|
![]() |
Suscríbete ya a la newsletter de Música Clásica |
El Oro del Rin en el Teatro Real |
| ||||||
Hola a todos Esperaba que alguien se lanzara a hablar del Oro del Rin del Teatro Real de Madrid... pero como veo que nadie se ha animado... empiezo yo, si me permitís. A mi personalmente me agradó bastante. Salí contento del Real pensando que había asistido a una buena representación, no genial, pero desde luego muy digna y con un gran reparto vocal en casi todos los personajes. Me gustaron especialmente el Alberich de Harmut Welker (que fue el más aplaudido, por cierto) y el Fasolt de Stephen Milling, con una grandísima voz. Ojalá haga del Dragón-Fafner en Sigfrido. De Wotan-Alan Titus me esperaba algo más, al ser el Wotan oficial de Bayreuth en la actualidad, aunque no me desagradó: estuvo solo correcto. Vocalmente me pareció todo bastante bien a excepción del Loge de Hans-Jörg Weinschenk, con una voz un tanto desagradable e inaudible en según que pasajes. La escenografía también me pareció correcta: había sombrero, oro, lanza, anillo (y no cosas que se le parecieran). El escenario (lleno de butacas) incomodaba un tanto a los cantantes, pero se conseguían algunos buenos efectos. Por el lado negativo, había ciertos aspectos... digamos... cutres, como el Walhalla, la flecha roja de Loge o el arco iris final. Bueno, esta es mi primera impresión sobre el Oro. A ver si los que la habéis visto os animáis e intercambiamos opiniones Un abrazo |
| ||||||
En el artículo se le: "El abajo firmante ha podido presenciar dos representaciones, los días 1 y 4 de Junio,(...)" Pero abajo no hay ninguna firma y a mí no me gusta leer anónimos (con anónimos y alias somos todos "mu valientes"). Estoy seguro que ha sido un desliz. |
| ||||||
Bueno, antes de dar mi opinión también quería preguntar por el autor de ese presunto "postoperatorio". Hay aspectos en los que coincido bastante con sus apreciaciones, caso de la dirección de Schneider o de la caracterización de Loge (otros no tanto). Decir que yo asistí también el pasado 4 de junio. En general, por las reseñas que he leído, la cuestión está en ver el vaso medio lleno o medio vacío. Y yo lo ví medio lleno, sobre todo porque no había nada realmente "malo" u horroroso (a decir verdad tampoco lo había realmente extraordinario) y todo me resultó muy homogéneo. La puesta en escena no molestó pero tampoco era una "preciosidad", más bien era feucha con muchos detalles cuyo significado se me escapa, será que mi pasión por la ópera en general y por Wagner en particular no procede de lo meramente escénico (los gigantes a lo Simpson, los enanos pintados de verde, los dioses rubios con chaquetas -me recordó a aquél Lohengrin sevillano de Ronconi, que bautizaron por ello como el "Lohengrin nazi"-, la estructura feísima a manera de escenario donde las ondinas se burlan de Alberich o la similar donde éste tiene la caja fuerte,...), otros que me sugerían una sonrisa (Alberich como "Jim Carrey" en La Máscara, Loge medio Paco Clavel medio Paco Umbral con su bufanda, y Wotan como Bryn Terfel), otros con los que no estaba de acuerdo (Loge no sube al Walhalla como aparece en el libreto) y otros con los que sí (magnífica visión del personaje de Loge, de los nibelungos, la aparición de Erda...). Musicalmente me empezó pareciendo muy cutre (el preludio, el supersoso amanecer sobre el oro,...) y sin ningún "clímax" pero fue a más (lo que más me gustó fue el final, desde el "Heda, hedo") y me acabó pareciendo bastante acertada sobretodo en lo referente al color orquestal. Vocalmente me fascinó sobre todos y todas la Erda de la Schwarz o como se escriba; poderosa, sutil, intencionada... Lástima que el papel sea tan corto. Después el Loge no me pareció tan malo; sus diálogos estuvieron muy conseguidos y su actuación escénica fue fantástica: eso sí, se le notaba muy apurado en los pocos momentos en los que ha de "luchar" contra el tutti orquestal y hacerse oir. Como decía alguien, Alan Titus me pareció que le faltó un poquitín de chispa, de poderío; su voz, su línea de canto e incluso su presencia son indiscutiblemente de Wotan, pero le falta un nosequé (no sólo en Madrid; en los dos últimos festivales de Bayreuth su Das Rheingold no estaba a la altura de su Walkyria o Siegfried). Harmut Welker no lo hizo mal pero a mí nunca me ha gustado; es un poco o un mucho bastorrón cantando; al final incluso se le quebró la voz en un pasaje y es que es un papel largo y difícil, y este hombre ya está entradito en años. Pero bueno, también es verdad que me lo esperaba peor. Del resto, todo normalito (bueno, los gigantes me parecieron muy bien resueltos), vulgarito o regularcito (las Hijas del Rhin) o incluso decepcionante (me esperaba más del Donner de Odena -reciente y estupendo Orestes en Sevilla-; su "Heda Hedo" resultó insuficiente con un vibrato muy feo). En fin, que conociendo las cosas del Real no estuvo nada mal este Das Rheingold que en general creo que "sonó" a Wagner. Sabe Dios cuando se podrá volver a ver... |
| ||||||
Hola Fco Javier y resto de foreros El autor del postoperatorio del Oro del Rin es Miguel A. González Barrio. Ha sido un error de maquetación no incluir su nombre, y ya ha sido subsanado. SalU2 dsd ZGZ Román |
| ||||||
Naturalmente que se trata de un desliz, que ha sido inmediatamente subsanado. Ahora bien, en una página como ésta, en la que hay clara constancia de quienes somos sus redactores (apellidos y e-mail incluidos), si algún escrito no aparece con un nombre debajo es que todos nos responsabilizamos de él, como ocurre con las noticias, las sinopsis, etc., etc. Lo que tú dejas entender es, entre otras cosas, un acto de mala fe, que conociendo como conoces este foro desde casi sus inicios, no consigo explicarme. Fátima |
| ||||||
Y apropósito del "POSTOPERTORIO" de la página de inicio y a su "abajo firmante", que nunca firmó: ¿podría explicarme que entiende o hemos de entender por "Progre amaríconaó"? Porque a mí Loge me causó una impresión llamémosla "X", sin más. no entro a analizar su vida sexual que sea cual fuere merece totalmente mi respeto independientemente de que su comportamiento en escena me parezca mamarrachesco. A menos que al Sr. "abajo firmante" (que nunca firmó) los complementos (montura de gafas, fular rojo y mechon de pelo rojo) le parezcan signos inequívocos e identifícativos de una opción sexual a la que da sentido peyorativo queriendo así cargar más aun de negatividad la impresión que le causó la interpretación del Sr. Hans-Jörg Weinschenk. ¿Y por qué no progre simplemente? A ver si evolucionamos que ya no estamos en el XIX por mucho que nos guste Wagner. |
