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“He
compuesto un coro griego, pero un coro que por decirlo así
llegará a ser cantado por la orquesta tras la muerte de Siegfried
y durante el cambio de escena; sonará el tema de Siegmund,
como si el coro dijera: éste fue su padre; después, el motivo
de la espada y finalmente el suyo propio.”
Richard
Wagner, mañana del 29 de septiembre de 1871
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Wagner
era muy consciente de lo que hacía y así lo prueba la cita que se
acaba de exponer. Al decir que había compuesto un coro griego, el
genio de Leipzig se refería al papel que éste tenía en la expresión
de sentimientos, en el comentario de la acción, o en el recuerdo
de acontecimientos. Así lo expresaba el propio Wagner en Ópera
y drama:
“El coro de la tragedia griega ha cedido su importancia para el drama
a la orquesta moderna sola, para, libre de toda restricción, desarrollarse
en ella en la manifestación más infinitamente variada; pero a
cambio de ello su aparición humana real, individual, es trasladada
de la orquesta al escenario, arriba, para abrir la semilla de
su individualidad humana, subyacente en el coro griego, en la
máxima floración independiente como directo partícipe activo y
pasivo del drama mismo.”
(Richard
Wagner, Ópera y drama, pág. 309-310)
Así
pues, en el ideal del drama wagneriano, es la orquesta la que asume
el papel del coro griego, y es precisamente usando la técnica del
leitmotiv como se logrará la expresión de sentimientos, el comentario
de acciones o el recuerdo de acontecimientos que se han mencionado
anteriormente: al identificar un tema musical con una situación,
un símbolo, o un personaje, el compositor está en condiciones de
repetirlo, variado, para recordar al espectador lo que sea conveniente
desde el punto de vista dramático. El sistema es tan sencillo que
parece incluso simple, pero no lo es en absoluto. De hecho, el uso
de esta técnica en El ocaso de los dioses alcanza cotas de
complejidad casi inauditas, incluso dentro de la obra de Wagner.
No en vano el propio Wagner mostró su agotamiento tras la composición
de los últimos compases de El ocaso y declaró su intención
de componer cosas más sencillas.
Si
hay una pieza que ejemplifica a la perfección este papel comentador
de la orquesta es la misma a la que Wagner se refería en el párrafo
que da comienzo a este artículo: la música fúnebre en honor de Siegfried.
Como tendremos ocasión de ver, la pieza constituye casi una pequeña
biografía en música, ya que se nos habla de sus padres (Siegmund
y Sieglinde), se nos habla de la espada, del propio Siegfried, hasta
que por fin se nos habla de su muerte y de Brünnhilde.
Por
este motivo, no es extraño que sea una de las partes más populares
de la Tetralogía y sea escuchada como pieza aislada en las salas
de conciertos. En 1981 la película Excalibur, de John Boorman,
popularizó aún más esta música (que aparecía en numerosas ocasiones
a lo largo del largometraje), en la que podría ser una de las bandas
sonoras mejor adaptadas de toda la historia del cine.
Tras
esta introducción, vamos a empezar ya con el análisis de la “Música
fúnebre” de El ocaso de los dioses.
Este
“coro griego” se inicia con una pulsación
de timbal en Do sostenido, con el ritmo del motivo
del asesinato, que se escucha por primera vez cuando
Hagen atraviesa a Siegfried con su lanza por la espalda.
Acto
seguido, se escucha el segundo
segmento del motivo del asesinato, es decir, la parte
ascendente que interpreta la cuerda.
Esto
enlaza directamente con una variación
(interpretada por las tubas wagnerianas y las trompas) del motivo
del vínculo de los welsungos (según denominación
de Deryck Cooke), que se escucha por primera vez en La walkyria.
Después,
el timbal repite solemnemente el primer segmento del motivo del
asesinato y la cuerda le responde con el segundo segmento. Los fagots
y los clarinetes vuelven a complementar estos compases con una nueva
variación
del motivo del vínculo de los welsungos.
