Número 276 - Zaragoza - Diciembre 2023
INTERPRETES 

GOTTLOB FRICK: HAGEN PARA LA ETERNIDAD
Gottlob Frick
como Hagen

Este mes de marzo tenemos un lujoso invitado en esta sección. Me refiero al enorme bajo Gottlob Frick, a quien muchos de mis amables lectores ya conocerán. A muchos les será familiar su interpretación de Hagen y de Hunding en la grabación de El Anillo del Nibelungo de Sir Georg Solti para Decca, unas encarnaciones dignas del más grande elogio.

La primera pregunta que puede surgir al hilo del título de este artículo es ¿porqué eso de “Hagen para la Eternidad”? Lo cierto es que no se me ocurrió un título mejor para honrar al que me parece el mejor intérprete del maligno Hagen en El Ocaso de los Dioses. Creo, con poco temor a equivocarme, que nadie ha prestado nunca tales acentos e inteligencia a un personaje tan portentoso como Hagen. Muchos bajos pecan de excesiva solemnidad, tal vez de excesiva nobleza -hay que tener presente que Hagen no es el Rey Marke-.

Requiere igualmente a un bajo noble, como sin duda lo fue Frick, pero el intérprete tiene que saber dotar también al personaje de otros matices más oscuros, de otra personalidad, de ese toque de maldad contenida que caracteriza al hijo del Nibelungo.

Como es habitual, comenzaremos con unos apuntes biográficos, que definan a grandes rasgos la importante carrera de Gottlob Frick.

Nació en Oelbronn, el día 28 de julio del año 1906, el menor de los trece hijos de un guardabosque. Querían que estudiara una carrera técnica, pero tenía cualidades innatas para el canto. De joven ya poseía una imponente voz de bajo, lo que le convirtió en el pilar fundamental del coro local.

Nunca estuvo matriculado en el Conservatorio, pero asistió a clases como oyente en la Escuela Superior de Música de Stuttgard, donde recibió enseñanzas del profesor Fritz Windgassen (tenor, y padre de Wolfgang Windgassen), quien a menudo contaba con él para actividades en la Escuela, porque no poseía ningún bajo entre sus alumnos.

Más tarde daría clase con el barítono Neudörfer Opitz, y, tras pasar una audición ante Siegfried Wagner, ingresó en los coros de Bayreuth.

Es contratado como solista por primera vez en Coburgo, en 1934. Después vinieron Freiburg y Königsberg, dónde el profesor Karl Böhm le escuchó, contratándole en el acto para la Ópera Estatal de Dresde. Fue miembro de esa compañía entre los años 1940 y 1950, cantando todos los grandes papeles de bajo: Osmin en El rapto en el serrallo, Sarastro en La Flauta Mágica, el Comendador en Don Giovanni, Rocco en Fidelio, Felipe II en Don Carlos y evidentemente todos los grandes papeles de bajo wagneriano, de los que hablaremos después in extenso.

A partir de 1950 es contratado por la Ópera de Berlín, aunque desde entonces  le solicitarían en todos los grandes teatros del mundo. Siempre reservó, no obstante, 25 funciones anuales en la Ópera de Viena y 20 en Munich.

Por ejemplo podemos citar que cantó Fafner, Hunding y Hagen en el Metropolitan Opera de Nueva York en la temporada 1961-62.

En el Festival de Bayreuth debutó (como solista, se entiende) en el año 1960, en la nueva producción del Anillo de Wolfgang Wagner, ciclo dirigido por Rudolf Kempe. Ese año cantó los papeles de Hunding y Hagen, repitiendo en 1961, 1962, 1963 y 1964 (año en el que además hizo Fasolt).

No poseo el dato de cuándo exactamente se retiró de los escenarios, porque éste no es un cantante sobre el que circule mucha literatura. No existe (“a mi leal saber y entender”) ninguna biografía escrita sobre él, y la información sobre su vida escasea. Debió de ser muy reservado con sus asuntos, aunque sus colegas le consideraban un hombre afable y encantador (como dijo de él, por ejemplo, Birgit Nilsson).

Murió en la ciudad de Mühlacker el día 18 de agosto de 1994, a los 88 años de edad.

Ha quedado registrado como uno de los más importantes bajos alemanes de la historia del canto gracias a sus tremendas cualidades vocales, que ahora paso a esbozar.

