TRISTAN
UND ISOLDE
Fratelli,
a un tempo stesso, amore e morte
ingenerò la sorte.
Leopardi. Canti XVII. |
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J.
Mestres Cabanes. Tristán e Isolda, Acto III |
En el Teatro de la Colina Verde, el fiel Kurwenal trata de calmar
a Tristan. ¡Por fin la melodía del pastor es gozosa!: un navío llega
desde el Norte. El pabellón de la alegría está izado a tope,
claro y luminoso. Ya no hay duda: Isolde acude a la llamada
de su amante que se levanta del lecho, arranca el vendaje que le
cubría la herida y camina, tambaleándose, hacia ella. Se encuentran
en el centro de la escena. La reina lo recibe en sus brazos. Mirándola
intensamente a los ojos, se desploma.
Tristán
el Enano
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S.
Dalí. El último combate de Tristán |
Volviendo al muy fragmentado texto de Thomas d’Angleterre y
a la completa Tristams Saga, vamos a vivir la última aventura
de nuestro héroe en Cornualles. Como ya apuntamos (Las
dos Isoldas), su cuñado Khaerdín se había enamorado
de Branguena al contemplarla en la Sala de las Imágenes e inmediatamente
deseó conocerla. Partieron, pues, los dos amigos hacia el reino
de Marcos donde encontraron a las damas de sus sueños. Cariado (el
caballero que se vengó del rechazo de Isolda desvelándole la boda
de su amante) encontró los caballos y las armas abandonados por
los pajes de Tristán, que había tenido que huir una mañana demasiado
precipitadamente de las habitaciones reales junto con su cuñado,
y reconoció el escudo de Khaerdín. Al echarle a Branguena en cara
la cobardía de su amante (tomó al criado, al que perseguía, por
su amo) ésta se quejó amargamente a la reina, recodándole todo lo
que había tenido que sufrir a causa de sus amores con Tristán. Mientras,
los dos amigos se habían refugiado en el bosque; pero, al conocer
lo ocurrido, pronto volverán a la corte, aunque semiocultos, con
motivo de unas fiestas en las que Khaerdín se vengará de la deshonrosa
calumnia de Cariadoc dándole muerte. Este hecho les obliga a volver
a Bretaña donde, en los muchos momentos de nostalgia, siguen encontrándose
con las estatuas de Isolda y Branguena en la Sala de las Imágenes
hasta que un día, al salir del bosque, se acerca a ellos un caballero
que pese a su gran estatura, dice llamarse Tristán el Enano. Éste
les cuenta que su amiga ha sido secuestrada por Estult l’Orgilus
Castel Fer (Audaz Orgulloso del Temible Castillo) y solicita la
ayuda de Tristán para liberarla. No parece que nuestro héroe quiera
socorrer a su homónimo o, al menos, no inmediatamente, con lo que
éste tiene que recurrir, según Jean Markale, a una vieja costumbre
celta que el folklorista denomina sátira druídica: una especie
de geis (El
filtro de amor), esa forma de encantamiento basada
en el inmenso poder que esta cultura le concedía a la palabra que,
sólo por el hecho de ser pronunciada por un druida, provocaba el
acontecimiento que ella misma anunciaba. Aquí, que el Enano llame
a Tristán por el sobrenombre de Enamorado (Amerus) le obliga,
mágicamente, a socorrer a cualquier otro enamorado si no quiere
perder honra y vida. No le quedará, pues, más remedio que encaminarse
con sus compañeros, los nobles bretones, hacia el castillo del Orgulloso
y sus siete hermanos. Conseguirán darles muerte a todos, pero también
morirá en la reyerta Tristán el Enano mientras que el Enamorado
será alcanzado por una espada envenenada. Es la tercera vez que
el héroe se ve en una situación semejante, recodemos su lucha con
Morold (La
herida envenenada) y con el dragón (Tantris);
en ambos casos, es Isolda la única que puede curarle y esta tercera
herida no será diferente.
