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Ciclo Wagner en Berlin |
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El azul Prusia Es difícil el evaluar el Ciclo Wagner que la Staatsoper ofreció entre el 13 y el 28 de Abril. El nivel artístico debe juzgarse en términos absolutos, pero esta premisa debe atemperarse con el hecho de que, parafraseando a Lohengrin, lo que hemos visto no es desde este Mundo, o por lo menos, no es comparable con el nivel imperante en Madrid. Dirección escenográfica Mientras que desde el punto de vista musical las producciones eran impecables, las interpretaciones escenográficas no lo eran en absoluto. Considerando que el irresponsable de la escenografía del Ciclo Wagner era Harry Kupfer, no estuvo mal del todo. Inaceptables desde cualquier punto de vista fueron el Lohengrin, el 2º y 3º acto del Ocaso y el 3º de Maestros. Según este totalitario de pacotilla con nombre británico pese a ser un producto genuinamente alemán , Lohengrin es el personaje más ?fascista? de Wagner. Así que la solución escenográfica que da Kupfer a tan estigmatizado personaje es muy simple: eliminarlo de la ópera, solución a la que antes de el habían llegado sus antecesores directos, los nazis, cuando eliminaron a los compositores de origen judío de los programas de las temporadas de conciertos. Evidentemente, la incongruencia es total ya que no se eliminan personaje secundario, sino al mismo protagonista. En ocasiones las acciones, como que el duelo contra Telramund, las lleva a cabo Gottfried, en otros casos directamente el tenor, Peter Seiffert, tenia que cantar detrás de una cortina negra, por lo que la obsesión de Kupfer por eliminar al tal Lohengrin provocaba la risa del público al verse a Elsa cantando sola mientras que la voz del Lohengrin quedaba ahogada por la cortina. En fin habría que aclarar a Kupfer que Lohengrin no es su padre, que no se sabe quien es. El segundo acto del Ocaso, tan impactante bien representado, quedaba simplemente feo a causa del cumulo de arbitrariedades de Kupfer, Hagen se sentaba en medio de unos radares, los gibichungos estaba vestidos a la moda de mediados del XIX; el 3º acto de Ocaso a las arbitrariedades del segundo acto de sumaron la manía de Kupfer a cambiar los finales de las operas, en este caso, la opera acaba con que Alberich termina volviendo a robar el oro de Rhin? Si malo era lo que se veía en escena, peores eran las intenciones. La obsesión actual de Kupfer por destruir a Wagner ha tomado ahora la forma de voluntario contrasentido: tratar de convencer que la acción dramática que se realiza no existe. En el Holandés errante el holandés solo existe en la imaginación de Elsa, así que termina suicidándose. Es una pena que el fanatismo de Kupfer choque con el texto; si el Holandés solo existe en la imaginación de Elsa ¿ con quien negocia la boda Daland?. En Lohengrin como hemos visto, desaparece el tal Lohengrin de escena. Incluso en el Tristan, el único acierto de Kupfer, la escenografía queda desacreditada por la intención implícita de Kupfer: resulta que Tristan e Isolda no existen y todo es un sueño de un monumento funerario con forma de ángel ruinoso. Por supuesto no podía faltar una referencia a la opción sexual de Kupfer: ya que en su interpretación homosexual de Tannhäuser este no se ve tentado por Venus, sino por los efebos que la rodean. Perplejo también se quedo el publico en los Maestros Cantores. Sorprendió especialmente el fondo común al segundo y tercer acto: unos rascacielos, nadie conseguía acertar cual podía ser el significado de esas construcciones en una representación de Maestros. Como cualquier interpretación de una escenografía de Kupfer debe ser automáticamente enjuiciada desde la vertiente de la mala idea con la que esta concebida, cualquier avezado espectador atento a la realidad internacional podría interpretar esos rascacielos que sustituyen a la ciudad de Nuremberg como una referencia a que esta vez los alemanes, como les salió mal en el 1939 lo de los panzers, ahora van a tratar de ahogar a Europa con el Bundesbank. Es lo único bueno de la libertad de escenografía; su interpretación también es libre. En general, y como aviso para navegantes, recomiendo cerrar los ojos entre cinco y diez minuto antes de que termine la música, porque sino el mal humor llega a limites peligrosos. Por cierto, que al final del Parsifal, y despues de soportar sus 10 imposiciones escénicas salió a saludar Kupfer, momento que, junto a una parte importante del hastiado publico, apreveché para