Número 276 - Zaragoza - Diciembre 2023
NOTICIAS 

Suscríbete ya a la newsletter de Música Clásica




 Guía Bayreuth
 Nuevo
 Biografía
 Bayreuth
 Encuestas
 Libros
 Postoperatorios
 Trauermusik
 Premios
 Discografía
 Óperas y Dramas
 Efemérides
 In fernem Land...
 Intérpretes
 Leitmotivaciones
 Discos
 Entrevistas
 Wagnermaps
 WagnerStrasse
 La Risa de Kundry
 Incuestionables
 Menciones
 Acerca de...

 

POSTOPERATORIO: PARSIFAL EN EL REAL

Pese a mi natural escepticismo, he de reconocer que el 6 de Marzo presencié un milagro en el Teatro Real. La dirección de García Navarro fue magnífica. Dio la impresión de conocer bien la obra y amarla. Su versión fue de gran coherencia, con 'tempi' perfectamente adecuados y momentos de auténtica inspiración. Las dinámicas fueron extremas, pero sin llegar a atronar en los 'fortes'. La contundencia de los timbales en algunos momentos fue un detalle muy personal que acepto porque se hizo con convicción y no quedó mal. Obtuvo García Navarro un altísimo rendimiento de la Orquesta Sinfónica de Madrid. Se oyeron muchas cosas bien hechas en el foso. Destacaría algunos 'pianissimi' de contrabajos o timbales.

Matti Salminen fue un Gurnemanz inconmensurable, en la estela de los Weber, Hotter o Moll. Espléndido de voz, con un timbre muy cálido, Salminen roba la escena. Un artista de pies a cabeza. En el Tercer Acto estuvo si cabe mejor que en el Primero. Me llevé una gratísima sorpresa con el Amfortas de Franz Grundheber. Le he visto varias veces en vivo y le tenía por un cantante de voz fea, tosco, poco matizado. Compuso un Amfortas impecablemente cantado, con 'legato', muy expresivo sin caer en excesos. En el Primer Acto, durante la escena del Grial, me puso la carne de gallina. Agnes Baltsa estuvo bastante floja como Kundry, aunque no llega a hundir el Segundo Acto. Sólo tuvo una frase buena: "Ich sah -ihn-ihn-und-lachte-da traf mich sein Blick." Pasó muchos apuros, con momentos en los que tuvo que abrir la voz, rozando, incluso sobrepasando, el grito.

Plácido Domingo estuvo espléndido como Parsifal, completamente entregado, pletórico (¡a sus 60 años!), con frases magníficas: "Amfortas! Die Wunde! Die Wunde!", "Wie büb ich Sünder meine Schuld?", "Weiche von mir! Ewig-ewig-von mir!". ¿Qué la voz de Domingo nos suena más 'italiana' que 'alemana'? De acuerdo. Creo que la psicología no es del todo ajena a este hecho: le asociamos con otro tipo de papeles. Vocalmente me convenció su Parsifal, mucho más que su Siegmund. Discreto el Klingsor de Harmut Welker, que comenzó bien, con unos graves imponentes, pero que luego exhibió un feísimo vibrato. Bien cantado el Titurel de Artur Korn, aunque la voz me pareció pequeña. Posiblemente esto se deba a que cantaba dentro de una armadura, con la celada echada sobre la cara, aunque la boca quedara descubierta. Discretos todos los demás. Pobre el Coro, sin empaste. Durante la escena del Grial del Primer Acto se podían distinguir una por una todas las voces: el tercero de la izquierda tiene catarro; el quinto de la derecha se ahoga...