En el poema que el Romancero castellano consagra a la leyenda,
es un celoso Marcos el que causa a su sobrino la herida mortal (siguiendo
la tradición del Tristán en prosa del siglo XIII en donde
el rey atraviesa al nuestro héroe con una espada envenenada cuando
le descubre en las habitaciones de la reina cantando para ella):
N.C.Wyeth.
El rey Marcos asesinando a Tristán |
Herido
está don Tristán
de una muy mala lanzada,
diérasela el rey su tío
pues celoso de él estaba;
diósela desde una torre
con una lanza herbolada:
el hierro tiene en el cuerpo,
de fuera le tiembla el asta.
Mal se queja don Tristán,
que la muerte le aquejaba;
preguntando por Iseo.
muy tristemente lloraba:
–¿Qué es de ti, la mi señora?
Mala sea tu tardanza,
que si mis ojos te viesen
sanaría esta mi llaga.
Llegó allí la reina Iseo,
la su linda enamorada,
cubierta de paños negros,
sin del rey dársele nada:
–¡Quién vos hirió, don Tristán,
heridas tenga de rabia,
y que no hallase maestro
que supiese de sanarlas!
Júntanse boca con boca,
juntos quieren dar el alma;
llora el uno, llora el otro,
la tierra toda se baña;
allí donde los entierran
nace una azucena blanca.
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La
vela negra
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J.Burne-Jones.
La nave |
Cuando Tristán regresa a su casa, los médicos no descubren en
la herida un veneno que, sin embargo, empieza ya a extenderse por
todo su cuerpo. El héroe siente próxima la muerte y sabe que, como
en las ocasiones anteriores, sólo Isolda podría devolverle a la
vida. Llama, por lo tanto, a su cuñado Khaerdín y, en el mayor de
los secretos, le pide que vaya en busca de la reina de Cornualles:
Compañero, apresuraos y regresad pronto, porque si no lo hacéis
enseguida, no me veréis. Tenéis cuarenta días de plazo. Si hacéis
todo lo que os he dicho e Isolda viene con vos, guardad que nadie
más que nosotros lo sepa. Escondedlo a vuestra hermana, para que
no sospeche nada. A Isolda la haréis pasar por un médico que ha
venido a curar mi herida. Os llevaréis mi propia nave con dos velas,
una blanca y la otra negra. Si podéis conseguir que Isolda venga
a curar mi herida, izad la vela blanca al regresar; y si no la traéis
con vos, izad, entonces la negra, dice el texto de Thomas d’Angleterre.
En él, volvemos a encontrar un motivo que nos trae, de nuevo, ecos
del mito de Teseo: cuando el héroe, volvía de Creta (en donde había
matado al Minotauro que, como el Morold de nuestra historia, se
cobraba en jóvenes vidas la deuda que Atenas había contraído con
la isla), los marineros confundieron las órdenes de su padre, Egeo,
que eran las de izar velas blancas para indicar el éxito de la empresa
y negras si Teseo había muerto. Se enarbolaron las velas negras
y el rey de Atenas, desesperado, se lanzó al mar que, desde entonces,
lleva su nombre. Si bien este detalle puede provenir de la fuente
clásica griega (Ovidio cita la leyenda en el Libro VII de sus Metamorfosis,
aunque también se encuentra en algunos relatos bretones) es simplemente
eso: un detalle que no desmiente el origen y ambiente celta de nuestro
mito.
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M.
Strokes. Muerte de Tristán |
Lo que Tristán no puede sospechar es que todo lo que le dice a Khaerdín
está siendo escuchado por Isolda de las Blancas Manos que, por fin,
entiende el extraño comportamiento del que es su esposo sólo de
nombre. Cuando, después de un difícil viaje (pasa de una terrible
tempestad, que amenaza con desarbolar el navío, a una calma que
le impide la navegación) la rubia reina de Cornualles llega con
Khaerdín a Bretaña, se divisa, en lo más alto de la nave, una vela
blanca. Pero Tristán está ya tan agotado que ni siquiera puede moverse
de su lecho cuando la de las Blancas Manos le anuncia que acaba
de avistar el barco de su hermano: Bella amiga, ¿sabéis de cierto
que es nuestra nave? Decidme enseguida cómo es la vela. −La
vela (le hizo responder el dolor de los celos) es negra.
