Número 276 - Zaragoza - Diciembre 2023
DISCOS 

LOS MAESTROS CANTORES DE NUREMBERG: DISCOGRAFÍA SELECCIONADA Y COMENTADA (II)

ANDRÉ CLUYTENS

Hans Hotter, Josef Greindl, Karl Schmitt-Walter, Dietrich Fischer-Dieskau, Wolfgang Windgassen, Gerhard Stolze, Gré Brouwenstijn, Georgine von Milinkovic. Coro y Orquesta del Festival de Bayreuth. (Bayreuth 1956, V).

 

MUSIC ABD ARTS CD-1011 (4 CDs, 1997, mono, sin libreto) (267’ aprox.)

En 1951, con motivo de la reapertura del Festival de Bayreuth, Los Maestros Cantores de Nuremberg se presentaron en una producción tradicional de Rudolf Hartmann, intendente de la Ópera de Munich. Ocupado con sus producciones de El Anillo del Nibelungo y Parsifal, Wieland Wagner no tuvo tiempo para aplicar sus postulados estéticos a Maestros. La ocasión llegó en 1956: Wieland instaló esta suerte de Interpretación de los sueños wagneriana en el mundo onírico, eliminó la ciudad, las escenas eran sugeridas. La polémica estuvo servida. "Los Maestros Cantores sin Nuremberg", fue bautizada esta producción, muy protestada, sobretodo en el Segundo Acto, en el que el telón, al izarse, descubrió una inmensidad vacía de color azul. Tan solo un par de bancos, que representaban las casas de Sachs y Pogner, una gigantesca bola floral hacía las veces de saúco de Sachs, y otra similar de dimensiones más reducidas representaba los arbustos detrás del banco de Pogner. Al caer el telón se oyeron los primeros abucheos del Nuevo Bayreuth. Musicalmente las cosas fueron bastante mejor, pues el reparto era de gran categoría y respondió a las expectativas creadas. Inéditos hasta 1997, la aparición de estos Maestros en el sello Music and Arts fue todo un acontecimiento.

El sonido en la Obertura (9’12’’) es sólo regular, con una atmósfera muy densa, poca transparencia orquestal, y los timbales suenan con saturación. Parece como si estuvieran representando la obra en la habitación de al lado. Afortunadamente mejora más adelante. Casi podría decirse que la Obertura es lo único destacable de la dirección del maestro belga André Cluytens, que es plana, gris, sin gracia ninguna. Curiosamente, tuvo a su cargo esta producción de Maestros en Bayreuth de 1956 a 1958. Es una verdadera lástima que con un reparto semejante, la dirección no esté a la altura. Una temprana muestra de la sosería de Cluytens podemos apreciarla durante la presentación de los Maestros, en le Escena Tercera del Primer Acto (CD 1, pista 5). El final del Primer Acto es embarullado, además la toma de sonido no ayuda a la claridad. En el dúo Sachs-Eva del Segundo Acto ("Gut’n Abend, Meister!") (CD 2, pista 7), Cluytens está "ausente"; el Preludio del Tercer Acto es aburridísimo...En fin, corramos un tupido velo.

