Número 276 - Zaragoza - Diciembre 2023
IN FERNEM LAND... 

¡QUÉ DEPRISA LLEGA EL ALBA!

TRISTAN UND ISOLDE

Por una senda oscura iba el Amor,
sólo la Luna le miraba;
el reino de las sombras florecía,
extrañamente engalanado.

Novalis. Enrique de Ofterdingen.

 

 

                                                           

Isolde. Ch. E. Perugini

            Se abre el telón en el Teatro de la Colina Verde. En el castillo de rey Marke comienza el Segundo Acto del drama. A través de un espléndido jardín de grandes árboles, subiendo por una escalera lateral, se llega a alcoba de Isolde. Es una noche de verano, clara y serena. Al lado de su puerta, una antorcha permanece encendida. A lo lejos se oyen trompas de caza mientras Brangäne, muy agitada, advierte a la reina del peligro que corre si alguien descubre su amor y lo revela.

El cuervo blanco           

            Según estudiosos como Joseph Loth o Jean Markale, la figura literaria de Branguena, en la leyenda de Tristán, parece tener su origen (como todas las demás) en un personaje de la mitología celta en el que se unen los conceptos de amor y fatalidad (lo que es habitual en esta tradición): se trata de Branwen (su nombre significa literalmente cuervo blanco y su derivado Bronwen, por el que también es conocida, seno blanco), la Venus de los mares del Norte, diosa del amor y de la belleza, hija de Llyr (probablemente, la personificación divinizada del océano, que mucho más adelante se convertirá en el shakesperiano rey Lear ) y hermana de Bran el Bendito, uno de los cuatro reyes legendarios que, por su martirio, fundan Bretaña (y que se ha sido puesto en relación con dos Brenos históricos: el jefe de los guerreros celtas que llegaron hasta el mismo santuario de Delfos en el siglo III A.C. y el que saqueó Roma un siglo antes). Branwen fue la esposa de Matholwch, monarca de Irlanda, y la heroína de la segunda rama de los Mabinogion (relatos galeses, de origen celta, recopilados en dos manuscritos del siglo XIV, que expresan los ideales de la sociedad arcaica indoeuropea). Curiosamente el que el rey de Irlanda trate a su mujer como a una sirvienta (papel que desempeña en nuestra historia) provoca la venganza de su hermano Bran y un gran desastre en el que el que morirán el hijo de Branwen y el propio Bran, además de destruirse el caldero de la inmortalidad (prefiguración celta del Grial).

Branwen. A. Lee
Brangäne. M. Guyon

En el mito tristánico, Branguena, desempeña el papel de diosa del amor, no sólo como guardiana del filtro maravilloso que beberán los protagonistas, sino también como protectora de esa unión, asumiendo, a la vez, la función de confidente y vigía, dos figuras importantes en el ámbito del Amor Cortés (fin’amor o hohe Minne) que desarrolla la literatura medieval europea a partir del siglo XI y del que las distintas versiones del Tristán constituyen uno de sus más significativos ejemplos.

El ruiseñor y la alondra

            Dentro de la lírica trovadoresca destaca, durante los siglos XII y XIII, el género de la canción de alba (que, a través de la Provenza y de Francia, llegó a tierras alemanas y fue adoptado por los Minnesänger bajo el nombre de Tagelied: Von Eschenbach es el autor de un famoso ciclo), de la que tenemos un magnífico ejemplo en el acto segundo del drama de Wagner, que será uno de los momentos musicales más bellos y sobrecogedores de toda la obra: los avisos de Brangäne que, invisible desde lo alto del torreón, anuncia a los amantes la llegada del amanecer:

Sola velo
en la noche
a quienes el sueño
del amor sonríe.
Y me apresto a dar
la voz de alerta
que a los que duermen,
desgracias predice
y temerosa
les exhorta a despertar.
¡Cuidado!
¡Cuidado!
¡Pronto se disipará la noche!
Fin'amor. Codex Heidelberg  
Romeo y Julieta. F. Dicksee

            Lo que, en un primer momento, fue una canción interpretada por mujeres en las fiestas de primavera evolucionó hacia el monólogo de una enamorada y, más tarde, llegó a ser un diálogo entre dos amantes que temen la llegada del día y, con ella, su separación (lo que recogerá Shakespeare, probablemente basándose en una balada que imitaría el modelo francés, durante el famoso diálogo entre Romeo y Julieta en la escena V del acto III de su tragedia: ¿Tan pronto te vas? aún tarda el día. Es el canto del ruiseñor, no el de la alondra el que suena amado mío. Es la alondra que anuncia el alba, no el ruiseñor amada mía. Las nubes del oriente se van tiñendo con los colores de la aurora. Tengo que marchar o si no, aquí me espera la muerte). Este género, de fuerte arraigo popular, cuya temática encontramos en todos los países y todas las literaturas, se desarrolló especialmente en la lírica provenzal y se adaptó en poco tiempo al ámbito del Amor Cortés en el que los enamorados han de ser una dama noble (casada, en la mayoría de los casos) y un caballero. Estas especiales circunstancias exigen algo más que cautela y propician la aparición de dos nuevos personajes: el confidente de los amantes, el secretario, en su sentido etimológico: el que guarda un secreto, y el que, poco a poco, se convertirá en la voz principal de la canción de alba: el gaite (vigía) que, como Brangäne, desde lo alto del torreón, advierte a los amantes de la llegada del día para, así, protegerles de los lozengiers y gelos (maledicentes y celosos), representados, en la obra de Wagner, por los personajes de Melot y Marke respectivamente.