| ||||||
Hola a todos: A Fco.Javier: hombre, no has estado muy afortunado con tus insinuaciones, pero bueno, precisamente el autor es alguien a quien tú decías respetar hace poco. Ya te enterarás de quién es. Desde luego, no puede ser desconocido para ti, que conoces a todos los que escribimos aquí. A todos: pues ya que me piden la opinión sobre el "Oro del Rin" del Teatro Real la voy a dar, ya que vi la representación del día 1 de junio. Versión abreviada de la conclusión general: malo. La versión extensa sigue a continuación. No sé quién tuvo la culpa: si el director, que era así de aburrido, o la orquesta que sonaba en eterno mezzoforte. Lo que más impresionó, más por el estruendo que por el valor musical, fue la coda final. Pero los interludios sonaron realmente mediocres. Sólo salvaría de la mediocridad el sonido de los yunques: al menos sonaban a metal, aunque más que martillos forjando, parecían martillitos de joyero sobre laminitas de metal. Eran unos yunques amariconadillos. Como dato a favor, ninguna de las trompas hizo ninguna pifia destacable en el preludio, cosa que es de agradecer. Los cantantes fueron mediocres, siendo optimistas. Titus me gustó más que cuando lo escuché en Bayreuth (es cierto que allí no me gustó nada). Fricka me pareció que podría ser buena cantante si no fuera por su voz caprina. Fasolt me pareció simplemente correcto. Harmut Welker (Alberich) chillón. El resto, voces pequeñitas y olvidables. La puesta en escena no me enfadó tanto como la de Jürgen Flimm en Bayreuth, sencillamente porque esta del Teatro Real es tan idiota que no tiene ni posibilidades de prosperar como concepto. Pero su concepto es lamentable. El telón pintado al carboncillo representando las montañas rocosas sobre las que está el Walhall puede que sea tolerable para una función de escuela; fuera de ahí, me parece de una cutrez insoportable. La idiotez de las butacas hace que la representación sea monótona como pocas. Los gigantes Laurel y Hardy entran con una especie de maqueta del Partenón bajo el brazo, se supone que es el Walhall. Sin embargo, cuando se llevan a Freia, se llevan también la maqueta, es decir, se llevan a Freia y también el Walhall (¿??). La lanza, más que una lanza era un mondadientes gigante. ¿Alguien pensaba que la lanza es un símbolo relacionado con la voluntad de Wotan? Pues no, señor: aquí la lanza la coge cualquiera, desde los gigantes hasta Alberich, pasando por varios de los dioses. Al cuerno la simbología. Por otro lado, al principio de la última escena, cuando Wotan y Loge vuelven con Alberich prisionero, ya están allí Fricka, Donner y Froh. ¿Cómo se puede entender entonces la idiotez de que, quince minutos después (tras la acumulación del oro y la maldición de Alberich), esos mismos parientes les digan "¡Han regresado!" y "¡Bienvenido, hermano!". Es demasiado estúpido para poder soportarlo. Ah, el tablón cochambroso de color blanco que hace las veces de "puente del arco iris" resultó feo y cutre. De la flecha roja de cartón piedra que simbolizaba el fuego, mejor no decir nada. La próxima vez, podrían pedirle los decorados a los falleros de Valencia, que seguro que los hacen mucho mejor. El tarnhelm, que es un yelmo, resultó aquí ser un bombín de color dorado. Una curiosa horterada. Horterada que llegó a lo grotesco cuando la "serpiente gigantesca" no apareció y sólo se vio el bombín meciéndose en lo alto de la nada (se supone -digo yo- que debería estar sobre la cabeza de la serpiente). En cuanto al oro, eso fue el colmo del disparate. En el fondo del Rin, tenía forma de bola de helado (de color dorado). Luego, como todos sabemos, se transforma en el anillo de Alberich. Sin embargo, cuando Alberich tiene el anillo en su mano, los nibelungos apilan unas piezas doradas del tesoro. Luego, cuando es Wotan quien tiene el anillo en su mano y los dioses apilan el tesoro para tapar a Freia, ¿qué forma creéis que tienen todas las piezas del tesoro juntas? Vamos, seguro que lo habéis adivinado..... ¡la bola de helado! La pregunta es: si el oro del Rin está transformado en el Anillo, ¿cómo es posible que el oro extraído de las profundidades sea el oro del Rin? Memeces como esta hicieron que la función fuera una serie de barbaridades que difícilmente pudieron satisfacer las necesidades de un drama mucho más profundo que este cochino vodevil que nos tocó soportar. Un saludo, Germán |
| ||||||
Una duda que se me había pasado. Me pareció que el sonido de los yunques era artificial, como grabado. ¿Fue así o era mi impresión?, en caso afirmativo... ¿suele ser ello normal en las representaciones de Das Rheingold?. Y otra cosa, ¿a qué puede deberse que en esta producción nos descubran "en exclusiva" que Loge no sube al Walhalla con el resto de los dioses?. Un saludete |
| ||||||
Acabo de leer el mensaje que el Sr.Wozzeck envió cuando ya se sabía quién era el autor. Supongo que no se enteró porque estaba escribiendo su mensaje. Y me decido a enviar este mensaje porque, en mi extenso comentario sobre esta función de la que se habla en esta conversación, he cometido un pecado infame: he incluido la palabra "amariconadillos" al referirme al sonido de los yunques. Espero, Sr.Wozzeck, que no se ofenda, puesto que en este caso no me puedo referir a la opción sexual de los yunques, ya que, como todos sabemos, los yunques carecen de sexo. "Amariconadillo" es una expresión que no tiene nada que ver con la opción sexual. Es un término despectivo, que se refiere en este caso al sonido blando y falto de fuerza de los yunques. La censura tiene muchas formas. Y la corrección política es una de ellas, quizá su forma más reciente, disfrazada de progresía, para quedar bien cuando se puso de moda, a finales del siglo XX. A ver si evolucionamos, que ya estamos en el siglo XXI. Un saludo, Germán |
| ||||||