El gran bajo-barítono Hans Hotter encarnó el papel de zapatero poeta tan solo en 25 ocasiones (ver artículo de José Alberto Pérez en el número de Mayo de WM). Aunque el papel parecía ideal para sus cualidades, no se encontraba cómodo con una tesitura que consideraba demasiado alta para él. Sólo se conservan (salvo error) dos registros completos con el Sachs de Hotter: éste que nos ocupa y otro que recoge la primera representación de posguerra de la obra en Munich, en 1949 (MYTO). En 1949 la voz estaba en mejor estado, la dirección de Jochum fue superior a la de Cluytens aquí, y la grabación es de superior calidad técnica. En 1956 Hotter, en estado gracia en lo interpretativo, y no demasiado fatigado en lo vocal, cantó en Bayreuth el Wotan/Viandante del Anillo, el Titurel de Parsifal (alternándose con Arnold van Mill) y el Sachs (alternándose con Gustav Neidlinger). La voz no es tan fresca como en 1949, pero prácticamente no hay momento alguno en que pase apuros, y llega a la arenga final con facultades sobradas. En el monólogo del Segundo Acto "Was duftet doch der Flieder" (CD 2, pista 6) la voz y el fraseo dan perfectamente el tono emocional de cada instante. Se aprecia la precisa dicción de Hotter, acentuando las consonantes finales, como en "die legt es ihm in die Brust: / nun sang er, wie er musst" (CD 2, pista 6, 4’34’’), y su canto liederístico ("Dem Vogel, der heut sang", CD 2, pista 6, 5’31’’). Un detalle de la magnífica caracterización de Hotter son sus risitas en el dúo con Eva "Gut’n Abend, Meister" (CD 2, pista 7). En el monólogo "Wahn!" del Tercer Acto (CD 3, pista 4), de sonido irregular, resuelve como pocos el peliagudo "Johannisnacht!", apianando sin recurrir al falsete. Tan solo la emisión se muestra ligeramente ahogada en "Euch macht Ihr’s leicht, / mir macht Ihr’s schwer" (CD 4, pista 6), pero Hotter imparte una lección de canto, construyendo sabiamente el clímax final. Quisiera destacar un momento, aparentemente trivial, en el que luce la enorme talla actoral de Hotter: en la última escena del Tercer Acto, después de cantar Beckmesser su canción del premio y, dolido por el fracaso, acusar a Sachs de ser el autor de la misma, durante la intervención de Sachs "Das Lied, fürwahr, ist nicht von mir" (CD 4, pista 6, 12’06’’), Hotter parece estar conteniendo la risa.

Karl Schmitt-Walter es Beckmesser. "Keiner besser", un clásico. Resulta adecuadamente cómico pero CANTA, no abusa del lado bufo del personaje. Es curioso cómo cambia la voz: cuando declama parece un viejo cascarrabias, con la voz cascada y chillona; cuando interviene en el concurso (CD 4, pista 6) canta, y muy bien, y la voz no parece de un cantante mayor.

Wolfgang Windgassen es un convincente Walther von Stolzing, que dice magníficamente y canta con ardor, lirismo y facultades sobradas. En "Am stillen Herd in Winterszeit" (CD1, pista 6) canta con empuje, efusión romántica (algo ausente en muchos Walther), e incluso la voz suena bella, característica que normalmente no se asocia con Windgassen. En el examen ante los Maestros (CD 2, pista 1) está  pletórico, arrebatador, aunque se reserva algo en los agudos del final. Nótese cómo expresa el enfado de Walther en "Doch, diese Meister!", en la Quinta Escena del Segundo Acto (CD 2, pista 8, 2’06’’): de aquí al final de su intervención está magistral. La elevada tesitura de la parte de tenor en el quinteto  (CD 4, pista 2) no supone ningún problema para Windgassen. En la canción del premio (CD 4, pista 7), Windgassen comienza titubeante, con su característica "afinación flotante"; en la segunda estrofa está  mucho mejor, más seguro; en la tercera estrofa, con sonido mediocre, ya está lanzado, pletórico. Quizá se trate de un recurso interpretativo (comienzo tímido, aumento paulatino de la confianza), pero con solo el testimonio sonoro resulta algo desconcertante.

Eva es la holandesa Gré Brouwenstijn, que en 1956 cantó además en Bayreuth Freia, Sieglinde y Gutrune. Es una Eva correcta, de generosos medios vocales, dulce, con un punto picarón y un canto natural, nada alambicado. Está deliciosa en su dúo con Sachs del  Segundo Acto ("Gut’n Abend, Meister!") (CD 2, pista 7), al final del cual expresa perfectamente su enfado con la voz, una voz que a veces suena  sollozante ("Ja, anderswo soll’s ihm erblühn"). Su entrada en el "O Sachs! Mein Freund!" de la Cuarta Escena del Tercer Acto (CD 3, pista 10, 3’47’’) es espectacular, luminosa, y la voz aquí es bellísima, en la línea de una della Casa, pero algo más ligera. En el lado negativo habría que señalar una dicción sólo regular, defecto quizá acentuado por el sonido de la grabación.

