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                |  
                   Gottlob 
                    Frick  
                    como Hagen 
                 | 
               
             
            Este 
              mes de marzo tenemos un lujoso invitado en esta sección. Me refiero 
              al enorme bajo Gottlob Frick, a quien muchos de mis amables lectores 
              ya conocerán. A muchos les será familiar su interpretación de Hagen 
              y de Hunding en la grabación de El Anillo del Nibelungo de 
              Sir Georg Solti para Decca, unas encarnaciones dignas del más grande 
              elogio. 
            La 
              primera pregunta que puede surgir al hilo del título de este artículo 
              es ¿porqué eso de “Hagen para la Eternidad”? Lo cierto es que no 
              se me ocurrió un título mejor para honrar al que me parece el mejor 
              intérprete del maligno Hagen en El Ocaso de los Dioses. Creo, 
              con poco temor a equivocarme, que nadie ha prestado nunca tales 
              acentos e inteligencia a un personaje tan portentoso como Hagen. 
              Muchos bajos pecan de excesiva solemnidad, tal vez de excesiva nobleza 
              -hay que tener presente que Hagen no es el Rey Marke-.  
            Requiere 
              igualmente a un bajo noble, como sin duda lo fue Frick, pero el 
              intérprete tiene que saber dotar también al personaje de otros matices 
              más oscuros, de otra personalidad, de ese toque de maldad contenida 
              que caracteriza al hijo del Nibelungo. 
            
            Como 
              es habitual, comenzaremos con unos apuntes biográficos, que definan 
              a grandes rasgos la importante carrera de Gottlob Frick. 
            Nació 
              en Oelbronn, el día 28 de julio del año 1906, el menor de los trece 
              hijos de un guardabosque. Querían que estudiara una carrera técnica, 
              pero tenía cualidades innatas para el canto. De joven ya poseía 
              una imponente voz de bajo, lo que le convirtió en el pilar fundamental 
              del coro local.  
            Nunca 
              estuvo matriculado en el Conservatorio, pero asistió a clases como 
              oyente en la Escuela Superior de Música de Stuttgard, donde recibió 
              enseñanzas del profesor Fritz Windgassen (tenor, y padre de Wolfgang 
              Windgassen), quien a menudo contaba con él para actividades en la 
              Escuela, porque no poseía ningún bajo entre sus alumnos. 
            Más 
              tarde daría clase con el barítono Neudörfer Opitz, y, tras pasar 
              una audición ante Siegfried Wagner, ingresó en los coros de Bayreuth. 
            Es 
              contratado como solista por primera vez en Coburgo, en 1934. Después 
              vinieron Freiburg y Königsberg, dónde el profesor Karl Böhm le escuchó, 
              contratándole en el acto para la Ópera Estatal de Dresde. Fue miembro 
              de esa compañía entre los años 1940 y 1950, cantando todos los grandes 
              papeles de bajo: Osmin en El rapto en el serrallo, Sarastro 
              en La Flauta Mágica, el Comendador en Don Giovanni, 
              Rocco en Fidelio, Felipe II en Don Carlos y evidentemente 
              todos los grandes papeles de bajo wagneriano, de los que hablaremos 
              después in extenso. 
            A 
              partir de 1950 es contratado por la Ópera de Berlín, aunque desde 
              entonces  le solicitarían en todos los grandes teatros del mundo. 
              Siempre reservó, no obstante, 25 funciones anuales en la Ópera de 
              Viena y 20 en Munich. 
            Por 
              ejemplo podemos citar que cantó Fafner, Hunding y Hagen en el Metropolitan 
              Opera de Nueva York en la temporada 1961-62. 
            En 
              el Festival de Bayreuth debutó (como solista, se entiende) en el 
              año 1960, en la nueva producción del Anillo de Wolfgang Wagner, 
              ciclo dirigido por Rudolf Kempe. Ese año cantó los papeles de Hunding 
              y Hagen, repitiendo en 1961, 1962, 1963 y 1964 (año en el que además 
              hizo Fasolt). 
            No 
              poseo el dato de cuándo exactamente se retiró de los escenarios, 
              porque éste no es un cantante sobre el que circule mucha literatura. 
              No existe (“a mi leal saber y entender”) ninguna biografía escrita 
              sobre él, y la información sobre su vida escasea. Debió de ser muy 
              reservado con sus asuntos, aunque sus colegas le consideraban un 
              hombre afable y encantador (como dijo de él, por ejemplo, Birgit 
              Nilsson). 
            Murió 
              en la ciudad de Mühlacker el día 18 de agosto de 1994, a los 88 
              años de edad. 
            Ha 
              quedado registrado como uno de los más importantes bajos alemanes 
              de la historia del canto gracias a sus tremendas cualidades vocales, 
              que ahora paso a esbozar. 
            Podemos 
              enmarcarle en la categoría de “bajo negro”, poseyendo unos graves 
              magníficamente bien apoyados, rotundos y resonantes. Aquí no hay 
              engolamientos de la voz ni esas insuficiencias que presentan otros 
              bajos del mismo repertorio, que tienen problemas en cuanto tienen 
              que dar una nota por debajo del sol grave (citemos el ejemplo del 
              tosco Otto Edelmann –un Ochs tan famoso como deficiente- o incluso 
              Kurt Böhme –un grandísimo bajo, pero con problemas con los graves-). 
               
