queremos. Y, como se ha dicho por ahí, la celebración de una esperanza: la de que florezca en cada uno de nosotros un poco más de bondad, de ternura, de compasión, de altruísmo, de rectitud. A pesar de nuestras viejas miserias, las visibles y las inconfesables. Es curioso: he oído y leído pestes de la Navidad: la condena del mercantilismo que esta celebración religiosa suscita, la hipocresía ostentosa de los regalos, el "ridículo" mito judeocristiano que le habría dado origen. En fin, todas esas cosas que ya sabemos. Me intriga que siendo un casi ateo me encolericen estas manifestaciones de mezquindad, de maldad. Reconozco que la Navidad ha sido transformada en un negocio y también, en el Perú, en una pollada bailable de mal gusto y peor música. Pero eso NO ES la Navidad, como tampoco aprovechar la ocasión para desatarse en filípicas contra la (no tan santa) Iglesia Católica y la estupidez básica de la fe en una divinidad, como hacen los ateos de barrio. Lo dicho: no creo en Dios (casi), pero creo en la Navidad. Creo en el poco o mucho amor que soy y seré capaz de regalar ahora o mañana. Por último, el sentido de la Navidad estaría encerrado en estas palabras de profunda sabiduría: "Paz en la tierra a los hombres de buena voluntad". La paz del que puede ser libre incluso en la cárcel, la paz de quien puede cantar aunque sufra el peso de la injusticia y de las tribulaciones (como todo un Maestro Cantor), la paz del que lucha todos los días contra la violencia y la ignorancia, la paz de quien se conoce a sí mismo y se ofrece a sus hermanos para aliviarles el sufrimiento. Saludos. P.D. Ahora por la mañana [13 de diciembre], asomado a la ventana, vi en el parque a unos niños. Eran tres hermanos, seguramente. Niños pobres. El mayor no tendría más de doce años y llevaba en brazos a un bebé. La hermanita llevaba un vestido rosado y aferraba unos encartes de supermercado, no los soltaba ni aunque corriera o saltara. Qué inmenso valor tendrían para ella esos folletos llenos de incitaciones al consumismo más estúpido. Pero ella los atesoraba como cualquiera de nosotros, cuando niño, un cachivache sin mayor provecho. Las alegrías de una niñita nada tienen que ver con el mundo podrido que debemos soportar los adultos. Los padres no estaban por ningún lado. A lo mejor eran los niños que saltan ante los autos en la esquina de América y Húsares y luego piden limosna a los conductores. Y qué Navidad pasarán estos pequeños, dónde, en qué condiciones, y qué podemos hacer que sirva de una puta vez. Dios mío.» P.D. Nunca he realizado un acto tan piadoso como el que nos cuenta Rex. Tal vez ahora más tarde, tal vez mañana. Soy muy egoísta, aunque me duela. |
| ||||||
Amigo Beltenebros: Yo también guardo gratos recuerdos de la Navidad de cuando era niño. Por aquí, la tradición de los regalos ha sido siempre la de los reyes Magos; Papá Noel era cosa de fuera, de película americana, que con el tiempo ha ido incorporándose. Recuerdo que nos juntábamos mis hermanos y mi padres y hacíamos la "lista" de lo que necesitaríamos. Uno de mis hermanos pedía una bola de queso; yo, jamón serrano. Legaba el día de Nochebuena y nos reuníamos con el resto de mi familia en casa de los abuelos. En Navidad (25) se daba a los niños el "aguinaldo" o las "estrenas", que podía consistir en dulces acompañado de dinero en metálico. Luego venía la cena de Fin de Año, con la comilona, las uvas y los brindis. Sólo quedaba lo más importante: el día de Reyes. NO podíamos dormir de lo ansiosos que estábamos. Antes de acostarnos poníamos pan duro, piel de patatas y agua para los camellos. Nos despertábamos antes de salir el sol y nos poníamos a buscar los regalos. Yo chillaba, lleno de alegría:¡Vivan los Reyes! y días más tarde aún seguía buscando por los rincones por si había algún regalo más. Todo esto es muy hermoso y me parece muy bien que los niños tengan esa alegría, que ya tendrán tiempo para descubrir la triste realidad. Mis padres, a los que no les sobraba el dinero precisamente, pagaban los regalos a plazos. Pasamos estrecheces económicas, ya que mi padre perdió su trabajo de obrero por una estafa de los dueños. Estuvo en paro durante años (aunque jamás nos faltó nada a nosotros, ya que mi todos los días salía a buscar alguna chapucilla y algo encontraba de vez en cuando. Mi madre (con cuatro niños) también hacía lo que podía, cosiendo por las noches a cambio de cuatro perras. Para que pudiéramos tomar leche, mis padres se privaban de ella y bebían malta. Finalmente, hicieron "fijo" a mi padre en una empresa, donde estuvo hasta que se jubiló. Ahora tiene 81 años y está algo chocho, mi madre está mejor y tiene 78. Estos son mis Reyes Magos, a los que quiero con delirio y a los que debo mi estado actual. Como he dicho mil veces, soy maestro, y se lo debo a mis padres, que mi madre fregaba pisos para que yo pudiera sacar la carrera. Cuento esto tan personal para rendir público homenaje a mis padres y para que se me comprenda mejor cuando expreso mis ideas, ya que lo que pensamos depende de nuestros orígenes. Yo jamás renegaré de ellos, sino todo lo contrario, me sentiré muy orgulloso. Un cordial saludo y mis mejores deseos para todos. Rex. |
| ||||||
Rex: ¡Cuanto me alegro de que hayas compartido aquí lo que te hace ver las cosas como las ves! Y felicidades por actuar dentro del más auténtico espíritu navideño. Las buenas acciones, por individuales que sean tienen su efecto "dominó", especialmente cuando permitimos que los demás se enteren. Estoy seguro que tu relato habrá inspirado a más de uno/a aquí a poner su granito de arena cuando puedan. Este año supe de una situción muy parecida a la que describes, sólo que se trataba de una viejecita, buscando que comer en la basura del edificio que queda frente a mi oficina y que para colmo de ironía es... ¡un asilo de ancianos! No puedo dármelas de héroe porque el auxilio vino de todo un grupo de vecinos que nos organizamos para ir un poco más lejos. Como mi inquilino del piso superior es la redacción de un periódico, no tardamos en conocer la historia de horror que era la vida de esta pobre señora. No entraré en detalles, pero el abuso venía de uno de sus hijos. Por suerte, logramos que las monjas le encontraran plaza en el asilo y por muy poco dinero (como somos varios, esto no es ningún sacrificio), está viviendo lo que le quede de vida en condiciones mucho más adecuadas. A lo que voy es que si nuestra indignación ante la injusticia nos lleva a buscar soluciones (individuales o colectivas), bienvenido sea el pesimismo, porque es en realidad optimismo malhumorado. Yo, con el permiso de todos, seguiré considerando los medios vasos de cerveza como medio llenos y no medio vacíos. ¡Qué barbaridad! Me acabo de acordar con gran nostalgia de la Maisel’s Weisse de Bayreuth. Una maravilla de cerveza... ligera pero nunca aguada y con un grato saborcito a manzana... Hey, y de paso: muchas gracias por lo del video de ARTE. ¡Está fabuloso! Y también el blog de Antonio de Diego y la guía de estudios sobre Wagner del profesor de la Universidad de Texas. Hace tiempo que estoy por explorar las posibilidades de compartir grabaciones entre los del foro un poco más allá de las descargas, pero esto es para comenzar otro tema, lo que intentaré luego de las fiestas. Hasta pronto a todos, Luis Luis |