Josef Greindl es un magistral, noble Pogner. Ese año fue además Fasolt, Hunding, Hagen y Gurnemanz (alternándose con Ludwig Weber) en Bayreuth. Escúchese su "Nun hört, und versteht mich recht!" de la Tercera Escena del Primer Acto (CD 1, pista 5, 7’03’’), donde un Greindl todo nobleza dice y canta magníficamente, con esa voz suya un poco dura y nasal.

Gerhard Stolze es un buen David, bien de voz, con mucha intención, al que se le podría pedir algo más de volumen en el agudo. No hay duda de que Dietrich Fischer-Dieskau, Kothner de lujo, es un "Meistersinger". Su "Was Euch zum Liede Richt und Schnur" es impecable, muy bien cantado y extraordinariamente "dicho". Georgine von Milinkovic (ese año también Fricka y Grimgerde en Bayreuth) es una correcta Magdalene.



RAFAEL KUBELIK

Thomas Stewart, Franz Crass, Thomas Hemsley, Kieth Engen, Sándor Kónya, Gerhard Unger, Gundula Janowitz, Brigitte Fassbaender. Coro y Orquesta de la Radio de Baviera. (Herkulessaal, Munich, 1-8 de Octubre de 1967, E).

 

CALIG CAL 50971 (4 CDs, 1997, estéreo, sin libreto) (272’ aprox.)

En 1967 la Radio Bávara y Deutsche Grammophon coprodujeron esta grabación de Los Maestros Cantores de Nuremberg, con idea de lanzarla al mercado en 1968 para celebrar el centenario del estreno. Se trataba de la primera grabación estéreo de esta obra hecha en estudio. Por razones que desconozco la grabación no fue editada en su momento, y apareció oficialmente en 1997 en el sello Calig. Estamos ante una de las grandes injusticias de la historia del disco: ¿cómo es posible que esta extraordinaria grabación haya permanecido tanto tiempo archivada y, una vez editada, no haya conocido una mayor difusión? El mahleriano y berloziano director checo parece entender Maestros como una comedia romántica, y realiza una sorprendente y bellísima lectura ("mezcla irresistible de pasión e intelecto" sentenció el crítico Karl Schumann en el Süddeutsche Zeitung el 21 de Junio de 1968), lo que unido a un reparto joven (a excepción de Unger, todos menores de 45 años),  homogéneo y prácticamente intachable y una toma de sonido sobresaliente, convierte a estos Maestros en una de las primeras opciones de la discografía, especialmente para aquellos que no toleran el sonido monoaural y/o "histórico". Cabe reprochar a la grabación cierta falta de teatralidad en algunos momentos, algo que suele lastrar las grabaciones de estudio. Como ejemplo de esto último escúchese la pista 3 del primer CD, desde 7’02’’ hasta el final, plagado de bellezas, con una orquesta que literalmente canta y unas voces gloriosas, frescas, pero donde se echa en falta un poco más de "atmósfera", ese plus de realismo reservado a las tomas en vivo.

