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Queda
el fruto de la Malicia
Bermejo
y sabroso;
El Cuervo ha construido su nido
En lo más profundo de su sombra.
El
hombre esencial. W. Blake.
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El
palacio de Gibich. B. Brüggemann |
Mientras el héroe deja la roca de Brünnhilde soñando con la gloria
de futuras hazañas, en el escenario de la Colina Verde, la sala
de un hermoso palacio se abre a las riberas del Padre Rin. Sobre
dos tronos, Gunther y Gutrunne, los hijos de Grimhild y Gibich.
Frente a ellos, Hagen, el bastardo, hijo de Grimhild y del enano
Alberich. Su siniestro tema domina una orquesta que no tarda en
dejarnos intuir la magia engañosa del Tarnhelm, del Filtro y de
la Trampa del amor (Liebesschlinge). Resulta difícil evitar
un escalofrío cuando resuenan, tan cerca el uno del otro, los motivos
de Siegfried y de la Maldición.
Pero a estos nuevos personajes de la Tetralogía wagneriana la tradición
del Gran Norte no nos los presenta, ni mucho menos, tan deplorables.
Muy al contrario: ellos también son auténticos héroes que encarnan
todas las virtudes germánicas. Lo que no debemos olvidar es que
estas virtudes no tienen por qué adaptarse a nuestra propia valoración
moral de los acontecimientos o corresponder con lo que la cultura
a la que pertenecemos etiqueta bajo la dictadura de lo “políticamente
correcto”.
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Freyia.
J. Penrose
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Los
hijos de Giuki
Ya aparece el nombre de Gúnnar (equivalente escandinavo de Gunther)
en el Hyndluljód (Canto de Hyndla), una de las más sorprendentes
creaciones de la Edda Mayor, en la que Freyia, la diosa
del amor y de la magia (Un
osado y joven dios), convierte a su amante Óttar
en un jabalí de crines de oro (haciéndole, pues, pasar por uno de
los emblemas de su hermano Frey, como vimos en El
poder y la gloria); cabalgándole, visita a una giganta
para que, gracias a su videncia, relate la genealogía del joven
y, así, éste pueda ganar una apuesta sobre la legitimidad de su
patrimonio. Hyndla descubre el engaño de Freyia, pero accede a regañadientes
a su deseo, y es en su relación de dioses y héroes emparentados
con Óttar en donde encontramos, por primera vez en las Eddas,
a Gúnnar y a Hogni (el Hagen germánico), hijos y herederos de Giuki
(Gibich) y a su hermana Gutrun (Gutrunne). Lo curioso es que en
la estrofa que se refiere a estos héroes, se menciona también a
Góttorm, recalcando que aunque se trate del hermano de los anteriores,
no es, sin embargo hijo de Giuki como ellos. Podríamos pensar que,
en los poemas éddicos, se separa al que va a ser el asesino de Sígurd
de la estirpe legítima de Giuki, pero no es así. El que Góttorm
aparezca como hermanastro de los anteriores evita el parentesco
entre él y Sígurd, tras su matrimonio con Gutrun, y, así, Gúnnar
y Hogni podrán pedirle que mate al héroe, cumpliendo la ley de la
venganza, que reclama Brýnhild, sin contravenir por ello la del
honor familiar. Pero esta historia, que también recogen Snorri,
en el Skáldskaparmál (Lenguaje del arte escáldico) de su
Edda Menor, y diez de los cantos heroicos de la Edda Poética,
se nos relata, con ligerísimas variaciones pero mayor precisión
y coherencia, en la Volsunga Saga.
La
fraternidad sagrada
Justamente la primera variación es que, en el texto noruego, Góttorm
sí aparece como hijo de Giuki, pero se encuentra ausente del reino
de su padre (que se extendía al sur del Rin) en el momento en el
que Sígurd llega a él y jura una fraternidad de sangre con Gúnnar
y Hogni. Es por ello por lo que sus hermanos le eligen como vengador
de la walkyria, ya que un pacto de estas características era una
de las ceremonias más mágicas y sacras que realizaban los pueblos
del norte y, de ninguna manera, se podía contravenir.