La puesta en escena fue otra cosa; no estuvo a la altura de las partes musical y vocal. Algún crítico la ha calificado en la prensa de 'minimalista'. Minimalismo cerebral, diría yo. En el Primer Acto, la caótica columnata, que luego se ordena durante la Escena de la Transformación, parecía el basamento de un puente o embarcadero. Aun así, funcionó razonablemente, no estorbó. El pobre Amfortas llevaba el brazo derecho embutido en una rígida funda que llegaba hasta el suelo y terminaba en una rueda hexagonal. ¿Las parihuelas de Amfortas? ¿el taca-taca de Amfortas? Para la escena del Grial, una larguísima mesa que ocupaba todo el ancho del escenario.
Es posible que el Grial fuera de piedra; desde donde yo estaba, me pareció que era UNA PIEDRA, que no es lo mismo. El decorado del Segundo Acto no me desagradó al principio, a excepción de un enorme tiburón disecado colgado del techo, que se contaba entre el 'instrumental de nigromante' de un Klingsor devenido en Comandante Cousteau retirado. Completaban la escena un conjunto de objetos de colores cuya simbología o utilidad se me escapa, pero que no quedaban del todo mal, bien iluminados como estaban. En la escena de las muchachas flor, una treintena de chicas tiradas por los suelos realizaron un simulacro de ejercicio de natación (de)sincronizada, mientras Parsifal se movía entre ellas haciendo verdaderos esfuerzos por no pisarlas y darse un porrazo. El dúo fue espantoso (además o aparte de la Baltsa). Kundry entra en escena por la boca del escenario (en vez de por detrás), dando la espalda a Parsifal y a las Muchachas Flor, pues canta de cara al público. Y así, completamente ajena a todo lo que está pasando, sin mirar un instante a alguien que no sea a ¿García Navarro? ¿el público? La Baltsa despacha a las Muchachas Flor y ¿seduce? (¿sabrá el director de escena lo que es eso?) a Parsifal mientras mira al tendido. Después del castísimo beso, una de esas tonterías que hacen los cantantes (no sé de quien es la culpa, si de ellos o del director de escena): Domingo se pone de rodillas y dice lo de "Amfortas! Die Wunde!", para ponerse inmediatamente en pie, pues es bastante incómodo cantar de rodillas. ¿Y para qué demonios se arrodilló, cuando el libreto dice claramente que Parsifal se pone de pie? Pero claro, es que YA ESTABA DE PIE. Todo el tiempo Kundry y Parsifal han estado de pie. Uno pretende ser original y resulta que lo que consigue es liarlo todo y hacer las cosas más difíciles. Resultón el truquito luminotécnico al final, cuando la lanza arrojada por Klingsor se detiene sobre la cabeza de Parsifal. El final fue lamentable. Una 'cosa' de colores al fondo (¿el palacio de Klingsor?) se hunde cuan masa de plastilina fofa, como en las películas de animación de 'Wallace y Gromit'. Horrible.

El Tercer Acto no fue mejor: una tienda de 'Pocahontas' vestida del Betis, mimetizándose con la pradera, que era una moqueta verde con manchas blancas (¡ah, la nieve!). Fue emocionante el momento en que Parsifal se despoja de la armadura, aunque al pobre Domingo no le favorece nada el pijama negro que llevaba debajo, y que parecía diseñado por Jean Paul Gaultier (transparencias en el pecho). La Escena de la Transformación III fue cutrísima: sacan de escena la tienda de 'Pocahontas', entra el Coro masculino empujando unas armaduras, también los caballeros con Amfortas y el cadáver de Titurel. Al final Amfortas ni se arranca las vendas ni nada, se queda de pie como un pasmarote (como todos los demás). Ni siquiera le dejan desprenderse del incómodo taca-taca. No hay Grial, cae una tela traslúcida que deja a Domingo sólo en la boca del escenario, y éste nos enseña la lanza. Redención al redentor y el infierno para los impresentables responsables de la escena. Todos los caminos que les traigan al Teatro Real yo los maldigo.

Lamentable el público, que salió corriendo y apenas aplaudió. Al finalizar la representación, saludo a telón levantado del Coro e incorporaciones individuales de los solistas entre bravos del público y de García Navarro, que también fue ovacionado (como sus entradas al foso en los Actos II y III) y se mostró visiblemente satisfecho. Luego, ya con el telón bajado, tres salidas de conjunto, la última con cuatro gatos en la sala y Plácido arrastrando literalmente a sus compañeros. No es justo que una interpretación como la que yo presencié ayer se 'despache' con tan escasos aplausos. Me acordé de aquello de las 'margaritas para los cerdos'.

En resumen, una enorme sorpresa, un Parsifal musical y vocalmente extraordinario, con un García Navarro que por fin da la talla (¡y de qué manera!), con una orquesta que respondió con solvencia (no es la primera vez) y un reparto vocal que, hoy por hoy, se me antoja difícilmente mejorable, excepto la Kundry de Baltsa. En el lado negativo, una escena pobre, por momentos ridícula, y algo que me empieza a preocupar en este teatro: el abuso de la megafonía. En algunas intervenciones corales la voz parecía difundida por la sala mediante megafonía, como la voz de José Cura en el 'Miserere' del Trovador. En conjunto, una de las mejores cosas que he visto en el Nuevo Teatro Real.

Miguel A. Gonzalez Barrio

Abril 2001