La dirección de Kubelik es muy lírica. No hay ataques bruscos, las aristas son aquí redondeadas: por ejemplo, en el CD 1, pista 9, 4’28’’, podría pedirse un poco más de mordente al arranque de las violas. La Obertura (9’37’’) le lleva un minuto más que a Knappertsbusch en Munich 1955 (ver número anterior de WM), pero el tempo se antoja correctísimo: hay majestuosidad, solemnidad, pero hay impulso y una gran claridad polifónica. En la exposición de las reglas de la Tabulatura por Kothner (CD 1, pista 14), Kubelik adopta un tempo algo lento al principio, demasiado solemne, enfatizando la comicidad del momento, que surge de la oposición de una música de estilo barroco, con adornos haendelianos (las rígidas normas de los Maestros) frente al estilo nuevo encarnado por Walther, alter ego del propio Wagner. Uno de mis momentos favoritos de esta versión es la Escena Segunda del Segundo Acto, entre los dos Pogner, padre e hija (CD 2, pista 4). La música que acompaña el "Will einer Seltnes wagen" de Veit Pogner (especialmente de 0’31’’ a 1’22’’, que me atrevería a decir no es muy wagneriana), la manera admirable en que Kubelik crea la atmósfera nocturna, de ensueño, casi difuminada, con esas trompas en 0’45’’ y 1’24’’ y los clarinetes juguetones sobre las intervenciones de Eva en 1’50’’ y 2’18’’. El encuentro de Eva y Walther en la Quinta Escena del Segundo Acto (CD 2, pista 8) es encendido como pocas veces se ha escuchado. El difícil final fugado del Segundo Acto, la pelea nocturna, se oye con gran nitidez, con una prestación sobresaliente de los coros.

El barítono heroico Thomas Stewart, natural de Texas, es el Sachs de esta grabación, un papel que no encarnaría en escena hasta los años 70. Es el suyo un Sachs muy bien cantado, de bella voz, con buena línea de canto, legato y fraseo elegante, al que quizá falte un poco más de incisividad y la riqueza de matices de Schöffler o Hotter. La primera parte del monólogo "Was duftet doch der Flieder" del Segundo Acto (CD 2, pista 5) resulta un poco monótona, se echan de menos mayores contrastes vocales. Mejora en la segunda parte. En "Lenzes Gebot, / die süsse Not, / die legt es ihm in die Brust" (4’38’’) puede apreciarse como, en comparación con Hotter, ablanda las consonantes finales. Stewart va a más, brillando especialmente en el Tercer Acto, con una convincente arenga "Verachtet mir die Meister nicht" (CD 4, pista 9), vocalmente impecable y que en manos del tándem Stewart-Kubelik aparece desprovista de connotaciones extramusicales.

Thomas Hemsley, barítono inglés que debutó 1951 como Eneas en el Dido y Eneas de Purcell junto a Kirsten Flagstad, es un Beckmesser muy correcto, pero sin demasiada personalidad, que a veces peca de excesivamente estirado. En la Sexta Escena del Segundo Acto resulta poco patético. Afronta su canción del premio con gran seriedad, pero aquí sí resulta cómico en contraste con el laúd desafinado y lo rocambolesco y esperpéntico del texto.

El húngaro Sándor Kónya es uno de los mejores Walther von Stolzing de la historia en disco, con una voz bellísima y una vocalidad italiana, alejada del prototipo de tenor heroico, y que a veces recuerda a Plácido Domingo. Escúchese si no la intervención "So bleibt mir einzig der Meister-Lohn" (CD 1, pista  6, 6’06’’), y préstese atención a la palabra "gelingen" (6’16’’). El "Am stillen Herd in Winterszeit" (CD 1, pista 12) es soberbio, y Kónya, aun sin la efusividad de un Windgassen, acierta a pincelar el carácter soñador del caballero de Franconia. Todo superlativo es poco para el "Fanget an!" (CD 2, pista 1, 0’35’’), una exhibición de facultades y bien cantar, con legato admirable, potencia, y ¡qué agudos! No brilla tanto en las escenas Quinta y Sexta del Segundo Acto, en las que no prima el canto puro. En la Escena Segunda del Tercer Acto (CD 3, pista 5) se muestra un punto agarrotado, contenido, en la tornada la voz está forzada. Afortunadamente en la canción del premio (CD 4, pista 8) tenemos de nuevo al mejor Kónya y, si exceptuamos un casi imperceptible apuro en "die Muse des Parnass" (2’46’’), yo diría que, con permiso de Ben Heppner, estamos ante la mejor Preislied del disco, que culmina con un olímpico "Parnass und Paradies!" (4’13’’).

