Número 276 - Zaragoza - Diciembre 2023
IN FERNEM LAND... 

EL CASTILLO DE LAS MARAVILLAS

PARSIFAL

 

Diosas reinan allí sublimes en la soledad,
alrededor suyo no hay ningún lugar, menos aún tiempo;
difícil es hablar de ellas.
¡Son las madres! Goethe.
Fausto II.1.

 

 

 

Castillo. A. Lee

A la plegaria sosegada con la que se abría el primer acto, se opone, en el preludio del segundo, una tempestad de pasiones infernales. Cuando se abre el telón, en el Teatro de la Colina Verde, dejando ver el interior del castillo encantado de Klingsor, extraños instrumentos de magia y necromancia ocupan una buena parte del escenario. El hechicero aparece en un lateral de la galería de la torre sentado frente a un espejo metálico, por donde parece escudriñar la llegada del loco puro.

La doncella de la mula

Cundry en la corte de Arturo, Neuschwanstein

            Volviendo al texto de Chrétien, ya vimos (El Cortejo del Grial) cómo, al salir del Castillo del Grial, Perceval se encuentra con una dama que llora a un caballero muerto y que resulta ser su prima. Es ella la que le insta a decir, por primera vez, su nombre; la que le desvela que su madre murió por la pena que le causó su marcha y que, por este pecado, no fue capaz de preguntar, en el Castillo del Rey Pescador, por qué sangraba la lanza y a quién servía el Grial. Así, condenó al monarca a no recobrar ni la salud, para él, ni la fertilidad para sus tierras. El hijo de la Dama Viuda deja que su prima entierre al caballero mientras él emprende la búsqueda de su asesino. Pero, antes, encuentra en un lamentable estado a la Dama de la Tienda a quien besó y arrebató el anillo nada más salir de la Yerma Floresta Solitaria (El Río de la Vida). Esta actitud provocó que, por celos, su marido la maltratara y humillara. Ahora, nuestro héroe le derrotará en justa lid, reconciliará a la pareja y les enviará a la corte de Arturo, para que recuerden a la doncella que rió su prometida venganza contra el senescal Keu, por haberla abofeteado. Allí, el soberano y sus caballeros se proponen ir en busca del misterioso paladín que ha logrado derrotar a tantos y tan poderosos campeones. Es entonces cuando el poema francés presenta el episodio de las tres gotas de sangre en la nieve, lo que provoca, por un lado, el éxtasis del héroe, recordando las rojas mejillas y la boca de Blancheflor, y, en consecuencia, el golpe que le da al senescal en el momento en el que éste intenta sin miramientos sacarle de él. Este golpe romperá el brazo de Keu, cumpliendo con el vaticinio del bufón y con la venganza de Perceval contra el belicoso senescal (El Caballero Bermejo). Lo que no consiguieron las malas maneras y la violencia, lo logrará la gentileza de Gauvain, el sobrino del rey que, una vez fundida la nieve, despierta al héroe de su profunda ensoñación. Ambos caballeros simpatizan al instante y Perceval es llevado a presencia de Arturo y Ginebra que le conducen a su corte de Carlion para agasajarlo. Pero la alegría y el regocijo cesan bruscamente en el momento en el que irrumpe en la fiesta, a lomos de una mula, una doncella fea a placer. La mujer saluda a todos los concurrentes salvo a Perceval, a quien maldice y acusa de que el Rey Pescador no pueda curar su herida ni gobernar sus tierras; de que éstas estén en ruinas, sus pobladores oprimidos y desamparados, así como sus caballeros muertos. Y todo ello, por no haber sido capaz de preguntar por qué sangraba la lanza y a quién servía el Grial. Después, la Horrible Comadre se dirige al rey Arturo y a sus caballeros recomendándoles ir al Castillo Orgulloso si quieren alcanzar la gloria en justas o batallas, pero que si lo que desean es conquistar la suprema gloria del mundo habrán de ir a librar de su asedio a la doncella de Mont Esclaire y, así, ceñir la Espada del Extraño Tahalí. La visita de la poco agraciada Doncella de la Mula pondrá en marcha a toda la corte: algunos paladines se dirigirán al Castillo Orgulloso y Gauvain a liberar a la doncella, mientras que Perceval se propondrá no pasar dos noches en el mismo lugar hasta que no averigüe la respuesta a las preguntas que no fue capaz de formular en su momento. Por su parte, Gauvain se enfrentará a una serie de acontecimientos que le obligarán a iniciar la búsqueda de la lanza que sangra.

