Perdonadme esta debilidad. Ya sé que no es un tema wagneriano y que lo que estoy escribiendo igual no tiene congruencia, pues me encuentro bajo el efecto de un mazazo personal. El poder de la música... Las lágrimas me nublan la vista. Estaba pintando una habitación al tiempo que pensaba lo que lo iba a contestar a un contertulio sobre un tema de historia de la música. Suena el teléfono. Mi madre, con voz temblorosa, me dice que su vecino de puerta ha muerto. No era un simple vecino más. Yo me he criado a su lado, puerta con puerta, jugando con sus hijos. Me aterra que mis padres mueran. No me quito el tema de la cabeza. Mañana voy al tanatorio con mi padre. Mi madre no tiene fuerzas para ir. Cuando me lo ha dicho no he reaccionado. Me he quedado mudo. Estaba solo en casa en ese momento. No sé por qué me ha dado por escuchar "La ciudad muerta" de Korngold en la versión de Leinsdorf. No sentía nada, hasta que ha llegado el aria que de Marietta y he sentido algo por dentro que aún me dura. He pensado lo frágil y breve que es la vida. Lo estúpido que es pelearse por esto o por lo otro, cuando el día menos pensado nos vamos al hoyo.
Y, no sé porqué, he sentido la necesidad de soltaros el rollo. El poder de la música que te hace sentir próximo a otras personas. Que te provoca sentimeientos encontrados, que te llega al alma, que te hace reír y llorar, que te cambia el ánimo...
Y nada, amigos, si la carne es débil, la psique aún lo es más. Los "Marietta" que está emitiendo Kollo me llegan a la médula. Me despido de vosotros con un raro sentimeinto de estar compartiendo algo interior, personal y profundo a través de la red.
Nada más. Gracias por aguantar mi rollos y perdonad este sentimentalismo blandengue que exhibo.
Un abrazo.
Rex.
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