Me decepciona Gundula Janowitz (¡contaba sólo 30 años en esta grabación!), una Eva casi siempre intachable vocalmente pero fría. En el dúo con Sachs del Segundo Acto ("Gut’n Abend, Meister", CD 2, pista 6) acaba uno saturado de tanto sonido más entubado que "aflautado". Su intervención "Ja! anderswo soll’s ihm erblühn" (9’09’’) está falto de garra y culmina con una frase, "brennt’ er’s lieber, da würd er doch warm!" (9’37’’) en el que la nota sobre la palabra inicial suena calante y extrañísima, como un trucaje de grabación mal empleado. En el "O Sachs! Mein Freund!" (CD 3, pista 10, 1’48’’) se echa de menos una voz con más cuerpo y una emisión no tan estrangulada como la de Janowitz. Está maravillosa en el quinteto "Selig, wie die Sonne" (CD 4, pista 1, 1’15’’), en su línea ligera, de emisión ultrapura y algo distante, pero en la última frase, "deute sie auf den höchsten Preis" (4’59’’), la nota sobre "höchs" está emitida con un extraño vibrato, que hace peligrar la cristalería. El difícil trino en su última frase de la obra, "Keiner wie du so hold zu werben weiss!" (CD 4, pista 8, 5’11’’) es uno de los más perfectos que he escuchado.

El bajo-barítono alemán Franz Crass es un noble y altivo Veit Pogner, excelentemente cantado. El bajo estadounidense Kieth Engen (Rey Enrique en Bayreuth 1958) resuelve con corrección su breve cometido, aunque con escasa personalidad (Gustav Neidlinger, Ludwig Weber).

Gerhard Unger parece "abonado" (compite con Gerhard Stolze) a este papel, en el que se le puede escuchar en al menos cinco registros: además de en éste, es David con Kempe en 1951, Karajan en Bayreuth 1951, Knappertsbusch en Bayreuth 1952 y Kempe 1956. Aquí ya contaba 51 años, pero conserva  bien su voz de tenor ligero, de línea impecable y, al menos en el disco, da bien el tipo joven requerido. En "Die Meister Tön und Weisen" (CD 1, pista 6) canta con legato y hace unos excelentes reguladores. Mención especial para la Magdalena de una Brigitte Fassbaender de 28 años, que borda un papel ingrato, carente de entidad, que tan solo debe hacerse oír en la pelea nocturna del Segundo Acto y no desentonar en el quinteto del Tercero.



HERBERT VON KARAJAN

Theo Adam, Karl Ridderbusch, Geraint Evans, Zoltán Kélemén, René Kollo, Peter Schreier, Helen Donath, Ruth Hesse. Staatskapelle Dresden, Coros de la Ópera Estatal de Dresde y de la Radio de Leipzig. (Lukaskirche, Dresde, 24-30 de Noviembre y 1-4 de Diciembre de 1970, E).

 

EMI 567 086-2 (4 CDs, 1999, estéreo, libreto en alemán, inglés y francés) (266’ aprox.)

Para aquellos que no tienen a Karajan en su santoral directorial, esta grabación será una sorpresa. Tras grabar El Anillo del Nibelungo (1967-70) para Deutsche Grammophon con la Filarmónica de Berlín, Karajan encontró más receptividad en los directivos de EMI para culminar un proyecto que llevaba acariciando ocho años: registrar en estudio Los Maestros Cantores. Para la ocasión se eligieron los conjuntos dresdenses, y allá se trasladó un equipo del sello británico EMI, con el productor Ronald Kinloch Anderson a la cabeza. La grabación se realizó en colaboración con VEB Deutsche Schallplatten Berlin de la entonces Alemania del Este, que aportó al productor Dieter Worm, al ingeniero de sonido Klaus Strüben, quienes acabaron haciéndose los amos del apartado técnico. Además la parte alemana impuso como Sachs al natural de Dresde Theo Adam, quien no hacía muy feliz a Karajan. Éste, tras trabajar el papel con Adam, renunció a vetarle y dio via libre. Por su parte, Karajan, que quería dos cantantes jóvenes para Walther y Eva, para oponer la frescura de sus voces a las de los Maestros, impuso a René Kollo y Helen Donath, quienes nunca antes habían cantado sus papeles.