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Hagen.
B. Brüggemann. |
No
se trataba simplemente de mezclar, en el mismo cuerno, la sangre
de los juramentados con vino y beber, como nos presenta el Primer
Acto del Crepúsculo de los dioses, sino de un rito bastante
más elaborado que se conocía como: Fóstbraedralag (Juramento
de fraternidad). En esta operación mágica, cada uno de los oficiantes
se abría una vena y mezclaba su sangre con la tierra en el lugar
mismo en el que se habían arrancado dos trozos de césped que luego
se juntaban en forma de V invertida. Los nuevos hermanos, pronunciando
una fórmula ritual, debían de pasar por debajo de esta especie
de puente (al que llamaban Collar de Tierra) lo que representaba
su nuevo “nacimiento” del seno de la Madre Erda. El lazo que se
adquiría a través de esta ceremonia era indisoluble y obligaba a
cada uno a abrazar las causas del otro, así como a vengarle, llegado
el caso. Éste es precisamente el tema de la Fóstbraedhrasaga
(Saga de los Hermanos Jurados) en la que el protagonista llega hasta
Groenlandia con el único fin de restituir el honor de su fallecido
hermano de sangre por medio de una venganza.
Durante
la Tercera Jornada de la Tetralogía, en el espléndido momento musical,
a la vez juvenil y alegre pero también profundamente inquietante,
en el que Siegfried y Gunther juran su hermandad, Hagen rehúsa participar
en la ceremonia aludiendo a la impureza de su sangre. Como estamos
viendo, su referente mítico es doble, Wagner reúne en uno solo los
personajes de Góttorm y Hogni: del primero sólo sabemos que mata
a Sígurd, instigado por sus hermanos, en un acto que dicta el honor;
Hógni, como veremos, es, en los antiguos poemas del Gran Norte,
un ejemplo de nobleza y de valentía. Por lo tanto, lo único que
tienen en común sus ancestros poéticos con el personaje wagneriano
es el hecho de inmolar al héroe. En el muy cortesano Nibelungenlied,
Hagen, noble caballero, no se presentará como hermano de Gunther
sino como su vasallo pero también pondrá fin a la vida de Sigfrid
para vengar a su reina por la afrenta sufrida (Promesas).
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Gutrune
y Siegfried. A Rackham
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Estos
hechos, aunque en principio puedan parecen algo enrevesados, nos
desvelan el férreo sentido del honor que dominaba la existencia
en las civilizaciones del Gran Norte. Resulta patente en la Volsunga
Saga: Gúnnar, como esposo de Brýnhil, y Hógni como hermano de
éste, para salvaguardar su honor, no pueden hacer oídos sordos a
lo que se les presenta como la traición de Sígurd (recordemos que
la venganza no es un derecho sino un deber en los códigos jurídico
y ético germano-escandinavos); sin embargo, habiendo una fraternidad
de sangre por medio, ese mismo honor les prohibe ser la mano ejecutora.
Así que convencen a su joven hermano Góttorm, aumentando su fiereza
por medio de un filtro mágico (compuesto por carne de lobo y de
serpiente) y prometiéndole engrandecer su patrimonio y su fama.
Góttorm entrará en la habitación de Sígurd, mientras el héroe duerme,
y, aunque le falle el valor por dos veces, a la tercera llegará
a traspasar el jergón bajo el cuerpo de Sígurd, con su espada.
Pero aún tiene tiempo y fuerza el moribundo para lanzar la suya,
Gram, contra el asesino y partirle en dos frente al quicio de la
puerta. Gutrun despierta bañada en la sangre de su esposo que, entonces,
le asegura que nunca engañó a Gúnnar y que mantuvo su juramento
de no ser, de Brýnhild, más amigo de lo necesario. Y esto
es (junto con una aceptación tan serena de la muerte como lo fue
la de todo su destino) lo que hace de Sígurd el auténtico arquetipo
del héroe germano: ha perdido amigos, parientes, amores y, al fin,
la vida, pero hasta ese último momento ha vengado a los muertos
de su clan (recordemos cómo Fáfnir, el dragón, asesinó a su propio
padre, del que el héroe es descendiente directo), ha permanecido,
en conciencia, fiel a la palabra dada y a su juramento de fraternidad
de sangre. Por la misma razón son también ejemplos del heroísmo
del Norte los otros personajes de esta historia, en especial Gutrun,
como tendremos ocasión de ver.