El rey Arturo. C. Backhouse

En el mabinogi galés, después de algunas aventuras heroicas y galantes de Peredur, encontraremos un episodio casi idéntico al de Chrétien; aunque, lógicamente, la mujer no mencione el Grial (recordemos que, aquí, se tratará de una cabeza ensangrentada sobre una bandeja) sino la lanza y los prodigios presenciados en el Castillo del Rey Cojo. Von Eschenbach, también después del episodio de la sangre en la nieve, del que nace una estrecha amistad entre Parzival y Gawan, nos relatará la llegada intempestiva de una espantosa mujer con colmillos de jabalí, nariz de perro, orejas de oso y rostro velludo, que conocía todas las lenguas y todos los saberes. Se trata de Cundry (Wolfram le da un nombre que no aparece en los textos francés ni galés), la Bruja y, más tarde veremos que, también, la Mensajera del Grial. Esta extraña mujer maldecirá a Parzival, como en las otras versiones, e invitará a la aventura al resto de los caballeros instándoles a que vayan al Castillo de las Maravillas, donde cuatro reinas y cuatrocientas damas están prisioneras. La hechicera también desvelará la existencia de Feirefiz, el hermano blanco y negro de nuestro héroe (que, como recordaremos, es hijo de Gahmuret  y de la reina mora Zazamanc: El valiente Gahmuret) y, a partir de este momento, los caminos de ambos héroes se bifurcarán: Parzival tratará de volver al Castillo del Grial y Gawan intentará llegar al de las Maravillas.

La dama de la fuente

La fuente. J.-J. Henne

            Si exceptuamos el episodio que refiere la entrevista de Perceval con su tío el eremita (Griales) después de vagar durante cinco años, el inacabado poema francés ya sólo se dedicará a la persona de Gauvain y su búsqueda de la Lanza, paralela a la del Grial por parte de Perceval (como sabemos, Wagner, unificará ambas búsquedas en la figura única de su Parsifal). Después de algunas aventuras, en las que amores y combates se entretejen, el galante sobrino de Arturo encuentra a una bella y orgullosa muchacha que accedería a acompañarle, si éste consiguiera recuperar a su palafrén, extraviado en el jardín de un terrible caballero; pero, para que a su lado, le llegue el dolor y el tormento, el duelo, la vergüenza y el infortunio. Por extraño que pueda parecer, el héroe no se arredra ni ante estas insólitas amenazas ni ante las palabras de las gentes que encuentra en el vergel, previniéndole contra la malvada muchacha, y rescata a su caballo. Que la cabeza del animal sea blanca y negra nos previene, según la tradición simbólica celta, de que estamos ante una de las figuras femeninas que guardan el paso al Otro Mundo; lo que se confirma mediante las pruebas que impone al caballero (no cualquiera es digno de visitar en vida el Más Allá) y por el núcleo central de esta aventura: la llegada de Gauvain, después de pasar un río profundo y ancho (una nueva frontera entre los dos mundos), al Castillo de las Maravillas, poblado por reinas, damas y doncellas de otros tiempos. Allí encontrará el lecho peligroso. Vencer su magia, le abrirá la puerta que rompa todos los encantamientos de la fortaleza (obras de un clérigo sabio y conocedor de la astronomía, prefiguración de Klingsor) y le franqueará el camino hasta las reinas: su abuela (madre de Arturo) y su propia madre, así como una hermana cuya existencia desconocía. Todo ello refuerza la idea de que se trata de un espacio situado, al menos en su origen, más allá del mundo mortal.