Acabamos de ver, pues,  que, en nuestro Tristán, se unifican los personajes del vigía y el confidente de los amantes por medio la figura de Brangäne: la cómplice que protege el amor y que continúa, así, representando a la antigua Branwen de los pueblos celtas (incluso en su vertiente fatalista, ya que, siguiendo a Gottfried, es ella quien predice la muerte de los protagonistas), en esa genial amalgama de tradiciones a la que tan acostumbrados nos tiene el maestro de Leipzig, aunque, aquí, sean las mismas fuentes medievales las que le allanen el camino.

Pero, en estas fuentes, encontramos un curioso episodio, también protagonizado por la joven y hermosa doncella de Isolda, del que no queda el menor rastro en la obra de Wagner que, como siempre, reduce la materia legendaria, que le sirve de soporte dramático, a su más pura esencia y a su más noble sentido.

Cobre por oro

            A diferencia del drama wagneriano, en las versiones medievales del mito de Tristán, los jóvenes se convierten en amantes en el viaje en barco de Irlanda a Cornualles; antes, por lo tanto,  de que la novia sea entregada a Marcos, lo que dificulta que al soberano le sea ofrecida una virgen en su noche de bodas. Temiendo la pérdida del honor y la fama, la pareja decide pedirle a Branguena que ocupe el puesto de Isolda en el lecho del rey; y aunque, en un principio, la muchacha se niegue, pronto reconoce que ella es la principal culpable de la situación, al haber descuidado la custodia del filtro de amor que le fue encomendada por su reina, con lo que termina, no sin grandes estremecimientos, aceptando el engaño. Engaño que será redimido, a los ojos de la sociedad de la época, precisamente por ser el rey incapaz de distinguir a Braguena de Isolda, con quienes yace en la misma noche. Las leyes del Amor Cortés exigen un sentimiento exclusivo que es, a su vez, sinónimo de pureza, en el sentido de fidelidad, y, aunque de manera inconsciente y a través de un artificio, el rey inaugura su matrimonio compartiendo dos mujeres y, cegado por el deseo, es incapaz de distinguir a una reina de una sirvienta, lo que resulta aún más reprochable: Le daba lo mismo una que otra. Cada una de las dos le daba cobre y oro.

Sir Tristán y la reina Iseo. M. Spartali

A este pecado contra el Amor del soberano se le unirá otro, aún más grave, de no defender a su reina, lo que va a reforzar, a ojos del lector que conoce las leyes de la cortesía amorosa, el derecho de Tristán sobre Isolda. Cuando llega de Irlanda el poderoso caballero Gandín, Marcos le promete, para que le permita escuchar su virtuosismo con la cítara, todo cuanto le pida. Naturalmente, el precio requerido es Isolda, salvada in extremis por la astucia y el dominio del arpa de Tristán cuando Gandín está a punto de zarpar hacia Irlanda con su regio botín (encontramos este mismo motivo en el Caballero de la Carreta, donde Chrétien de Troyes narra cómo Lanzarote salva, en similares circunstancias, a la reina Ginebra, aunque éste use su fuerza y no, como Tristán, su ingenio y dotes musicales).

            Poco antes, Isolda había comenzado a temer que Branguena se enamorara del rey y le contara el secreto que sólo ella conocía, haciéndola caer en la humillación y la vergüenza. Llamó, entonces, a dos escuderos y les ordenó que llevaran a la muchacha al bosque y allí la asesinaran cortándole la cabeza para, después arrancarle la lengua y presentársela como prueba de que sus órdenes habían sido cumplidas (los hermanos Grimm utilizaron este mismo y antiguo motivo en su cuento de Blanca nieves, aunque, en vez de la lengua, la malvada madrastra exige que el cazador le traiga el hígado y los pulmones de la víctima). Pero los hombres se apiadan de Branguena, la dejan en lo alto de un árbol, para que no la devoren los lobos, y le llevan a la reina la lengua de uno de sus lebreles. Cuando supo de la fidelidad de la muchacha y su perdón, aún conociendo que era Isolda quien había ordenado su asesinato, la reina se arrepintió profundamente de su perversidad: mandó a los escuderos el rescate de Branguena y que la llevaran de nuevo junto a ella. Mientras, seguía encontrándose con Tristán furtivamente, en el jardín del castillo, compartiendo alegría y tristeza.

            En el Teatro de la Colina Verde Brangäne intenta mantener encendida la antorcha que arde en el umbral de las habitaciones de la reina; para ella, es la guardiana que preserva del peligro; pero Isolde se la arrebata y la apaga contra el suelo; para ella, es la señal que invita al amor de Tristán.

Tristán e Isolda. M. Cabanes

 

Bibliografía

Campbell, J.; Las máscaras de Dios. Mitología creativa. Madrid, Alianza, 1992.
Eilhart von Oberg y Gottfried von Strassburg; Tristán e Isolda. Madrid, Siruela, 2001.
Lambert, P.-Y (traducción del galés medio, presentación y notas de) Les Quatre Branches du Mabinogi. París, Gallimard, 1993.
Markale, J.; La femme celte. Mythe et sociologie. París, Payot, 1972.
Markale, J.; El Amor Cortés o la pareja infernal. Barcelona, Olañeta, 1998.
Prado, J. del (Bajo la dirección de); Historia de la literatura francesa. Madrid, Cátedra, 1994.
Riquer I. de (Edición cargo de); La leyenda de Tristán e Iseo. Madrid, Siruela, 1996.