Grímhild
y los filtros
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Grimhilde
y Alberich. A. Rackham |
Si,
en los textos por los que conocemos a los viejos pueblos germánicos,
el honor es la más esencial de sus virtudes, nos será difícil encontrar
un canto o una saga en los que no se recurra a algún tipo de magia,
de la más benéfica a la más oscura. Recordemos (El
alma antigua del mundo) que estamos frente a una
civilización de señores de la guerra tanto como de poetas y de hechiceros.
Lo demuestra el dios supremo de su panteón, Odín, Padre de las Victorias,
de la Poesía y de la Magia.
Acabamos
de ver en la Volsunga Saga, aunque también recogen este detalle
las Eddas, cómo Góttorm necesita de un filtro que le infunda
fiereza y, tratándose de pócimas mágicas, Grímhild, su madre, no
podía andar muy lejos. Efectivamente, ésta se va a unir a la acción
que provocará la muerte del héroe, aunque sólo se trate del desenlace
fatal de su primera intriga. Todos los textos nos presentan a los
hijos de Giuki como príncipes capaces de las más grandes hazañas
a la vez que destacan la gran crueldad de su madre y la definen
como experta en artes de hechicería.
Cuando Sígurd llega al palacio de Giuki, causa tal admiración en
los hombres del rey que uno exclama: Creo que ha llegado uno
de los dioses. Ese hombre va completamente cubierto de oro. Su caballo
es el más grande de su especie, y lleva consigo armas extraordinarias.
Es el más alto de los mortales y les saca un buen trozo al resto
de ellos. Ni la fuerza ni la riqueza del recién llegado le pasan
desapercibidas a la ambiciosa reina Grímhild, que tampoco tarda
en descubrir el gran amor del héroe por la walkyria, al no dejar
éste de repetir lo mucho que la añora. Como semejante pasión no
cuadra bien con los planes de casarle con su hija Gutrun, para que
ni su valor ni su tesoro vayan a parar al, ya rico y poderoso,
reino de Budli, padre de Brýnhild y de Atli (Atila), la reina le
ofrece a Sígurd una poción de tal fuerza mágica que, con el primer
sorbo, le hace olvidar a la mujer que despertó tras la muralla de
fuego.
En
el Ocaso de los dioses será la propia Gutrunne la que ofrezca
a Siegfried el brebaje, instigada por su hermano bastardo. Grimhilde
no aparece en escena, pero es citada varias veces como madre de
Hagen. Ella fue la única mujer que, por oro, se entregó a Alberich.
El enano que había renunciado al amor le engendró un hijo con la
única intención de recuperar, a través de él, el poder del Anillo
y someter, por el rencor y la ira, a esa Naturaleza, a ese Mundo
inocente que un día, jugando, le tentó y, a la vez, se opuso a su
deseo. El Hagen wagneriano tiene poco que ver con los héroes nórdicos
que están en la base épica de su personaje; sin embargo, es el perfecto
reflejo, el digno heredero de la Grimhild legendaria: la reina hechicera
cruel y ambiciosa, por quien se cumplirá el sangriento destino del
más grande de los héroes. Llegará pronto.
Mientras
Siegfried apura el filtro del olvido, Brünnhilde recuerda...
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Brünnhilde
besa el anillo que le regaló Siegfried. A. Rackham |
Bibliografía
Cantar
de los Nibelungos; Madrid, Cátedra, 1998.
Edda Mayor; Madrid, Alianza Editorial, 2000.
L’Edda poétique (Textos presentados y traducidos por Régis
Boyer); París, Fayard, 1992.
Saga de los Volsungos; Madrid, Gredos, 1998.
Sturluson, S.; Edda Menor. Madrid, Alianza Editorial, 2000.
Wagner, R.; El ocaso de los dioses. Madrid, Turner Música,
1986.
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