En cuanto a si ha cometido un acto infame, yo no le voy a juzgar. Por cierto ha estado usted muy elocuente en su comentario acerca de los yunques. Menos mal que me lo ha aclarado porque yo hubiera jurado que si tenían sexo. Más que nada por su fisonomía ¿sabe?. No sé de donde es usted pero en mi tierra maricón es una palabra despectiva utilizada para referirse a ciertos homosexuales afeminados (respetables, cada cual es cada cual) que por extensión, se ha aplicado a todo aquel cuyos gustos sexuales se orientan hacia personas del mismo sexo, tratándose del masculino (para ellas hay otro) independientemente de si se és afeminado o no y que se aplica con el único fin de ofender. Yo no voy a dar lecciones de ética a nadie porque no soy quien para darlas pero si soy libre, no de censurar pero si de señalar lo que a mi no me parece correcto o no me gusta y como no me ha parecido correcto pues lo he dicho. Me rechinan ciertos modismo o formas de hablar-escribir que la mayoría aparentemente "normal" nos permitimos utilizar so pretexto de que no han de molestar u ofender porque nada tiene que ver con nosotros, o en cualquiera de los casos y así como el que no quiere la cosa justificarnos después con un: -no es para tanto. Si despues de todo no es más que una expresión o una frase hecha o en fin ¿que sé yo? pues lo mismo que asociar tacaño con catalán ¿verdad que es muy normal? Pues ¡venga! digamos que si los metales fueron escasillos en su entrega, fuero a la catalana o si nos hemos sentido engañados o estafados en una función tambien diremos que han sido unos gitanos. Total si todo el mundo lo hace. El tema de la corrección política no es algo inventado de forma gratuita o porque sí. Creo que hay muchas personas que se pueden sentir molestas u ofendidas porque todavía se sigan fomentando los topicazos despreciativos que tienen que ver con sectores de la población, en definitiva con seres humanos con sentimientos. ¿Demagogia barata? Puede ser. Quizá nunca llegue a entenderlo porque utilizar ese tipo de expresiones le parecerá muy lógico y normal ya que nada tienen que ver con usted los "maricones" salvo recurso cuando quiere referirse a algo flojo y de forma despectiva naturalmente. Un saludo F.Nogales |
| ||||||
Estimado Sr.Nogales/Wozzeck: En toda España, "maricón" es una palabra que tiene, por lo menos, dos significados. El primero es el que hace referencia a la homosexualidad. El segundo es un insulto que se usa para ofender. Es esta segunda acepción la que ahora interesa: como tal, "maricón" sería el grado más suave para insultar, al que superan (en orden ascendente) "cabrón" (que sería más ofensivo que "maricón") e "hijo de puta" (que sería el más ofensivo de todos). Sin embargo, conviene hacer notar que estos tres insultos denotan un cierto respeto hacia la inteligencia del que los recibe. Por eso se pueden usar incluso entre amigos como muestra de confianza, entre risas, en casos como: "Jo, Pepe, qué maricón eres" o "Desde luego, Manolo, mira que eres hijoputa". Ni el primero pensaría que se le está llamando "homosexual" ni el segundo pensaría que su madre está siendo acusada de vender sus favores. Ni, por supuesto, se ofenderían. Al contrario, saben que se les está alabando por su agudeza, brillantez o mala leche usada con astucia. (No pasa lo mismo con "gilipollas", que denota una absoluta carencia de luces: Y por supuesto, "gilipollas" no se puede entender jamás como "calidad de idiota propia del aparato reproductor masculino", que sería su significado literal). Así que, como ve, el lenguaje es más complejo de lo que la ceguera "políticamente correcta" nos enseña. En todo caso, la expresión que usamos tanto el autor del postoperatorio como yo, fue "amariconado" y el significado era una clara referencia a un tipo de interpretación, que no se refería a "propia de homosexuales", sino a "blanda, amanerada y carente de fuerza". "Yo no voy a dar lecciones de ética a nadie porque no soy quien para darlas pero si soy libre, no de censurar pero si de señalar lo que a mi no me parece correcto o no me gusta y como no me ha parecido correcto pues lo he dicho." Por mi parte, ningún inconveniente en esto. Me parece muy bien que lo haga. "Si despues de todo no es más que una expresión o una frase hecha o en fin ¿que sé yo? pues lo mismo que asociar tacaño con catalán ¿verdad que es muy normal? Pues ¡venga! digamos que si los metales fueron escasillos en su entrega, fuero a la catalana o si nos hemos sentido engañados o estafados en una función tambien diremos que han sido unos gitanos. Total si todo el mundo lo hace." Usted sabe tan bien como yo que si alguien escribiera "metales a la catalana", no entendería nada o pensaría que se está hablando de la industria metalúrgica de Cataluña. Esa descripción carece de referencias lingüísticas y es nueva, no se entiende. En cambio, la de "amariconado" la entiende todo el mundo y tiene otros significados, aparte del de la opción sexual. Lo de los gitanos tampoco lo he oído jamás en ese contexto y por lo tanto tampoco lo entendería. "Quizá nunca llegue a entenderlo porque utilizar ese tipo de expresiones le parecerá muy lógico y normal ya que nada tienen que ver con usted los "maricones" salvo recurso cuando quiere referirse a algo flojo y de forma despectiva naturalmente." Pues mire, lo entiendo muy bien, porque tengo amistades "que entienden" y que se reirán cuando lean mañana desde la oficina mis mensajes, porque ellos mismos usan la palabra "maricón" como insulto y la palabra "amariconado" en el mismo sentido en que la he usado yo. Pero es que ellos no tienen complejos ni usan su condición sexual para ejercer de Torquemada con la excusa del victimismo. "El tema de la corrección política no es algo inventado de forma gratuita o porque sí. [...]Demagogia barata? Puede ser." Exacto. Pero dejaré que lo explique el Sr. Arturo Pérez-Reverte, que lo hace mucho mejor que yo. Un saludo, Germán ----------------------------------- Arturo Pérez Reverte PINCHOS MAGREBÍES Hay que ver la de tiempo libre que tiene la gente. En los últimos tiempos he recibido varias cartas afeándome el uso que hago de palabras políticamente incorrectas. Lo de negro, por ejemplo. Cuando me refiero a un negro diciendo que es negro -a mí me han llamado blanco en África toda la vida- resulta que soy xenófobo. Escribir que algo es una merienda de negros, por ejemplo, o que esa negra está para chuparse los dedos, o hablar de la trata de negros, me asegura media docena de cartas poniéndome de racista para arriba. Hasta decir cine negro o lo veo todo negro es peyorativo, argumentan; y pasarlas negras, sin ir más lejos, se asocia de modo racista con pasarlas putas. Por eso también debería evitar la palabra negro como sinónimo de cosas malas o negativas. Así que diferencie, cabrón. No influya