El reino de las Madres

La belle dame sans merci. F. Dicksee

En el poema alemán, esta aventura se acerca mucho a la versión de Chrétien, pero con añadidos interesantes, que siguen reforzando el origen celta del mito: Gawan se encuentra, cerca de un castillo que parece girar (en el antiguo folklore galés e irlandés, según R. Graves, estas fortalezas son las residencias de los grandes magos), al lado de una fuente (las damas de las fuentes son las custodias del Más Allá), con Orgeluse de Logroys (Orgullosa de Logres) que, sometiéndole a provocadoras burlas y obligándole a algunos enfrentamientos con otros caballeros, le pone en el camino del Castillo de las Maravillas, de donde nadie nunca volvió, rodeado de aguas profundas y situado en los dominios del mago Clinschor. Como en el texto de Chrétien, también se somete allí a la peligrosa prueba del Lecho Encantado que, en vez de invitar al descanso, se desboca brincando, estrellándose contra las paredes y recibiendo proyectiles y flechas de innumerables e invisibles arqueros, hasta que se rinde a la paciencia del héroe. Según el magnífico estudio de H. Zimmer, El rey y el cadáver, el paladín, superando esta prueba, demuestra las virtudes indispensables para quien quiera progresar con el principio femenino, ganar su estima y forzar su obediencia. Enfrentándose al mágico lecho y, después, a un león que le hiere gravemente pero al que logra matar, el caballero consigue que se abra, para él, el Reino de las Madres, siempre según Zimmer: Ese oscuro territorio que fue durante milenios el objetivo sagrado de todos los grandes héroes de la búsqueda, desde Gilgamesh a Fausto, pues es el depósito de los tesoros espirituales de la sabiduría mística del segundo nacimiento. Las llaves que abren el tabernáculo de la vida interminable y la bendición de la inmortalidad se descubren allí. A través de estas palabras, parece confirmarse que la búsqueda del Grial que emprende Parzival y la de Gawan se reflejan la una en la otra.

Belle dame sans merci. C. Cowper

Siguiendo con el poema de Wolfram, vemos cómo, vencido el león, las cuatrocientas damas del castillo, hasta entonces invisibles, acuden para socorrer al paladín. Entre ellas, destaca la anciana reina Arnive (la Igraine de la tradición francesa), su propia abuela y la madre de Arturo, que le cura las heridas con un ungüento traído de Munsalwäsche por Cundry, la Hechicera, y que sirvió ya para mitigar el dolor de la herida de Anfortas. El héroe pasa algún tiempo en esta fortaleza del Más Allá, junto con su abuela, su madre y sus dos hermanas; pero no se reconocen, lo que subraya, una vez más, su pertenencia en origen a mundos muy distintos. En este sentido, se puede entender también la columna mágica: una piedra preciosa que emite luz propia, que el nigromante Clinschor había llevado hasta el castillo desde el país de Feirefiz y en la que se reflejaban todas las tierras que rodeaban la fortaleza junto con sus habitantes y las gentes que pasaban por ellas (como su equivalente: el espejo metálico de Klingsor, en Wagner). Las columnas y los pilares representan, en la simbología celta, tanto el eje del mundo como el árbol de la vida; no debe resultar, por lo tanto, extraño que el contemplar en esta columna a su amada Orgeluse junto con otro caballero, lleve al enamorado Gawan a dejar el castillo  para volver al mundo en el que palpita la vida, pese a las reticencias de la reina Arnive. Allí, la altiva señora le someterá a una última prueba: cruzar el Vado Peligroso (de nuevo, un puente entre los dos mundos de las tradiciones célticas) y recoger una guirnalda colgada de la rama del árbol que guardaba el rey Gramoflanz, el asesino del primer marido de la dama. Gawan sale victorioso de la aventura haciéndose con la guirnalda y retando en duelo al rey. Es entonces cuando Orgeluse de Logroys mostrará su auténtica y amable naturaleza, velada por el dolor que la había causado el asesinato de su esposo y su necesidad de venganza. La historia que narra a su enamorado paladín va a reunir las aventuras del Castillo de las Maravillas con las del Castillo del Grial. Orgeluse confiesa que para vengarse de Gramoflanz aceptó los servicios amorosos de Anfortas, causando indirectamente su herida; que tuvo que entregarle a Clinschor, el nigromante, los valiosos regalos que le entregó el indigno rey del Grial, y que sólo ofreció su amor a un caballero que lo rechazó, según sus propias palabras, por fidelidad a otra dama más hermosa y más amada. El caballero en cuestión se llamaba Parzival (acabamos de ver cómo Wagner unifica las figuras literarias de Cundry y Orgeluse en su mensajera del Grial; aunque no serán las únicas que podamos reconocer en el personaje). Gawan vuelve al Castillo de las Maravillas como su rey. Hasta allí llegará también Arturo mientras se prepara el combate que habrá de enfrentar definitivamente a su sobrino con Gramoflanz. Pero Gawan confunde a Parzival con su adversario y lucha contra él. Como aún no se ha podido recuperar de las heridas que le causó el león, pronto cae derrotado ante el amigo, que se horroriza cuando oye su nombre en boca de los escuderos. Por si alguien dudara que Gawan y Parzival son, en esta obra, dos caras de un mismo personaje (como lo entendió Wagner), queda despejada la incógnita ante las palabras del sobrino de Arturo: A vos mismo habéis derribado. Poco después será Parzival en que combata contra Gramoflanz y le derrote sin esfuerzo. Finalmente, tras una serie de vicisitudes y gracias a los buenos oficios de Arturo, todas las partes se reconciliarán: Gramoflanz se casará con una hermana de Gawan y éste con Orgeluse.