fiscalizar de la manera que se merecía al individuo que a mi y a la mayoría de los aficionados a Wagner no han echado de los teatro de opera. Entonces aparece por detrás un abuelete que me agarro violentamente por el hombro y me exigió que me callara. No quiero reproducir las palabras que utilizo este individuo que por edad con toda seguridad había estado enrolado en las Juventudes Hitlerianas. En eso consiste la democracia de la RFA: libertad formal de palabra atemperada por lo políticamente correcto: se permite aplaudir, pero no protestar. Por supuesto a mi me dió igual lo que me chillara el vociferante caduco hitleriano, ya que seguí abucheando a Kupfer. La provecta edad del hitleriano le salvo de que le cayera un reprimenda mía de las que hacen época. De todas maneras, su padre posiblemente había limpiado las escopetas de mi bisabuelo cuando, en compañía de SS.MM. Alfonso XIII, cazaba en Alemania, así que socialmente ya nos hemos quedado en tablas el hijo de un limpiabotas y el bisnieto de un gentilhombre de SS.MM., paradigma de las palabras de Goebbels ?en la futura Alemania nacionalsocialista una sirviente alemana estará por encima de un rey extranjero?. Dirección musical Desde del punto de vista musical el nivel, por supuesto, fue máximo. Y no solo respecto a los interpretes del presente, sino a los del pasado. Barenboim es un director de orquesta todo terreno, un genio hiperactivo cuyo nivel es muy bueno en lo que hace mal, e insuperable en lo que hace bien. Entiendo que haya gente de 30 años que se imagine a través de las grabaciones fragmentadas cómo dirigía el Tristan Bruno Walter, compare el pastiche mental con una representación del Tristan dirigido por Barenboim y enjuicie inferiores los resultados de esta última, pero esto es un proceso basado en la imaginación y no en la realidad: nadie sabe con certeza como digía Tristan Walter o Klemperer, y como establece el axioma, siempre se quiero lo que no se tiene y se enjuicia mejor lo que no se conoce que lo que se conoce. Voces Seria prolijo analizar, uno por uno los cantantes y sus respectivos roles. Vocalmente el II Ciclo Wagner era más coherente que su predecesor; como elemento claramente negativo únicamente destacaría a que el cascajo de Francisco Araiza, al que se pitó como Walther en el I Ciclo, fue substituido por Rainer Goldberg en el II Ciclo. A este individuo, que es junto a Hitler una de las dos únicas personas que habla mal Solti en sus memorias, ya le tuvimos que aguantar en Madrid. Lo hizo un poco mejor que en el Teatro Real, pero por ahí fueron los tiros. En el Loge fue substituido, desde el I ciclo, por Graham Clark. Como cantantes insuperables destacaría a Rene Pape y a Waltraud Maier. El primero es un autentico portento, su Pogner es de referencia y su Marke absolutamente insuperable. Mi compañero de asiento durante el ciclo, que había llegado a ver a Fürtwangler y que en la vida no había hecho mucho más que escuchar música, consideraba a la Maier como una entre las grandes y al a misma altura que las legendarias Flagstad o Nilsson. Lo cierto es que, no contenta con interpretar a Ortrud, Signilda o Kundry aprovecho los días intermedios para cantar el ciclo de los Rückert Lieder en el concierto de despedida de Abbado. De todas maneras remito a la pagina www.staatsoper-berlin.org para que cada uno se haga una idea de los elencos vocales. La incomparable pedrea La razón por la decidí ir al II Ciclo Wagner, fue, por una parte, por el elenco vocal, y en segundo lugar porque en Semana Santa la Filarmónica de Berlín esta en Salzburgo. El comparar musicalmente hablando Berlín y Madrid puede pasar de lo patético a lo grotesco, así que como tampoco es cuestión de provocar un éxodo de los foreros a la antigua capital imperial ? que se encargue de ello Norda, la oficina de turismo alemán ? no me referiré a la vida musical berlinesa, sino a los acontecimientos musicales que he presenciado. El 21 de Abril, despues del Sigfrido y en espera del Ocaso, tuve ocasión de completar la colección de muescas en el mi revolver de pistolero musical: con Michael Gielen se termina la nomina de directores vivos que me faltaba por ver en directo. Era un concierto dirigiendo a la orquestas RIAS, que debe de ser la tercera o cuarta de Berlín. En programa las Piezas para orquesta de Berg, el triple concierto de Beethoven y la Sinfonía en tres movimientos de Stravinsky. Fue un concierto redondo, a pesar de la poca entidad de la obra de Stravinsky, y con una formación de una calidad inimaginable en una orquesta