negativamente en la juventud. Llámelos subsaharianos, sugieren unos. De color, sugieren otros. Afroamericanos, si son gringos. Etcétera. Y a veces, esos días en que uno se pone a escribir sintiéndose asquerosamente conciliador, intento contentarlos a todos y a mi mismo -negro me sigue pareciendo la forma más natural y más corta- y escribo, verbigracia, subsaharianos de color negro; pero entonces, encima de que me queda un poco largo y rompe el ritmo de las frases, algunos piensan que me lo tomo a cachondeo y las cartas se vuelven más explosivas todavía. Estoy desconcertado, la verdad. ¿Naomi Campbell es o no es un pedazo de negra?... ¿El halcón maltés es una película de cine subsahariano de color?... No sé a qué atenerme. Y lo de moro, esa es otra. Debería usted decir norteafricano o magrebí, apuntan graves. Lo de moro suena a despectivo, a reaccionario, Hasta un erudito lector me lo calificaba el otro día de término franquista: los moros que trajo Franco y todo eso. Sin embargo, ahí debo reconocer que, por muy buena voluntad que le eche, se me hace cuesta arriba prescindir de una palabra tan hermosa, antigua y documentada. Moro viene por vía directa del latín maurus, habitante de la Mauritania; figura en las Etimologías de San Isidoro y en Gonzalo de Berceo, y si hay una palabra vinculada a la historia de España, y que la define, es ésa. Ganada a los moros en 1292 reinando Sancho IV el Bravo, leemos -los que leen- en los muros de Tarifa. Olvidar esa palabra seria ignorar lo que en las ciudades españolas aún significa morería, por ejemplo. O lo que la palabra morisco supuso en los siglos XVI y XVII. De cualquier manera, ahora que todo el mundo anda rescribiendo el pasado a su aire, tampoco tendría nada de particular que revisáramos la historia y la literatura españolas, empezando por el xenófobo y franquista cantar del Cid, sustituyendo la palabra moro por otra mas moderna. Las coplas de Jorge Manrique perderían algún verso bellísimo; pero ganaríamos, además de corrección política, palabras como pincho magrebí, que es aséptica y original, en vez de la despectiva pincho moruno. Y reconozco que decir fiestas de norteafricanos y cristianos en Alcoy también tiene su cosita. En cuanto a lo demás, pues lo mismo. Fíjense en lo de maricón, por ejemplo. A ver qué cuesta decir, en vez de eso es una mariconada, eso es una homosexualidad. O para decirle a un amigo no seas maricón, decir no seas sexualmente alternativo, Paco. Ya sé, opondrán algunos, que no hay palabras malas ni buenas, sino por la intención y el uso. Y la responsabilidad de que haya menguados que las utilicen sólo en sentido despectivo no es atribuible a las palabras en si, que suelen ser nobles, antiguas y hermosas, capaces además de adaptarse a todo con los limites que imponen el sentido común y la decencia de cada cual. Pero en los tiempos que corren, si no quieres que te llamen cacho cerdo -me extraña que ahí no protesten las protectoras de animales por la asociación peyorativa-, tienes que hilar muy fino. En este mundo artificial que nos estamos rediseñando entre todos, el café debe ser sin cafeína, la cerveza sin alcohol, el tabaco sin nicotina, los insultos no deben ser insultantes y las palabras han de significar lo menos posible. Además, ojo con quienes se sienten aludidos aunque nadie les dé vela en el entierro. No vean qué cartas recibo cuando llamo agropecuario a un político cateto. Qué tiene contra el campo y la ganadería, me dicen. So fascista. O si le digo subnormal a alguien. Ofende a los minusválidos, me reprochan, olvidando que imbécil, tonto o idiota expresan lo mismo, y que las palabras son vivas y ricas, utilizables como insulto o como muchas otras cosas sin que eso las aprisione o las limite en un determinado contexto. Lo mejor fue cuando hablé de sopladores de vidrio refiriéndome a unos perfectos soplapollas, y protestó uno que soplaba vidrio de verdad. O cuando califiqué a otro de payaso, y acto seguido recibí una indignada carta de una respetable oenegé llamada -cito sin ánimo de ofender- Payasos sin Fronteras. |
| ||||||
Coincido en todo salvo en: "un acto de mala fe". Yo preferiría dejarlo en: "en un acto desafortunado" i prou. ¿Qué te parece? |
| ||||||
Germán ha escrito: A Fco.Javier: hombre, no has estado muy afortunado con tus insinuaciones, pero bueno, precisamente el autor es alguien a quien tú decías respetar hace poco. Ya te enterarás de quién es. Desde luego, no puede ser desconocido para ti, que conoces a todos los que escribimos aquí. = Tienes razón, mi hipérbole de transición entre la primera y tercera línea no ha tenido el efecto -neutro- que yo esperaba, pues para mí lo importante estaba en la primera y tercera línea. Para escribir mensajes tan cortos debería hacerlo mejor. Dices: "el autor es alguien a quien tú decías respetar hace poco". Je, je, hace poco no, que llevo casi tres años haciéndolo en todas partes y defiéndole en lugares en los que él no podía defenderse -por ausencia-. Si hasta me llamaron la atención por utilizar mensajes antiguos suyos (sí, los guardaba). En fin, somos demasiado afines como para que surja un conflicto serio entre nosotros. Saludos Javier de Cornella (¡Por los viejos tiempos!) fco.javier.gordillo@archivowagner.net (¡Por los nuevos tiempos!) |
| ||||||
Pues ya que me lo preguntas, me parecen dos cosas: 1.- Que, a estas alturas, ya sabemos todos quienes somos y donde estamos. 2.- Que el movimiento se demuestra andando. |
| ||||||
Hola amigo "X" (lo de "X" no es por tu referencia al Loge, si no por carecer de tu firma). Yo no creo que debamos darle tanta importancia a ese jocoso, y para mí muy acertado comentario sobre como se representó de una forma tan ridícula a Loge. Yo publiqué mis impresiones sobre ese bastante pobre "Rheingold" en rwagner@yahoogroups.com (donde podrás leerlo,)opinando que en lugar de dios del fuego deberían haberle llamado "chispita". En el siglo XIX le habrían llamado tal vez "afeminado" si ese mote te complace más. Luis |
| ||||||