El mago. E. Burne-Jones

Acabamos de ver cómo el castillo encantado del Klingsor wagneriano tiene su más directo referente en el Castillo de las Maravillas de los textos medievales que narran mito del Grial, pero las damas que habitan este último poco tienen que ver con las muchachas flor que Wagner nos presenta en el segundo acto de su Parsifal. Sin embargo, también encontraremos su modelo en un texto medieval muy del gusto del maestro de Leipzig, se trata del Alexanderlied (ca. 1130), uno de los poemas caballerescos más antiguos de la literatura alemana y cuyo autor es un eclesiástico llamado Lamprecht del que no sabemos prácticamente nada más, pero que cita a Alberico de Besançon (el autor de uno de los más conocidos Libros de Alexandre) como el modelo francés de su obra. En ella, al igual que en todos los textos de esta época que se refieren a la leyenda de Alejandro Magno, el rey macedonio se nos presenta como un perfecto acaballero medieval que vive un sinnúmero de fantásticas aventuras; por ejemplo, la que le lleva, con sus generales, a su salida de la India, hasta un bosque encantado, atraídos por voces y melodías que parecían provenir de él. No les engañaron sus oídos, allí encuentran, al borde de una fuente, a unas muchachas que cantaban acompañadas de arpas y liras. Eran los espíritus de las flores, que nacían en primavera, se desarrollaban hasta obtener una forma humana cuando los árboles regalaban más frescor, y caían, heridas de muerte, con la llegada del otoño: Su canto era tan dulce que todas nuestras fatigas fueron olvidadas(...). Todo lo que pudimos sufrir, desde la infancia, se borró de nuestra memoria y, si hubiéramos podido quedarnos allí, ya no hubiéramos temido ni a la misma muerte.

            En el Teatro de la Colina Verde, el mago Klingsor ve acercarse, a lo lejos, a Parsifal y enciende un sahumerio que llena el foso de un humo azulado.

Bibliografía

Campbell, J; Las máscaras de Dios. Mitología creativa. Madrid, Alianza, 1992.
Eschenbach, W. von; Parzival. Madrid, Siruela, 1999.
Godwin, M.; El Santo Grial. Origen, significado y revelaciones de una leyenda. Barcelona, Emecé, 1994.
Graves, R.; La diosa blanca. Madrid, Alianza, 1988.
Lambert, P.-Y.; (traducción del galés medio, presentación y notas de); Les Quatre Branches du Mabinogi. París, Gallimard, 1993.
Troyes, Chr. de; Romans. París, Librairie Génerale Française, 1994.
Zimmer, H.; El rey y el cadáver. Barcelona, Paidós, 1999.

http://agora.qc.ca/reftext.nsf/Documents/Alexandre_le_Grand--La_legende_d'Alexandre_et_le_cure_Lamprecht_par_Adolphe_Bossert