Se cuenta que de inmediato se estableció una buena química entre director, orquesta y coros, fuertemente impresionados por la personalidad y sabiduría musical del otrora Das Wunder Karajan. Ya desde la Obertura (en 9’27’’) se descubre lo que vamos a encontrar en esta grabación: toma sonora extraordinaria, una orquesta maravillosa, con unas cuerdas de terciopelo, máxima transparencia orquestal, preciosismo en la ejecución (nótense esos trémolos de adorno en los violines en 2’06’’), pero sin blandenguería. Parece que, como hoy le ocurre a Daniel Barenboim con Tristan e Isolda, Karajan conectaba con Maestros.  Una de las características que más llama la atención de la dirección de Karajan en estos Maestros es su tratamiento puntilloso de los ritmos, algo que en otras versiones no es tan marcado. Nótense esos pizzicati en CD 1, pista 6, desde 1’46’’ a 2’15’’; los suaves golpes de timbal, normalmente inaudibles, durante el examen de Walther ante los Maestros (CD 2, pista 1, 2’35’’ a 2’42’’); cómo Karajan acentúa la base rítmica en el acompañamiento (violines) al "Ja! anderswo soll’s ihm erblühn" de Eva (CD 2, pista 8, 7’53’’); el ritmo punteado en contrabajos en la intervención de Walter "Doch, diese Meister!" (CD 2, pista 10, a partir de 2’30’’). Además, Karajan se muestra inusualmente efusivo, arrebatado, como por ejemplo en el encuentro Eva-Walther de la Escena Quinta del Segundo Acto (CD 2, desde 1’27’’ en pista 9 y ya en pista 10). Las atmósferas nocturnales y oníricas en los monólogos de Sachs y al final del Segundo Acto (¡la Luna llena!) están muy conseguidas, y con esta orquesta y esta toma de sonido, son de una belleza irresistible. Antológico.

Theo Adam fue un magnífico cantante-actor, Wotan importante (lo debutó en Bayreuth en 1963) y Sachs de renombre. Personalmente, no puedo con el Sachs de Theo Adam (¡se supone que es uno de sus grandes roles!), que aquí, con 44 años, debía encontrarse en plenitud, además de contar con experiencia en el personaje. Encuentro su voz fea y con un desagradable vibrato, defectos de los que no me compensa con otras cosas. Reconozco que puede tratarse de algo personal, pues me encanta Josef Greindl, cantante que otros encuentran detestable por motivos similares.  En el lado positivo, señalemos una dicción impecable y la variedad de matices que despliega: escúchese por ejemplo la intervención "Verzeiht, / vielleicht schon ginget ihr zu weit", CD 1, pista 13) o su primer monólogo, "Was duftet doch der Flieder" (CD 2, pista 7).

El galés Sir Geraint Evans es un eficaz Beckmesser, quizá algo sobreactuado. Su personaje es una caricatura, pero esta es una visión perfectamente aceptable. Y cuando canta lo hace muy bien. Nótese lo bien que resuelve las agilidades en la Escena Tercera del Tercer Acto ("Ein Werbelied!", CD 3, pista 8). En su canción del premio (CD 4, pista 6, 2’41’’), el efecto combinado de su voz engolada y el laúd desafinado resulta muy cómico.