Podemos enmarcarle en la categoría de “bajo negro”, poseyendo unos graves magníficamente bien apoyados, rotundos y resonantes. Aquí no hay engolamientos de la voz ni esas insuficiencias que presentan otros bajos del mismo repertorio, que tienen problemas en cuanto tienen que dar una nota por debajo del sol grave (citemos el ejemplo del tosco Otto Edelmann –un Ochs tan famoso como deficiente- o incluso Kurt Böhme –un grandísimo bajo, pero con problemas con los graves-).

Frick sólo es comparable en graves al inmensísimo Ludwig Weber, cuya tesitura legendaria abarcaba desde el do grave (Do 1, utilizando terminología técnica) al la agudo (la 3) –pero de las excelencias de Weber hablaremos próximamente- (tal vez podríamos citar también a Kipnis en este apartado).

Pero la voz de Frick no se queda en la zona profunda. El centro es absolutamente excelso, con una belleza y calidez apabullantes. Emitía las notas con una característica vibración natural, lo que le daba un toque personalísimo e inconfundible (no confundir vibración con vibrato, nada más lejos).

Y no se quedaba corto en agudos tampoco. Seguramente no hubiera llevado a buen puerto un Sachs (recordaremos aquí a Josef Greindl, que sí supo hacerlo), pero no se le pide eso.

Hablemos ahora de sus encarnaciones wagnerianas. Nos ha llegado testimonio discográfico de casi todas ellas, debido a que el periodo de madurez vocal completa de Frick coincidió con un auge tremendo en la industria discográfica. Existen muchos registros de estudio, tanto de óperas completas como de fragmentos (destacaría, por ejemplo, un disco aparecido en el sello Testament y un recopilatorio en tres compactos en EMI).

Dejaré fuera del comentario los papeles de Daland (no conozco ninguna referencia) y el Landgrave Hermann (existen un par de registros de Tannhäuser con Frick), por su escaso interés en el conjunto de su aportación al canto wagneriano.

Primeramente hablaré de su Rey Enrique en Lohengrin, que es de una calidad pasmosa. Escuchando el Lohengrin de Rudolf Kempe (EMI) uno cree entrar en el cielo, y Frick es una de las razones. Pureza de canto, legato, fraseo impecable... una verdadera delicia wagneriana (claro que en esta grabación se encuentra además presente el testimonio sonoro de una de las voces más bellas de todos los tiempos: la excelsa Elisabeth Grümmer).

Un artículo recomendado para cualquier amante de la música. Además está recién re-editado por el sello en su importante colección Great Recordings of the Century.

Continuamos con su Rey Marke en Tristan. La principal grabación que poseemos es de una representación en vivo de la Ópera de Berlín de 1947 a cargo del mayor celebrante de la obra, el director y compositor Wilhelm Furtwängler (se conservan los actos 2º y 3º de dicha representación; como curiosidad a algún lector le gustará saber que la dirección escénica corrió a cargo de Frida Leider). Su interpretación es absolutamente conmovedora, dulce y partenal hasta lo indecible.

He oído alguna vez a alguien decir que Frick no era buen actor, que se apoyaba en sus innegables virtudes vocales, pero que no se envolvía en sus personajes. Es una opinión muy poco aceptable. Tal vez suene distante su Hagen, pero en ese caso no puede ser de otro modo.

En el papel de Marke demuestra su buen hacer en cuestiones de actuación. Imprime a su voz unos matices delicadísimos, un sentimiento e identificación total con el Rey traicionado. Realmente uno queda atónito ante semejante exhibición de buen gusto.

En los Maestros Cantores encontramos a uno de los Pogner más sobresalientes que podamos imaginar. El burgués orgulloso de sí mismo y de su posición –“Dios me hizo, en fin, hombre rico”-. Recomiendo al amable lector que escuche los Maestros del sumo sacerdote Knappertsbusch de Munich de 1955 (además encontrará una de las más increíbles funciones grabadas de la obra).

Comentando brevemente su Fafner en Rheingold, podemos decir que es uno de los grandes cantantes que ha servido al papel. Perfecto en todos los sentidos. Recomiendo la grabación completa del Anillo de Furtwängler de 1953 con la orquesta de la RAI (en EMI a precio económico).

Gottlob Frick como Hunding,
otra de sus grandes creaciones.

