Quién
les iba a decir a los oyentes de radio aquella tarde que la desconocida
soprano que estaban a punto de oír en el papel de Sieglinde
llegaría a ser una de las más grandes sopranos dramáticas
wagnerianas de todos los tiempos.
Era
el día 6 de diciembre de 1941. Como era habitual los sábados
en el Metropolitan Opera de Nueva York, la matinée de las
dos de la tarde iba a ser retransmitida en directo por radio. La
obra programada para aquella tarde era Die Walküre, con un
reparto estelar compuesto por la flor y la nata del canto wagneriano
de la llamada "Edad de Oro": Lauritz Melchior (Siegmund),
Alexander Kipnis (Hunding), Friedrich Schorr (Wotan), Kerstin Thorborg
(Fricka) y Helen Traubel (debutando como Brünnhilde). Para
Sieglinde estaba programada la aparición de Lotte Lehmann,
pero un azar del destino quiso que aquella tarde Madame Lehmann
estuviera resfriada. Las cabezas pensantes de la gerencia del Met
no encontraron otra solución que encomendarle la tarea a
una jovencísima soprano (23 años) recientemente contratada
para iniciar su carrera y cuyo debut estaba planeado para el mes
de enero siguiente como Elsa en Lohengrin. El nombre de esta desconocida
era Astrid Varnay.
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Astrid Varnay en su camerino tras su debut como Sieglinde en
1941. Nótense las fotos dedicadas de Kirsten Flagstad,
su heroína hasta hoy, sobre el tocador.
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Hija del tenor Alexander Várnay y la soprano coloratura Mária
Jávor, ambos húngaros, había nacido en Estocolmo
(Suecia) el 25 de abril de 1918, tomando el nombre de Ibolyka Astrid
Mária Várnay. El nombre Ibolyka significa en húngaro
"pequeña violeta", y le fue dado por su padre al
que le impresionaron los ojos violáceos de la niña
(más tarde, los americanos que, como es bien sabido, son
gente práctica, la llamaban Violet). Al ser sus padres cantantes
itinerantes (Astrid nació en Estocolmo porque estaban contratados
para cantar allí), se trasladaron a Kristiania (Noruega),
donde el padre se ocupó de la gerencia de un pequeño
teatro de ópera.
En ese teatro, el Opéra Comique, se organizaron grandes representaciones,
incluyendo, por ejemplo, un Otello de Verdi cantado por Leo Slezak
y la entonces jovencísima Kirsten Flagstad. Aquí me
siento obligado a insertar una pequeña anécdota que
relata Astrid Varnay en sus memorias, de las que hablaré
algo más tarde:
"Después
de una vida en la carretera, Madame Jávor estaba encantada
de asentarse con su familia en Kristiania, disfrutando del doble
placer del estrellato y la maternidad.
Este doble placer se convertía frecuentemente en un doble
dilema, porque en seguida se encontró frente al problema
de qué hacer con el bebé durante las representaciones.
Un día se le ocurrió una idea: ¿por qué
no hacer una pequeña cuna en uno de los cajones inferiores
del tocador de su camerino? Desafortunadamente, el más bajo
de los cajones era aún un poco alto para la seguridad del
bebé, así que, poco antes de una representación
de Un Ballo in Maschera, madre envolvió al bebé, y
las dos nos fuimos al camerino de al lado, donde la soprano que
había sido contratada como Amelia estaba preparándose
para salir a escena.
Resultó que la otra señora tenía un cajón
lo suficientemente cercano al suelo como para que no me hiciera
ningún daño en caso de caída, y las dos sopranos
procedieron a meterme en la cuna para la duración de la ópera.
Yo era tan solo un renacuajo entonces. Fue mi primer encuentro con
Kirsten Flagstad."