            Frick 
              sólo es comparable en graves al inmensísimo Ludwig Weber, cuya tesitura 
              legendaria abarcaba desde el do grave (Do 1, utilizando terminología 
              técnica) al la agudo (la 3) –pero de las excelencias de Weber hablaremos 
              próximamente- (tal vez podríamos citar también a Kipnis en este 
              apartado). 
            Pero 
              la voz de Frick no se queda en la zona profunda. El centro es absolutamente 
              excelso, con una belleza y calidez apabullantes. Emitía las notas 
              con una característica vibración natural, lo que le daba un toque 
              personalísimo e inconfundible (no confundir vibración con 
              vibrato, nada más lejos).  
            Y 
              no se quedaba corto en agudos tampoco. Seguramente no hubiera llevado 
              a buen puerto un Sachs (recordaremos aquí a Josef Greindl, que sí 
              supo hacerlo), pero no se le pide eso. 
            Hablemos 
              ahora de sus encarnaciones wagnerianas. Nos ha llegado testimonio 
              discográfico de casi todas ellas, debido a que el periodo de madurez 
              vocal completa de Frick coincidió con un auge tremendo en la industria 
              discográfica. Existen muchos registros de estudio, tanto de óperas 
              completas como de fragmentos (destacaría, por ejemplo, un disco 
              aparecido en el sello Testament y un recopilatorio en tres compactos 
              en EMI). 
            Dejaré 
              fuera del comentario los papeles de Daland (no conozco ninguna referencia) 
              y el Landgrave Hermann (existen un par de registros de Tannhäuser 
              con Frick), por su escaso interés en el conjunto de su aportación 
              al canto wagneriano. 
            Primeramente 
              hablaré de su Rey Enrique en Lohengrin, que es de una calidad 
              pasmosa. Escuchando el Lohengrin de Rudolf Kempe (EMI) uno 
              cree entrar en el cielo, y Frick es una de las razones. Pureza de 
              canto, legato, fraseo impecable... una verdadera delicia 
              wagneriana (claro que en esta grabación se encuentra además presente 
              el testimonio sonoro de una de las voces más bellas de todos los 
              tiempos: la excelsa Elisabeth Grümmer).  
            Un 
              artículo recomendado para cualquier amante de la música. Además 
              está recién re-editado por el sello en su importante colección Great 
              Recordings of the Century. 
            Continuamos 
              con su Rey Marke en Tristan. La principal grabación que poseemos 
              es de una representación en vivo de la Ópera de Berlín de 1947 a 
              cargo del mayor celebrante de la obra, el director y compositor 
              Wilhelm Furtwängler (se conservan los actos 2º y 3º de dicha representación; 
              como curiosidad a algún lector le gustará saber que la dirección 
              escénica corrió a cargo de Frida Leider). Su interpretación es absolutamente 
              conmovedora, dulce y partenal hasta lo indecible.  
            He 
              oído alguna vez a alguien decir que Frick no era buen actor, que 
              se apoyaba en sus innegables virtudes vocales, pero que no se envolvía 
              en sus personajes. Es una opinión muy poco aceptable. Tal vez suene 
              distante su Hagen, pero en ese caso no puede ser de otro modo.  
            En 
              el papel de Marke demuestra su buen hacer en cuestiones de actuación. 
              Imprime a su voz unos matices delicadísimos, un sentimiento e identificación 
              total con el Rey traicionado. Realmente uno queda atónito ante semejante 
              exhibición de buen gusto. 
            En 
              los Maestros Cantores encontramos a uno de los Pogner más 
              sobresalientes que podamos imaginar. El burgués orgulloso de sí 
              mismo y de su posición –“Dios me hizo, en fin, hombre rico”-. 
              Recomiendo al amable lector que escuche los Maestros del 
              sumo sacerdote Knappertsbusch de Munich de 1955 (además encontrará 
              una de las más increíbles funciones grabadas de la obra).  
            Comentando 
              brevemente su Fafner en Rheingold, podemos decir que es uno 
              de los grandes cantantes que ha servido al papel. Perfecto en todos 
              los sentidos. Recomiendo la grabación completa del Anillo 
              de Furtwängler de 1953 con la orquesta de la RAI (en EMI a precio 
              económico). 
            