Estimados amigos wagnerianos, sobre la representación del Oro del Rin a la que tuve la poca fortuna de asistir el pasado 4 de Junio, sólo puedo transmitiros un profundo sentimiento de vergüenza y humillación. Es realmente indignante que para lucimiento de las mamarrachadas de poco gusto del director escénico, durante el primer acto se tuviese la poca falta de ética de hacer que unos figurantes hiciesen ruído aplaudiendo destrozando el sentido musical de la obra. ¿Es que los responsables no son capaces de sentir la música? Desde luego, si la sienten, lo que no sienten es respeto por ella. Esta acción, inimaginable en cualquiera que tenga el más mínimo aprecio por la música, era suficiente para haber armado un buen escándalo. Del resto no puedo ni hablar. Si en lo vocal no me sentí decepcionada por el elenco, la dirección musical resultó penosa. ¿Era realmente Wagner lo que sonaba? Tal vez un Wagner de "partitura plana". Y lo que más pudo dolerme fueron las ovaciones finales. Desde la sensibilidad que me han aportado mis estudios sobre música, pienso que la cultura musical del público que ovacionó a "lo que habíamos asistido" dejaba un poco que desear. ¿Es que acaso no oían todo lo que allí NO estaba sonando? Si ya es lamentable tener que soportar unas puestas en escena que ninguna relación guardan con el sentido de la obra, la poca calidad de la dirección musical hace que una se lo tenga que pensar dos veces antes de asistir a un espectáculo tan deplorable. Saludos wagnerianos. |
| ||||||
Estimada Rosana: Aplaudo tu mensaje y suscribo hasta la última coma. Un cordial saludo, Germán P.D.: No me he olvidado de la conversación que tenemos pendiente, te responderé con tiempo. |
| ||||||
Aplaudo y suscribo totalmente tu comentario, yo dije más o menos algo parecido en rwagner@yahoogroups.com, el que las puestas en escena sean así tal vez sea un mal a soportar, pero que se ATREVAN a modificar el sonido con esos aplausos de los figurantes es escandaloso, bochornoso, impresentable. Peter Schneider me gustó en lo que hizo en el Liceo, aquí estuvo francamente deficiente, él y la orquesta. Titus no dió la talla que esperaba, para mí el mejor fué el Alberich de Walker. Saludos con nostalgia wagneriana de verdad Luis |
| ||||||
Os recomiendo la lectura de la excelente (como todas las suyas) crítrica de Fernando Peregrín en www.mundoclásico.com: Un saludo, Alberich Dioses plebeyos en el patio de butacas Fernando Peregrín Gutiérrez Madrid, 01 de junio de 2002. Teatro Real. R. Wagner: El oro del Rin. Puesta en escena de Willy Decker realizada por Martín Gregor Lütje; escenografía de Wolfgang Gussmann, vestuario de Wolfgang Gussmann y Frauke Schernau. Alan Titus, Wotan; Ángel Ódena, Donner; Joan Cabero, Froh; Hans-Jörg Weinschenk, Loge; Stephen Milling, Fasolt; Jyrki Korhonen, Fafner; Hartmut Welker, Alberich; Robert Wörle, Mime; Elena Zaremba, Fricka; Gwynne Geyer, Freia; Hanna Schwarz, Erda; María Rey-Joly, Woglinde; Itxaro Mentxaka, Wellgunde; Andrea Bönig, Flosshilde. Orquesta Sinfónica de Madrid. Peter Schneider, director musical. Los responsables del Teatro Real han presentado la puesta en escena de la Tetralogía wagneriana como una prueba de madurez del coliseo madrileño. Tras asistir a la tercera representación de El oro del Rin la conclusión lógica que se saca es que aún queda mucho camino por recorrer para empezar a hablar de madurez. Que, por otro lado, es natural, ya que sólo han pasado 5 años desde que se reabrió el Real, tras tres cuartos de siglo de paréntesis en su historia interpretativa, a la que tampoco podemos calificar de fecunda, asentada y relevante en relación con los grandes dramas musicales wagnerianos. La escenificación de la Tetralogía en fecha tan temprana en el reabierto Real-- piénsese, por ejemplo, que la Semperoper de Dresde, de donde procede este montaje, es un teatro con amplia y rica tradición wagneriana, que sin embargo ha esperado 16 años desde su reapertura para reintroducir El anillo del nibelungo en su repertorio -- se ha debido fundamentalmente al deseo del fallecido García Navarro, entonces director artístico del coliseo madrileño, de dirigirla musicalmente, tal vez animado por las, para mí, incompresibles críticas laudatorias a su esforzada pero tosca dirección de Parsifal (marzo de 2001), donde logró que la orquesta fuera un muro sonoro plano y compacto, soslayando pertinazmente la reveladora y expresiva estructura espacio-temporal de la partitura, muro que se interpuso entre la audiencia y una puesta en escena -- muy protestada en el Covent Garden londinense cuando posteriormente se estrenó allí -- de la que no quiero acordarme. Cuando un teatro de temporada como es el Real se plantea la escenificación de El anillo del nibelungo, lo primero que se debe considerar es cómo se va a programar el ciclo en el futuro una vez estrenados los montajes del prólogo y de las tres jornadas en varias temporadas sucesivas (tres en el caso del Real). En el caso de los teatros de repertorio, que programan del orden de 30 títulos por temporada (más espectáculos de ballet y de otros géneros musicales), las sucesivas reposiciones se hacen en forma de ciclos completos, dos o tres por temporada o cada dos temporadas, y representados cada uno en el intervalo de una semana aproximadamente. Así, una producción de la Tetralogía, que suelen ser cada vez más caras, se pondrá en escena en los 10 o 15 años de vida que pueda tener -- según su éxito de público -- un número suficiente de veces, y así se justifica la inversión en una producción propia. No es este el caso del Teatro Real, que ofrecerá, por ejemplo, la próxima temporada sólo 8 títulos, no siendo previsible que en un futuro próximo se sobrepase la docena, lo cual dificulta la programación en forma de ciclo, pues éste, pese a su unidad como concepción artística, necesita de cuatro puestas en escena, a todos los efectos equivalentes a cuatro títulos, entre la mitad y un tercio de los de una temporada regular del Real. Por lo tanto, como no sea en futuros Festivales de Verano -- una vez que acabe, si es que acaba, el monopolio de Barenboim y sus huestes de la Deutsche Staatsoper Berlin--, o con motivo de que alguna hoy rarísima batuta wagneriana de primera fila se deje convencer para ejercer su magisterio en Madrid, no parece probable que se vaya a programar muchas reposiciones de la Tetralogía una vez completada. Todas estas consideraciones deberían haber llevado a los dirigentes de un teatro de temporada con cierta madurez a cuestionarse, antes de nada, la oportunidad y la conveniencia de abordar la Tetralogía con anterioridad a otros títulos wagnerianos (incluyendo La Walkyria desligada del ciclo completo) que demandan menores esfuerzos económicos y de organización, a la vez que permiten un mayor número de reposiciones, las cuales facilitan a los cuerpos