Cuando
la etapa en Kristiania terminó, tras tres años de
éxitos, la familia Várnay emigró a Buenos Aires,
y más tarde a Nueva York, a donde llegaron en noviembre de
1923. Alexander Várnay murió al poco tiempo y Mária
Jávor se casó con un italiano llamado Fortunato de
Angelis.
Tras algunos años en la ciudad, Astrid inició sus
estudios vocales con su madre y más tarde con el Maestro
Hermann Weigert, quien les fue recomendado por la mismísima
Kirsten Flagstad.
Estudió todo el repertorio wagneriano para soprano en tan
solo 18 meses. Y se presentó para una audición en
el Met ante el General Manager Edward Johnson, siendo contratada
posteriormente como miembro de la compañía.
Su debut como Sieglinde fue un terremoto, haciendo palidecer el
de Helen Traubel de aquella misma noche. Seis días después,
el 12 de diciembre, Traubel canceló su segunda aparición
como Brünnhilde, siendo reemplazada por Varnay. En sus propias
palabras:
"Acababa
de terminar un personaje en Walküre cuando tuve que añadir
alas para otro. Me llamaban la "Brünnhilde de siete meses"."
Continuó
una imparable carrera en el Met, siendo miembro permanente de la
Compañía hasta el año 1955, cuando ciertos
desacuerdos con el nuevo gerente Rudolf Bing hicieron que se decidiera
a marchar definitivamente a Europa. Este Rudolf Bing fue el mismo
que, en el año 1950, había obligado a Lauritz Melchior
a abandonar la Compañía (después se dedicaría
al musical, pero de eso hablaremos en otros artículos); el
mismo que ofreció en 1954 a Hans Hotter cantar "esos
maravillosos papeles secundarios" (Hunding y demás)
en vez de Wotan, porque, según el buen señor, tendría
mucho más éxito en ellos (de hecho existe una rara
grabación de un Primer Acto de Die Walküre con Hotter
como Hunding y Varnay como Sieglinde, en 1954, cuando ambos triunfaban
ya en Bayreuth como Wotan y Brünnhilde).
También triunfó en roles no-wagnerianos como, por
ejemplo, Leonore en Fidelio de Beethoven, Santuzza en Cavalleria
Rusticana de Mascagni, Lady Macbeth en Macbeth de Verdi y, sobre
todo, encarnando las criaturas operísticas de Richard Strauss:
la Mariscala en Der Rosenkavalier, Salome y, por encima de todo,
Elektra (que merecería un estudio aparte por la enorme calidad
de su interpretación).
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Con su marido y maestro Hermann Weigert tras la premier de Lohengrin
en 1954.
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Entretanto,
Varnay, que se había casado en 1944 con su mentor Hermann
Weigert, enviudó tras la enfermedad coronaria de su marido.
Pero decidió seguir el consejo de un médico de Waco
que había tratado a su marido: "lo mejor que puede hacer
por su marido es seguir cantando".
En el verano de 1951 Astrid Varnay comenzó sus apariciones
anuales en el Festival de Bayreuth. Wieland Wagner necesitaba una
soprano dramática para su "Nuevo Bayreuth" después
de la guerra, y le ofreció el puesto a Kirsten Flagstad,
quien lo rechazó, recomendando a una joven soprano llamada
Varnay que hacía entonces carrera en el Met. Al no haber
tiempo para audiciones, Wieland la contrató basándose
en las opiniones de otros artistas que habían trabajado con
ella. Se convirtió así en la única cantante
de la historia en ser aceptada para el Festival de Bayreuth sin
audición previa.
Mantuvo su colaboración con el Festival todos los veranos
durante 17 años, hasta 1968. Cantó en Bayreuth la
mayoría de los papeles wagnerianos de su repertorio (excepto
lo que llama las "tres Es" -Elsa, Elisabeth y Eva-, Freia
y Gutrune): Brünnhilde, Ortrud, Senta, Kundry, la Tercera Norna,
Sieglinde e Isolde.