de las que pululan por la piel de toro y una dirección que es inimaginable que aparezca por estos lares. El 24 de Abril, en la Deutsches Oper, y por si no teníamos suficiente con las operas dirigidas por Barenboim, hubo una excelente Elektra. El director fue un músico jovencísimo llamado Marc Albrecht (no esta emparentado con Gerd), llamado al parecer en Dresde a substituir al fenecido Sinopoli. Fue una buena lectura, con una escenografía hecha con cuatro pesetas pero que, de una forma excéntrica e incluso políticamente incorrecta, se ajustaba a lo dicho por el compositor, Richard Strauss. Rarezas de teatro de opera pobre. Como cantantes, Eva Marton hizo una magistral Elektra y Jane Henschel una inquietante Klytämnestra. Muy bien el Orestes de Hartmund Welker. El resto del reparto vocal, bastante más que discreto. El día siguiente, el 25 de Abril, fue un concierto histórico. Claudio Abbado dirigía por ultima vez en Berlín a la BPO. Como aperitivo, la Canción del Destino de Brahms, de primer plato los Rückert Lieder de Mahler con la incombustible Waltraut Maier y de segundo plato y postre, la música incidental de Shostakovich y la proyección de la película el Rey Lear de Kosinzew. Concierto histórico por su significado y magistral por su ejecución. Y despues de un dorado exilio de 16 días, con once operas y dos conciertos, habiendo visto a Barenboim, Abbado y Gielen, escuchado a Falk Struckman, Deborah Polasky, Waltraut Maier, Rene Pape y una largo etcétera llego a Magerit, enciendo el ordenador, voy a la pagina de Wagnermania y ¿qué me encuentro?. Que Heppner ha cancelado, al igual que sus predecesores, el recital que tenia previsto en el Teatro Real. El Mundo es profundamente injusto? Diego de LLanos |
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Hola, Diego/chamberlain: Desde luego, la oferta musical de Berlín es envidiable, pero es que debe de ser de las mejores del mundo (si no la mejor). Cualquier ciudad a su lado desmerece, no digamos Madrid, con su pachucha oferta (nunca mejor dicho lo de "pachucha", dado que los cantantes de los recitales se ponen enfermos). Pero aún así, imagino que Madrid tiene una de las mejores ofertas culturales de toda España, si no la mejor. Sobre las escenografías de Kupfer, sin comentarios. Sobre los silenciadores de abucheos, sólo un comentario: nunca he podido entender a las mentes que no toleran las protestas. Sin embargo, no puedo estar de acuerdo con tu párrafo sobre la dirección musical. Dejando aparte la calidad de Barenboim (que para mí dista mucho de oscilar entre lo muy bueno y lo insuperable, como tú dices), eso de "grabaciones fragmentadas" del "Tristán de Bruno Walter" y de "imaginarse cómo dirigía" me parece que no tiene sentido. Una grabación capta la forma de dirigir de los directores; otra cosa es que sea mejor verlos en vivo, pero las grabaciones son un buen testimonio, no les neguemos el pan y la sal. Cuando yo escucho el Tristán de Fritz Reiner, o el de Furtwängler, o el de Knappertsbusch, o el de Karl Böhm, o el de Karajan, o el del propio Barenboim, no estoy imaginando nada: estoy escuchando la música. Y no son grabaciones fragmentadas (salvo que consideres fragmentos las tomas de la grabación, claro). No es un proceso "basado en la imaginación", sino una realidad como la copa de un pino, creo yo. Y personalmente, sí sé cómo dirigían Walter y Klemperer, y Knappertsbusch y Furtwängler y otros muchos del pasado, porque para eso me he gastado mis duros en vídeos y laserdiscs. Además, el proceso comparativo no es juzgar "esta representación actual" con los recuerdos lejanos de "aquella grandiosa función de 1951". No. Se escuchan las dos representaciones hoy, ahora, y se hace la comparación hoy, ahora. No hay aquí nostalgias ni demás zarandajas: uno se queda con lo que más le gusta. Y que conste que llegué a preguntarme si no sería yo un nostálgico irredento, pero mira, escuché a Ben Heppner y me entró a la primera, y escuché a Thielemann y me encantó; por lo tanto, hay cantantes y directores del presente que me hacen disfrutar. Así que no, no es nostalgia lo que hace que disfrute con el "Tristán" de Barenboim o se me revuelvan las tripas con sus "Maestros cantores". Es mi juicio, que por supuesto no tiene por qué coincidir con el de los demás. En cuanto a Pape y la Meier, pues sí, estoy de acuerdo en que son muy buenos. Es una pena que en los "Maestros" de Madrid, el bajo se reservara para su "Rocco" al día siguiente e hiciera un Pogner mediocre. La Meier, aunque es una señora que me encanta ver, no considero que tenga el nivel de excelencia vocal de una Varnay o una Flagstad: su fuerte es la escena, y como actriz creo que no tiene parangón. En fin, un saludo y enhorabuena por haber tenido la suerte de ver tantas estrellas musicales de la actualidad en tan poco tiempo. Germán |