estables, al público y a la crítica habitual del teatro familiarizarse con el repertorio wagneriano. En lugar de estas reflexiones, en el Teatro Real se ha impuesto, al parecer, la simpleza megalómana de que toda compañía de ópera que se precie -- por muy bisoña que sea -- debe contar en su historial artístico -- por muy breve que sea -- con una escenificación de la Tetralogía. Extraña coproducción Aceptada esta premisa de grandiosidad provinciana, hay tres formas de llevarla a la práctica: la primera es embarcándose en una producción propia, muy desaconsejable para un teatro de tan escasa experiencia en los dramas musicales de Wagner como el Real. (Sólo en casos excepcionales, como sería la posibilidad de una escenificación inspirada en una tradición escenográfica o arquitectónica propia del teatro, de su ciudad o de su entorno, se justificaría esta aventura llena de riesgos, mas siempre que se abordara con gran imaginación, conocimiento profundo de la obra y sin derroches ni medios desproporcionados). Como segunda posibilidad tenemos la coproducción, que viene a ser una forma muy común de compartir costes y riesgos, siempre que los socios entren en pie de igualdad en el proyecto. Y la tercera, el alquiler o compra de una producción ya rodada y que haya alcanzado plena madurez conceptual y de realización en uno o varios teatros de características similares a las del Real. ¿Cuál ha sido la opción elegida por los responsables del coliseo madrileño? Pues la verdad es que no está muy claro. Oficialmente, en el Real se habla de coproducción con la Sächsische Staatsoper Dresden Semperoper, y así figura en el programa de mano y en su web oficial; mas para el teatro alemán no existe tal coproducción con Madrid, sino que se trata de un montaje propio debido a la iniciativa de una fundación, la Stiftung zur Förderung der Semperoper y patrocinado por una importante empresa automovilística alemana. Tengo para mí que esta última es la versión que más se ajusta a la realidad, pues en el programa de mano de la representación a la que asistí, la tercera como ya ha quedado dicho, se insertó una octavilla, con todos los visos de servir para subsanar olvidos anteriores, en la que se acreditaba la puesta en escena a las citadas fundación y empresa. Algo de esto se pudo sospechar cuando el director escénico Willy Decker no apareció por Madrid ni para la función del estreno (aparentemente, ni siquiera envió a su ayudante principal, sino a un secundario), lo que inocentemente se intentaba justificar en una entrevista que publicó el diario El país al día siguiente del estreno (’Hay que despolitizar a Wagner’, 29 de mayo de 2002) mediante el siguiente comentario del despistado entrevistador: ’[Decker] está en Dresde preparando Sigfrido’. Una excusa poco creíble si se tiene en cuenta que el estreno de esta producción está previsto en la citada ciudad alemana el 10 de noviembre del año en curso. En resumen, y mientras el Real no se digne a contradecir estas afirmaciones, parece que se ha comprado (o alquilado), sin mucho conocimiento de causa, una producción del prólogo de la Tetralogía propiedad de otro teatro pero pagando por ello como si de una coproducción se tratase (según informaciones aparecidas en la prensa madrileña, un millón y medio de euros sólo por este Prólogo) y asumiendo los riesgos de traer a Madrid un montaje del ciclo completo que no estaba ni terminado ni asentado (normalmente, y según los expertos, se requieren un mínimo de seis a ocho ciclos para que el montaje de El anillo se pueda considerar maduro). Y que, además, no había tenido, ni mucho menos, críticas elogiosas en los diarios alemanes ni en la prensa especializada. Teatro con dioses plebeyos En la citada entrevista de El país, el director escénico habla de ’despolitizar a Wagner’. Bienvenida sea esta tendencia, siempre y cuando no se incurra en una completa desnaturalización del drama musical por un prurito de modernidad mal entendida. Que es lo que, a fin de cuentas, ha ocurrido en este montaje de Decker, confinado en el patio de butacas de un simulado teatro, en medio del cual aparece el reducido escenario en forma de cajón blanco y abierto por delante y por detrás, en perspectiva acentuada, unas veces regular, otra, distorsionada, reminiscencia del viejo expresionismo geométrico del cine alemán de los años veinte del pasado siglo. Un ligero movimiento ondulatorio de los respaldos de las butacas (que llenan el escenario del Real en toda su anchura pero sin demasiada profundidad), oscilación casi imperceptible para el espectador desapercibido, parece simular las olas del Rin. Esta alusión al río, más unos telones blancos, con costura incluida, en los que se han dibujado a la manera de la técnica del carboncillo gran profusión de cumbres blancas de montañas, son todas las alusiones a una naturaleza que parece haber huido del ambiente deslucido y prosaico de teatro de provincias en el que se desarrolla la acción, unas veces en el blanco y geométrico escenario, otras en el propio patio de butacas, sin que se sepa bien el porqué de cada caso. Además de ese enfoque de dioses aburguesados, vulgarizados, despersonalizados y desprovistos de todo simbolismo, hay serios errores tanto de concepto como de realización. Así, por ejemplo, es ridículo el aspecto de blanco templete griego dado al Walhall, que aparece primero como maqueta portátil que se pasan los dioses entre sí, para finalmente ocupar el lugar que el escenario tenía en el teatro simulado, más como torcido pegote albo que como imponente fortaleza; lugar al que deben acceder los dioses mediante un corto tablón rectangular blanco colocado de cualquier modo sobre las omnipresentes filas de figuradas butacas. Las cuales, por cierto, en la primera escena, están parcial y ocasionalmente ocupadas por espectadores que contemplan cómo las hijas del Rin, emulando sobre el fingido escenario a unas vulgares cabareteras, seducen a ’Alberich’, tras los cual los figurantes irrumpen en sonoros aplausos que tapan a la orquesta. Hay yerros menos evidentes para los espectadores que no conozcan bien los personajes ni los simbolismos de El oro del Rin, como la utilización de un enorme, vertical y naíf rayo rojo como símbolo y transporte de ’Loge’, el dios del fuego; o que la lanza de ’Wotan’, cual falsa moneda, pase siempre de mano en mano y sirva incluso para que ’Donner’ la blanda en sustitución de su martillo