               
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                   Gottlob 
                    Frick como Hunding, 
                     
                    otra de sus grandes creaciones. 
                 | 
               
             
            En 
              La Walkyria encontramos otra de las cimas de la carrera de 
              Frick, el papel de Hunding, el tosco guerrero desposado con Sieglinde 
              de forma poco reglamentaria (el consentimiento de la hembra suele 
              ser necesario en todas las especies animales incluida la humana). 
              Estamos ante una de las mayores interpretaciones que se pueden recordar. 
               
            Se 
              recuerdan muchos buenos bajos que han hecho el rol de forma sobresaliente. 
              No podemos olvidar a Alexander Kipnis, a Josef Greindl, a Ludwig 
              Weber, a Arnold Van Mill, a Emanuel List... son muchos. Pero entre 
              ellos, Gottlob Frick tiene un lugar de honor. 
            En 
              cuestiones vocales es, como siempre, apabullante. No hay más que 
              recordar su aportación al Anillo de Solti o su intervención 
              en la Walkyria de Furtwängler de estudio (lo único que se 
              pudo grabar del hipotético ciclo completo con el director, que falleció 
              antes de poder continuar con el proyecto). Que el lector escuche 
              y juzgue por sí mismo. 
            Llegamos 
              al plato fuerte: Hagen, aunque ya hemos hablado de ello a lo largo 
              de este texto. Es simplemente único. Sólo Josef Greindl hizo una 
              interpretación de tanta calidad.  
            Momentos 
              para recordar: la llamada a los Gibichungos y la escena de la guardia 
              nocturna, ambos en el segundo acto del Ocaso.  
              
            
               
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                   Gottlob 
                    Frick y Otokar Kraus en el segundo acto del Ocaso, como Hagen 
                    y Alberich, respectivamente. 
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            Un 
              documento muy interesante para conocer a Frick en plena acción es 
              el documental “The Golden Ring”, elaborado durante las sesiones 
              de grabación de esta última jornada de la Tetralogía por la Decca 
              (podemos apreciar también la compenetración entre el productor John 
              Culshaw y “su elegido” Solti). En el vídeo se escucha y se ve la 
              toma de la llamada a los Gibichungos por Hagen, no elegida finalmente 
              para la edición final del registro, pero que demuestra ser mucho 
              mejor (si cabe) que la reproducida en ella. Frick exhibe un chorro 
              de voz potente, que resuena por encima de la orquesta sin problemas. 
              Un lujo (wagneriano). 
            Sólo 
              puedo recomendar vivamente la audición del Hagen de Frick. Nadie 
              en su sano juicio se arrepentiría. 
            A 
              la ya citada intervención en el Ocaso de Solti, añadiría 
              una toma del Prinzregententheater de Munich del 1 de septiembre 
              de 1955, con dirección musical a cargo de Kna y un lujoso 
              reparto encabezado por Bernd Aldenhoff (un auténtico tenor heroico, 
              pese a las críticas), Hermann Uhde (apabullante Gunther), Otokar 
              Kraus (un Alberich digno de mención), Birgit Nilsson (cantando en 
              alemán por primera vez la Brünnhilde del Ocaso), Leonie Rysanek 
              (Gutrune) e Ira Malaniuk (Waltraute). 
            Sólo 
              resta ya comentar su Gurnemanz. Es realmente muy bueno, a la altura 
              de Weber o de Hans Hotter. El lector lo puede encontrar en el Parsifal 
              de Georg Solti en Decca, aunque ahí ya se le notaban los años al 
              gran Frick. Su interpretación, pese a todo, es de excepción. Otro 
              artículo recomendado, por supuesto. 
            No 
              hablaré de sus papeles no wagnerianos por razones bien sabidas, 
              pero un estudio de su Sarastro, de su Osmin, de su inolvidable Rocco 
              y de muchos otros roles sería un verdadero deleite.  
              
            
               
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                   Un 
                    momento en la grabación de Fidelio con Otto Klemperer. De 
                    izquierda a derecha, Ingeborg Hallstein (Marzelline), Walter 
                    Legge, Otto Klemperer, Gottlob Frick (Rocco), Gerhard Unger 
                    (Jaquino) y Christa Ludwig (Leonore). 
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            Un 
              dato curioso: jamás cantó como el Barón Ochs en El Caballero 
              de la Rosa de Strauss. Dijo que “no sentía el papel”. Hubiera 
              sido una maravilla digna de recordar, porque tenía suficientes medios 
              vocales para ello. 
            Tal 
              vez la de Frick haya sido la más bella voz de bajo jamás existente. 
              Viril, poderosa, vibrante... No creo que sobre ninguno de los elogios 
              que le he prodigado a lo largo de este artículo, tal vez falten 
              algunos. Lo que sí es seguro es que Gottlob Frick en escena debió 
              ser un acontecimiento digno de verse, cosa que hoy puede decirse 
              de muy pocos cantantes, aunque no hay que perder la esperanza. Tal 
              vez algún día aparezca alguien como él. Hasta entonces, habrá que 
              contentarse con lo que hay (discos en casa y Regietheatre 
              generalizado en el resto del mundo). 
            
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