Un René Kollo de 31 años compone un notable Walther von Stolzing, aunque técnicamente muestra deficiencias. En el "Am stillen Herd in Winterszeit" (CD 1, pista 15) la voz suena poco heroica, falta de empuje y potencia y tampoco transmite la vena soñadora del joven caballero, matiz que bordaba Windgassen. En el "Fanget an!" (CD 2, pista 1) Kollo está forzado, y la voz no corre con libertad. La primera estrofa de la canción del premio (CD 4, pista 8), es un compendio de trucos. Escuchando con atención, es perceptible que abusa de los pequeños golpes de glotis. Así, las palabras subrayadas en los versos (0’49’’) "dort unter einen Wunderbaum, / von Früchten reich behangen, / zu schaun in sel’gem Liebestraum, / was höchstem Lustverlangen" suenan realmente "ra-aich", "be-ehangen", "se-el’gem", "Lustve-erlangen". Pese a todo, Kollo se "rehace" y acaba rematando con un extraordinario "Parnass und Paradies!" (4’34’’). En definitiva, pese a los defectos, "no me despreciéis a los maestros alemanes".

La tejana Helen Donath (deliciosa Sophie en el Rosenkavalier de Solti), nacida en 1940, de origen armenio y sirio, tiene una voz muy dulce, aniñada, y se muestra casi siempre impetuosa, justo lo que Karajan buscaba (1). En el dúo con Sachs del Segundo Acto (CD 2, pista 8) lucen al máximo sus cualidades vocales. El "Ja" ansderswo soll’s erblühn", aun careciendo la voz de Donath de la riqueza y luminosidad de una Grümmer o una della Casa, está lleno de intención. En el "O Sachs! Mein Freund!" (CD 3, pista 11, 2’01’’), llevado por Karajan con un tempo muy lento, Donath canta sin problemas pese a la elevada tesitura, y exhibe su voz bella y expresiva. Asímismo lidera un excelente quinteto (CD 4, pista 1, 1’05’’) en el que brillan todos los intervinientes, arropados por una inspirada batuta.

El alemán Karl Ridderbusch ("la voz de bajo más bella del mundo", Karajan dixit), fallecido en 1997 a los 65 años, es un nobilísimo Pogner. Canta con línea de gran liederista y  espléndido legato el "Das schöne Fest Johannistag" (CD 1, pista 12). Muy en su sitio Zoltán Kélémen como Kothner, el secretario de la corporación. Quisiera destacar un par de frases en la Tercera Escena del Primer Acto, "W¨hlt der Herr einen heil’gen Stoff?" (CD 1, pista 16, 0’22’’) y "Das gilt uns weltlich" (0’43’’) que Kélemén "dice" como burlándose del caballero von Stolzing, algo que está pidiendo la música. En su exposición de las reglas de la Tabulatura (CD 1, pista 16, 2’49’’) está adecuadamente pomposo y resuelve bien los adornos barroquizantes.

Extraordinario el David del tenor y director de orquesta alemán Peter Schreier, el mejor de la discografía junto con el de Anton Dermota (en la grabación de estudio de Hans Knappertsbusch para DECCA en 1950-51). En un plano puramente técnico, él parece un Maestro consumado, y René Kollo el aprendiz. Schreier no sólo caracteriza muy bien el personaje, sino que canta maravillosamente. El "Der Meister Tön und Weisen" (CD 1, pista 7) es magistral. Además del fenomenal legato, nótese cómo hace el regulador (>) en "starken", como apiana en "der rote, blau und grüne Tön"  (0’58’’), con qué gracia dice la frase "nach dem Wort mit der Mund auch nicht brummt" (3’12’’), haciendo vibrar cómicamente los labios al pronunciar la palabra "brummt" ("brummen" quiere decir zumbar)., con qué pena dice la frase "Wenn dann Jungfer Lene nicht Hilfe weiss, / sing ich die eitel Brot- und Wasserweis" (4’03’’).


(1) Donath inicialmente rehusó cantar el papel, para el que no se sentía preparada. Karajan insistió, y la soprano llegó a preguntarle si se enfadaría mucho con ella si le daba un no por respuesta. Karajan le dijo: "No, no me enfadaré; pero le aseguro que nunca me equivoco".