En el artículo del próximo mes analizaremos sus creaciones
wagnerianas una por una, dando las pertinentes indicaciones discográficas.
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Varnay como Brünnhilde
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Su
etapa en Bayreuth es, como ella misma reconoce, su época
más satisfactoria como artista. En ella tuvo la oportunidad
de enriquecer sus interpretaciones de las heroínas wagnerianas
gracias al contacto con artistas tan enormes como Hans Hotter, Wolfgang
Windgassen y Hans Knappertsbusch, y a ese genio de la escena que
fue Wieland Wagner, quien dijo una ya famosa frase sobre Varnay:
"Para
qué quiero un árbol en escena cuando tengo una Astrid
Varnay".
Simultáneamente,
Varnay continuó cantando por Europa, especialmente en Alemania,
donde visitó teatros como el de Düsseldorf y Stuttgard,
y sobre todo el Bayerische Staatsoper de Munich, donde permaneció
activa muchos años, primero como cantante y más tarde
como profesora de canto en el Opera Studio, la escuela para jóvenes
talentos vocales del teatro -actualmente extinta- (En el Opera Studio
fue donde hace unos años Varnay descubrió el talento
en alza de Violeta Urmana, la actual Kundry en Bayreuth).
A finales de los años sesenta, Varnay se dio cuenta de que
su registro agudo no era tan bueno como antes y que, en cambio,
su voz había ensanchado en graves y profundidad. Cantó
su última Brünnhilde en Götterdämmerung en
1971.
Inició entonces una muy satisfactoria "Segunda Carrera"
(Varnay dixit), donde interpretó con gran éxito papeles
de mezzosoprano.
En esta categoría se incluyen Herodias de Salome (su record
personal: 213 representaciones), Klytämnestra en Elektra y
el Ama en Die Frau Ohne Schatten ("La mujer sin sombra"),
todas de Strauss. También Mamma Lucia en Cavalleria Rusticana,
la Kostelnicka en Jenufa de Leo Janácek, la viuda Leokadja
Begbick en Aufstieg und Fall der Stadt Mahagonny ("Auge y Caída
de la ciudad de Mahagonny") de Kurt Weill (el personaje con
el que volvió, en 1974, al Met 18 años después
de abandonarlo) y la Condesa en Pique Dame ("La dama de picas")
de Tchaikovsky. Como curiosidad apuntaremos también que cantó
dos papeles wagnerianos más: Mary en Der Fliegende Holländer
y la Primera Norna en Götterdämmerung, con los que cumplió
el total de 17 roles wagnerianos, un record no superado, creo, por
ningún intérprete en este repertorio.
Hizo su última aparición en escena en el Bayerische
Staatsoper de Munich en 1996 como el Ama del Zar en Boris Godunov
de Modest Mussorgsky, cerrando así una larguísima
y exitosa carrera que había durado más de medio siglo.
Actualmente Astrid Varnay vive en Munich.
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Esta foto no era planeada. Pertenece a un tour del Met de 1940. |
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Hace
unos años le fue propuesto escribir un libro con sus memorias,
lo que hizo en colaboración con el neoyorquino Donald Arthur,
en inglés. Al ir a publicarlo, la editorial alemana a la
que acudieron se negó a imprimirlas en el idioma original,
por lo que tuvieron que ser traducidas al alemán, saliendo
finalmente al mercado con el título de "Hab mir's gelobt.
55 Jahre in Fünf Akten". Un tiempo después, se
decidió (es una historia demasiado larga para explicarla
aquí) que el libro debía ser publicado en su versión
original, proyecto que vio finalmente la luz hace tan sólo
dos meses, en noviembre de 2000, bajo el título de "55
Years in Five Acts: My Life in Opera", con prefacio del venerable
Wolfgang Wagner.
Así concluyo la primera parte de este homenaje a Astrid Varnay,
a quien el gran Knappertsbusch llamó "La Inalcanzable".
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