para invocar la tormenta y dar paso al arco iris. Carece de explicación, asimismo, como no sea por seguir con el tono plebeyo de la escenificación, que se recurra a un vulgar bombín dorado como alegoría del Tarnhelm, el yelmo mágico de tela metálica. La lista de inexplicables incoherencias, siendo extensa, no es lo peor del montaje, sino la inconsistente dirección de actores, algo difícil de entender si se conocen bien los trabajos escénicos de Willy Decker. Los diálogos se confunden con los monólogos introspectivos o los apartes, unos personajes se dirigen a otros mirando a unos terceros o al público, y la caracterización psicológica y gestual es asaz exigua. Quizá la explicación haya que buscarla en la ausencia de escenario del Teatro Real del director escénico, suplida por un asistente aparentemente no muy ducho en este montaje. Para la mayoría de los espectadores poco o nada familiarizados con la Tetralogía, y por tanto, indiferentes a las mencionadas incoherencias, esta escenificación del prólogo seguramente aparecerá como moderna, desprovista de todo simbolismo mitológico, con unos dioses muy indiferenciados y plebeyos, cuyas tribulaciones no son muy comprensibles y que se mueven con bastante desgana (excepción hecha del inquieto, superficial y dicharachero ’Loge’, un personaje que el director escénico no ha comprendido en absoluto) en un escenario plagado de butacas y formas geométricas, y de pobre colorido (salvo el estrafalario parche rojo del rayo del dios del fuego). Esta estética en boga en muchos teatros centroeuropeos con vitola de moderna e intelectual, pero que empieza a ser ya rancia, contrasta con la del realismo mágico con que se nos narra en el cine, con profusión de colores, detalladas imágenes mitológicas y fantásticas y escenografía de fabulación portentosa, las más variadas sagas, leyendas y odiseas heroicas tanto del pasado como del futuro. ¿Para cuándo pues, cabe preguntarse, se podrá ver en Madrid una escenografía de El anillo del nibelungo que, aprovechando los extraordinarios medios técnicos actuales (que no cesan de avanzar), nos presente con realismo mágico una de las más hermosas y poéticas leyendas sobre la condición humana y su relación con la naturaleza que la cobija que ha producido el arte musical del romanticismo europeo? Orquesta entre algodones Puede que el mayor acierto de estas funciones haya estado en la elección y contratación del director musical, Peter Schneider, un kapellmeister seguro, eficaz y con probada experiencia en este repertorio. Conocedor de lo que pueden dar de sí las orquestas a su cargo, planteó una ejecución orquestal sin demasiados matices ni exigencias, pareciendo mantener a la Orquesta Sinfónica de Madrid entre algodones para evitar que se quebrara en los pasajes de gran intensidad sonora o de serias dificultades o de mayor demanda de destreza y experiencia. Así, todo estuvo en su sitio, los motivos conductores (leitmotiven) se escucharon con claridad y reinó el orden y el concierto en el foso. Mas apenas si hubo contrastes dinámicos ni patetismo en los clímax ni grandiosidad ni desbordamiento expresivo en los crescendi; el maestro aligeró en algunos pasajes los tempi con el aparente propósito de favorecer la intervención de vientos y metales, con lo que se perdió lirismo y temperatura efusiva. El color orquestal se puede calificar de anodino y apenas hubo profundidad en la perspectiva sonora con lo que la orquesta raras veces proporcionó manifiesto sustento al desarrollo dramático de la escena. El oro del Rin no requiere de grandes alardes vocales, por lo que un reparto formado por sólidos cantantes del gran repertorio lírico alemán es lo más adecuado para lograr una representación digna y de suficiente calidad. Lo más endeble de la compañía de canto que presentó el Real fueron las hijas del Rin (María Rey-Joly, Itxaro Mentxaca y, algo mejor, Andrea Bönig) seguidas de cerca por el un tanto irregular Hans-Jörg Weinschenk como ’Loge’. Las diosas (excelentes Hanna Schwarz como Erda y Elena Zaremba como ’Fricka’) pusieron más intensidad y entrega que los dioses, entre los cuales el más frío, impersonal y apático resultó ser el más importante y renombrado de ellos, Alan Titus (’Wotan’). El resto del reparto cumplió con holgura su cometido. En la traducción del libreto que se incluye en el programa de mano de estas representaciones se han suprimido casi todas las acotaciones escénicas de Wagner, quizá para evitar que los lectores que las leyesen cayeran en la cuenta de las grandes diferencias existentes entre lo que escribe el compositor y lo que se desarrolla en el escenario del Real. Además, la traducción del libreto que es de tipo industrial, poco cuidada y probablemente realizada con escaso conocimiento de la Tetralogía, se aleja incomprensiblemente de la tónica seguida hasta ahora por el Teatro Real en relación con las traducciones de los libretos wagnerianos. Por último, los sobretítulos, mal sincronizados y un tanto confusos, no contribuyeron a que el público se aclarase sobre el verdadero sentido de la obra ni sobre las intenciones del equipo escénico de Dresde. Muchos espectadores miraron repetidamente sus relojes y se notó el característico movimiento en los asientos que denota cansancio o aburrimiento, o ambos. Así, la acogida fue ’de circunstancias’; hubo, eso sí, algunos ’bravos’, pero la mayoría de la sala se vació en breves instantes tras finalizar la función. Como no apareció a saludar ningún responsable de la puesta en escena, nos quedamos sin saber la opinión del respetable sobre este montaje. 06.06.2002 |
| ||||||
Se nota que este señor sabe un rato. Además me encanta como critica, alaba o justifica en su justa medida según el caso. Saludos. Javier |
| ||||||
Hola a todos. Lamento no haber podido asistir a la cena despues del "Oropel del Rin" pero motivos personales me lo impidieron. Ahora, entrando en materia, ayer, 13 de junio, tuve la ¿fortuna? de asistir al experpento que se ha montado en el Real. La verdad es que estoy tan cabreado que creo que no merece siquiera dedicarle una sola linea -tan solo, acaso, para salvar a Hanna Schwarz, magnífica Erda; ¡ya podía haber cantado ella todos los papeles!-. Y lo que más rabia me da es haber esperado tantos años para ver una Tetralogía en Madrid y luego encontrarte esto. Eso si, hacía mucho tiempo que no abucheaba tan a gusto en el mar de bravos y ovaciones que el ¿respetable? -para poder ser respetable, primero hay que ser respetuoso- del Real prodigó. Menos mal que el próximo día 6 veré el Tristán de Barcelona, que, por lo visto, esta bastante bien. Un saludo a todos, Ignacio. |