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Hombre, hay que saber disculpar al bueno de Goebbels, teniendo en cuenta que, como doctor en filosofía que era, es muy probable que cuando hizo esa afirmación estuviera pensando en aquella frase de Nietzsche que decía: "Frente a todo lo que hoy se llama noblesse [aristocracia] abrigo yo un soberano sentimiento de distinción; al joven kaiser alemán no le concedería yo el honor de ser mi cochero." Parece que Nietzsche tenía un sentido muy aristocrático de la aristocracia, y ya se sabe, esas cosas influyen. |
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Querido Germán: Estoy básicamente de acuerdo contigo. De todas maneras, he utilizado para el ejemplo precisamente el Tristán de Bruno Walter y no el Tristan de Fürtwangler o el de Reiner de una manera intencionada, porque como sabrás, el Tristan que dirigía Walter era legendario, y tristemente nunca fue grabado, a diferencia de los también legendarios de Fürtwangler o el de Reiner. En cuanto a tus apreciaciones sobre los cantantes, no estoy de acuerdo con ellas pero las admito. Quizás en lo único que no estoy de acuerdo es en tu frase sobre los procesos comparativos. No es lo mismo irse a la cama con Claudia Schiffer que irse a la cama con su foto. Entiendo que si hubiéramos estado presenciando en Bayreuth el Tristan de Karajan de 1951 y en Madrid en el de Barenboim del 2001 pudiéramos compararlos, tristemente yo no estuve en el de Bayreuth en 1951 ni supongo que tu tampoco, así que los dos quedamos deslegitimados para comparar esos dos hitos musicales. Querido Ossian: Si me conocieras ? si te mueves por el Auditorio seguro que sabes quien soy ? sabrías que jamas hablo de temas familiares. Además hace falta tener muy pocas cosas en la vida para pensar en que a alguien le llamen por el titulo o que le inviten al Palacio Real. Eso si, conmigo deferencias ni una, y malas educaciones, rallanas en la agresión, que fue lo que sufri por parte de un energumeno carcamal en Berlin, cero. En cuanto a la opinión de Nietzsche negativa sobre la aristocracia, no la considero peligrosa; son la muestra del resentimiento de un perdedor impotente. Si lo es cambio una entrada en los diarios de Goebbels de 1943 en donde se establece un plan para eliminar a los nobles ? no se especifica si a la nobleza europea en general o se circunscribe solo a los alemanes ?, discretamente, despues de la guerra. |
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Bueno, para mi gusto la Meier, tal vez un poco bajita. Pero lo cierto es que en la escena se crece. Por otro lado, de Baremboim no me gusta ni su Tristán. Bueno, ahora recuerdo que me gustó el vídeo de la representación de Bayreuth, pero lo de Madrid me pareció normalito sin más ¡Que le voy a hacer, seré así! |
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Hola a todos: Estimado Diego: "Quizás en lo único que no estoy de acuerdo es en tu frase sobre los procesos comparativos. No es lo mismo irse a la cama con Claudia Schiffer que irse a la cama con su foto. Entiendo que si hubiéramos estado presenciando en Bayreuth el Tristan de Karajan de 1951 y en Madrid en el de Barenboim del 2001 pudiéramos compararlos, tristemente yo no estuve en el de Bayreuth en 1951 ni supongo que tu tampoco, así que los dos quedamos deslegitimados para comparar esos dos hitos musicales." Je, je, curiosa "actualización" de la frase de Celibidache.... ;-) Bueno, por un lado, he oído 2 veces en vivo a Barenboim dirigiendo "Maestros cantores"; a Thielemann sólo le he escuchado la obertura en vivo una vez. En tal caso, sí que estoy legitimado para opinar, de acuerdo con lo que dices, y me parece que comparar en este caso la versión de Barenboim con la de Thielemann era como comparar una melódica con un Steinway. Por otro lado, estoy de acuerdo en que no es lo mismo irse a la cama con la Schiffer que irse con su foto. Pero... ¿qué pasa si resulta que irse a la cama con la foto de Nicole Kidman es mil veces mejor que irse a la cama con la Schiffer? La conclusión lógica es que la Schiffer no está ni siquiera a la altura de la foto de la otra. Pues eso me pasa a mí: que hay directores en vivo que no valen ni la mitad que "la foto" de los otros. Un saludo, Germán |