La
razón por la que Wagner escogió este motivo está clara: gracias
a ese vínculo entre welsungos, Siegmund y Sieglinde se enamoran
y engendran a Siegfried. De esta forma tan sutil, Wagner empieza
la “biografía musical” de Siegfried.
El
timbal, con su toque ominoso, nos vuelve a recordar que estamos
lamentando la muerte del héroe. A continuación, se escuchan tres
notas ascendentes, con expresivas pausas entre una y otra, que culminan
en una exposición del motivo del asesinato, esta vez en la tonalidad
de Do menor, que tiene un color realmente trágico.
Este
motivo se repite dos veces más, mientras el acorde de Do menor se
va plegando sobre sí mismo (durante toda la música fúnebre, no dejará
de aparecer en un momento u otro, para recordarnos la pérdida del
héroe). Después surge, en las tubas wagnerianas (a las que luego
se añaden las trompas), lo que el musicólogo Deryck Cooke denomina
“motivo de la raza de los welsungos”.
Su
origen hay que buscarlo en el primer acto de La walkyria,
cuando Siegmund, tras narrar su última hazaña desdichada, dice a
Sieglinde: “Ahora sabes, mujer inquisitiva, por qué no me llamo
Friedmund”. La música que sigue a este comentario constituye la
primera aparición del motivo
de la raza de los welsungos. El efecto músico-dramático
es imponente: es una música que expresa la tragedia del hombre que
se siente alienado en una sociedad que lo detesta. Si en La walkyria
esta música consigue conmovernos por la soledad de un Siegmund deseoso
de compañía y cariño en un mundo carente de amor (y también por
la soledad de una Sieglinde que ha sido entregada
contra su voluntad a un hombre que no la ama), en la música fúnebre
nos recuerda la misma soledad de un Siegfried traicionado por todos
(incluso por su buena fe, al confiar en quienes le engañarán y más
tarde matarán).
Nótese,
además, que, mientras suena este motivo, el timbal sigue insistiendo
con el ritmo
del motivo del asesinato.
Acto
seguido, escuchamos otra vez el enérgico motivo
del asesinato, aunque ahora en la subdominante (Fa
menor). Y a continuación suena el segmento musical que va unido
en La walkyria al motivo de la raza de los welsungos.
Este
segmento musical es el que Siegmund canta con las palabras “Nun
weißt du, fragende Frau, warum ich Friedmund nicht heiße”, justo
antes de que suene el motivo de la raza de los welsungos. Las maderas
lo repiten inmediatamente
después. Al igual que antes, el timbal sigue marcando
el ritmo
del motivo del asesinato.
Así
pues, vemos que, por ahora, Wagner nos ha recordado ya –en música–
que estamos cantando la muerte de un héroe (motivo del asesinato),
que el héroe es un welsungo (vínculo de los welsungos), y que fue
concebido por dos seres que tenían en común una existencia solitaria
y sin cariño, incomprendida por los demás, y un amor sincero el
uno por el otro (motivo de la raza de los welsungos).
El
mes que viene veremos cómo empiezan a aparecer los recuerdos de
la identidad de Siegfried en esta “biografía musical”.
Bibliografía:
- Deryck
Cooke, Der Ring des Nibelungen – An introduction, DECCA 443581-2.
-
Richard Wagner, Die Walküre, Dover, Nueva York, 1978.
-
Richard Wagner, Götterdämmerung, Dover, Nueva York, 1982.
-
Richard Wagner, Ópera y drama, Centro de documentación de
las Artes Escénicas de Andalucía/Asociación sevillana de los amigos
de la ópera, Sevilla, 1997. Traducción de Ángel-Fernando Mayo Antoñanzas.
-
Martin Gregor-Dellin, Richard Wagner, Alianza Editorial,
Madrid, 1983. Traducción de Ángel-Fernando Mayo Antoñanzas.
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