| ||||||
"Menos mal que el próximo día 6 veré el Tristán de Barcelona, que, por lo visto, esta bastante bien." Ay, Ignacio, ¿estás seguro de lo que haces? Pero si no soportas el "Tristán" de Barenboim y ¿te vas a ver uno dirigido por Bertran de Willy? El día 7 oiré tus rugidos, me temo. Nos lo contarás, ¿verdad? Un saludo, Germán |
| ||||||
Hola amigos, Es la primera vez que entro aquí, y por ello, les ruego que me disculpen, por que yo, no soy ni mucho menos una experta en ópera, mucho menos en Wagner. Si estoy aquí, es con el ánimo de ir creciendo en la ópera Wagneriana, y aprender a escucharla. Vaya por delante, que mis gustos musicales son tan variados, que puedo amar por igual un tema de Lloyd Weber, Cole Porter, Curt Cobain o una copla española. Yo busco en la música emoción, que penetre en mis sentidos, y la ópera lo hace. Ahora pueden tirarme piedras, si quieren :D ( En mi casa también lo hacen, porque dicen que cómo pueden gustarme esas señoras gordas gritando de esa forma). Me inicié en la ópera con " Las bodas de Fígaro", un caramelo de obra para mí, y desde entonces pasé por todos los estados del género: barroco, belcanto italiano, Verdi, grand-opera, verismo, bla, bla y llegué a Wagner. Aquello sí era distinto. Pero al grano. El Oro del Rin en el Real La orquesta: A mí lo que me gusta realmente de Wagner es la orquesta ( sí, es cierto la atonalidad del canto wagneriano es aún algo difícil para mí). Lo que me impone realmente es la potencia de las voces, paseándose alegremente por encima de toda esa paleta orquestal de sonido bellamente atronador. Para mí la que de verdad canta en la ópera de Wagner es la orquesta. Así aunque he leído críticas a la orquesta del Real en este Das Rheingold, para mí fue increíble, sublime. Era mi PRIMER wagner en DIRECTO!!! Mi primera temporada en el Real, y me ponían el Oro del Rin!!!. Yo no cabía más en mí de gozo, de oir esa música celestial, genial, desde mi butaca de escasa visibilidad del cuarto piso. Supongo que mi falta de formación es la culpable de ello. Cuando yo fui, el pasado día once de Junio, nadie molestó en los interludios. Los disfruté plenamente ( o quizá era yo, demasiado concentrada en los sonidos). Además como entiendo alemán, me enteraba de bastante sin leer :) Los cantantes: Yo estoy acostumbrada a oir Wagner solo en discos, con Flagstad, Melchior, Varnay, Vinay, Dieskau, Nilsson, sabia que no iba a encontrarme eso ( ni siquiera puedo imaginar cómo sonarían en directo aquellos cantantes. Buf!) Yo empecé a temblar en mi butaca nada más aparecer las hijas del Rin , y eso que no se las oía mucho. Luego el señor que hacía de Wotan me parecía sublime a veces, y otras algo despistadillo, pero con una voz potente, firme, que se hacía notar . El actor que hacía de Loge, también un poquito irregular, a veces divertido, otras algo amanerado, a veces se le oía , otras se apagaba. El nibelungo Alberich, me pareció que estuvo muy bien, en todo lo que hizo. Fricka y Freia, bien, pero no me hicieron saltar. Y sobre todo el elenco, me hizo sentir atrapada Erda ( creo que fue lo más de la función), arrastrando la cortina negra hacia Wotan con paso misterioso. Qué voz, qué voz tan maravillosa! ( me convierte esto en aspirante a Wagneriana?’) El montaje: Socoooorrrooo! Esto en corto. Si lo tengo que explicar más extensamente, diría que no me gustó nada de nada. Quién fue el genio, que puso estas tontas butacas en todo el escenario, impidiendo la movilidad de los pobres actores? Yo quería ver dioses, diosas, enanos, gigantes, todos peleándose por el anillo, todos codiciosos, mucho colorido, espectacularidad. Y voy y me encuentro con una TELA pintorrojeada y partida en dos!!! Qué horror! Era esto el Real , o un colegio de primaria? Y encima las ondinas del Rin, calvas ( en vez de tener sus magníficas cabelleras doradas), y con esos horribles vestidos azules de fulanas de tres al cuarto. Y todos los dioses de negro riguroso y levita??? Y el rayucho ese que le pusieron a Loge, digno de los superhéroes de Marvel !! Y la maqueta esa del Valhalla, transformada en Partenón de escayola? Y el mondadientes gigante de Wotan que todo el mundo cogía porque le daba la gana? Y los gigantes , no eran gigantes, eran gorditos inflados. Y el horroroso puente al Valhalla en vez del arco Iris? Y porqué Loge no sube con ellos? ( eso fue tan terrible como los aplausos de los figurantes del primer acto). En cambio lo de la bola simulando el oro sí me pareció curioso, o los nibelungos de negro, arrástrandose por el suelo, todo tan angustioso. Pienso que las óperas con montajes raros, modernistas, vanguardistas, solo son ejercicios de egolatría al servicio del director escénico. Me gustaría más que respetasen las ideas originales de los autores de las obras. Está bien derrochar imaginación, pero no rizar el rizo de lo imposible. Quién sabe si el pobre Titus- Wotan no cantó mejor, harto de tanta silla, y salto olímpico para alcanzar el escenario raquítico del centro? Siento la extensión del texto, es que era mi presentación. No me echen a los leones, por favor. Un abrazo Nailju |
| ||||||
Ignacio, no te hagas demasiadas ilusiones que "más dura será la caída"... Avisado estás... Saludos, Fátima |
| ||||||
Bueno, repsetando mucho por su magnífica voz y, en general buen hacer a la sra. que interpretó el papel de Erda, me parece que fue una pequeña mancha negra dentro del brillo de su actuación, los portamentos con que deslucía el ataque a determinadas notas. Rompían un poco el efecto de ese ser enigmático que, surgida de lo inesperado, domina el momento escénico. Y en cuanto al detalle del Loge disidente al final del Oro, pregunto: ¿quién fue el primerdirector de escena al que se le ocurrió algo asín? ¿Tal vez a Patris Chigó en su anillo del centenario, donde, creo recordar, Loge se encargaba de cerrar el telón? Aunque, al tal Chigó, habría que reverenciarle, por un lado, si comparamos su trabajo con lo que vimos en el Real. Pero habría que condenarle, por otro, por ser el culpable de que se abriese la veda. O tal vez al que habria que condenar es a Wieland Wagner. Sí ¡vivan las puestas en escena del s. XIX! Un Wotan sin casco alado no es un buen Wotan. Saludos. Javier |