En La Walkyria encontramos otra de las cimas de la carrera de Frick, el papel de Hunding, el tosco guerrero desposado con Sieglinde de forma poco reglamentaria (el consentimiento de la hembra suele ser necesario en todas las especies animales incluida la humana). Estamos ante una de las mayores interpretaciones que se pueden recordar.

Se recuerdan muchos buenos bajos que han hecho el rol de forma sobresaliente. No podemos olvidar a Alexander Kipnis, a Josef Greindl, a Ludwig Weber, a Arnold Van Mill, a Emanuel List... son muchos. Pero entre ellos, Gottlob Frick tiene un lugar de honor.

En cuestiones vocales es, como siempre, apabullante. No hay más que recordar su aportación al Anillo de Solti o su intervención en la Walkyria de Furtwängler de estudio (lo único que se pudo grabar del hipotético ciclo completo con el director, que falleció antes de poder continuar con el proyecto). Que el lector escuche y juzgue por sí mismo.

Llegamos al plato fuerte: Hagen, aunque ya hemos hablado de ello a lo largo de este texto. Es simplemente único. Sólo Josef Greindl hizo una interpretación de tanta calidad.

Momentos para recordar: la llamada a los Gibichungos y la escena de la guardia nocturna, ambos en el segundo acto del Ocaso.

 

Gottlob Frick y Otokar Kraus en el segundo acto del Ocaso, como Hagen y Alberich, respectivamente.

Un documento muy interesante para conocer a Frick en plena acción es el documental “The Golden Ring”, elaborado durante las sesiones de grabación de esta última jornada de la Tetralogía por la Decca (podemos apreciar también la compenetración entre el productor John Culshaw y “su elegido” Solti). En el vídeo se escucha y se ve la toma de la llamada a los Gibichungos por Hagen, no elegida finalmente para la edición final del registro, pero que demuestra ser mucho mejor (si cabe) que la reproducida en ella. Frick exhibe un chorro de voz potente, que resuena por encima de la orquesta sin problemas. Un lujo (wagneriano).

Sólo puedo recomendar vivamente la audición del Hagen de Frick. Nadie en su sano juicio se arrepentiría.

A la ya citada intervención en el Ocaso de Solti, añadiría una toma del Prinzregententheater de Munich del 1 de septiembre de 1955, con dirección musical a cargo de Kna y un lujoso reparto encabezado por Bernd Aldenhoff (un auténtico tenor heroico, pese a las críticas), Hermann Uhde (apabullante Gunther), Otokar Kraus (un Alberich digno de mención), Birgit Nilsson (cantando en alemán por primera vez la Brünnhilde del Ocaso), Leonie Rysanek (Gutrune) e Ira Malaniuk (Waltraute).

Sólo resta ya comentar su Gurnemanz. Es realmente muy bueno, a la altura de Weber o de Hans Hotter. El lector lo puede encontrar en el Parsifal de Georg Solti en Decca, aunque ahí ya se le notaban los años al gran Frick. Su interpretación, pese a todo, es de excepción. Otro artículo recomendado, por supuesto.

No hablaré de sus papeles no wagnerianos por razones bien sabidas, pero un estudio de su Sarastro, de su Osmin, de su inolvidable Rocco y de muchos otros roles sería un verdadero deleite.

 

Un momento en la grabación de Fidelio con Otto Klemperer. De izquierda a derecha, Ingeborg Hallstein (Marzelline), Walter Legge, Otto Klemperer, Gottlob Frick (Rocco), Gerhard Unger (Jaquino) y Christa Ludwig (Leonore).

 

Un dato curioso: jamás cantó como el Barón Ochs en El Caballero de la Rosa de Strauss. Dijo que “no sentía el papel”. Hubiera sido una maravilla digna de recordar, porque tenía suficientes medios vocales para ello.

Tal vez la de Frick haya sido la más bella voz de bajo jamás existente. Viril, poderosa, vibrante... No creo que sobre ninguno de los elogios que le he prodigado a lo largo de este artículo, tal vez falten algunos. Lo que sí es seguro es que Gottlob Frick en escena debió ser un acontecimiento digno de verse, cosa que hoy puede decirse de muy pocos cantantes, aunque no hay que perder la esperanza. Tal vez algún día aparezca alguien como él. Hasta entonces, habrá que contentarse con lo que hay (discos en casa y Regietheatre generalizado en el resto del mundo).