Desesperado por lo que creyó el desamor de su dama, tres veces pronunció
Tristán el nombre de Isolda y, a la cuarta, entregó el espíritu.
Este último episodio nos recuerda vagamente al de la muerte del
troyano Paris: cuando la flecha envenenada de Filóctetes le atravesó
la ingle, mandaron llamar a su esposa Enone, que era la única que
poseía los conocimientos que podían curar la herida, pero ésta se
negó a salvar al que la había abandonado por la bella Elena. Cuando
se compadeció de él, era ya demasiado tarde.
Árboles
que se abrazan
Según el texto de Thomas, cuando la reina descubrió el cadáver de
Tristán, ni quiso ni pudo vivir más tiempo: se acostó a su lado,
le abrazó y murió. De todos los textos medievales, sólo en la Tristams
Saga, encontramos algo que nos puede recordar al Liebestod
del drama wagneriano y que parece una nota personal del hermano
Roberto, el traductor de la historia al noruego: poco antes de morir,
Isolda pide el perdón de sus pecados y de los de su amante, apelando
a la redención de la humanidad por el amor de Dios (curiosamente,
se trata de un tema muy vinculado a Wagner, si bien no es el central
en esta obra): Te ruego, Dios todopoderoso que tengas piedad
tanto de este hombre como de mí, que creo que naciste de la Virgen
María para la redención de toda la humanidad, que ayudaste a María
Magdalena y que por todos nosotros, humanos y pecadores, soportaste
la muerte, que te dejaste clavar en la cruz, herir por la lanza
en el costado derecho y que llegaste hasta el infierno para liberar
a tu pueblo y otorgarle una eterna alegría. (…) Porque en todo ello
creo, quiero glorificarte y adorarte. Otórgame, te lo ruego, creador
mío, el perdón de mis pecados, Dios único, Padre, Hijo y Espíritu
Santo. Amen. Después, la reina miró a Tristán, recordó sus amores
y, abrazándose a él, expiró.
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R.
de Egusquiza. Boceto para Isolda muerta |
Tampoco seguirá el fraile noruego a su referente francés (la narración
de Thomas) en el último motivo de su historia, que se encuadra en
la tradición occidental de un amor trágico en esta vida pero fiel
hasta más allá de la muerte: la esposa de Tristán les hace enterrar
a cada uno en el lado opuesto de la iglesia para que ni entonces
puedan estar cerca; sin embargo, de sus tumbas nacieron dos robles
y tanto crecieron que, por encima de la techumbre del templo, su
altas ramas se abrazaron para la eternidad. Esto es exactamente
lo mismo que ocurre en la historia celta de Deirdre y Noise (Grato
pesar. Amarga dulzura) sólo que, esta vez, los árboles
son tejos. También en el antiguo cuento celta, La historia de
Baile, ésta y su enamorado Aillin mueren por no poder estar
juntos, pero de cada una de sus lejanas tumbas nacieron un tejo
y un manzano. Unos poetas arrancaron dos ramas de estos árboles
y, en ellas, tallaron la historia de la desdichada pareja; cuando,
doscientos años más tarde, ambas llegaron en forma de varitas mágicas
a Tara, para ser custodiadas en su biblioteca, se juntaron y nunca
pudieron ser separadas. Encontramos una historia similar en nuestro
romance del Conde Niño:
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De
ella nació un rosal blanco,
de él nació un espino albar;
crece el uno, crece el otro,
los dos se van a juntar;
las ramitas que se alcanzan
fuertes abrazos se dan,
y las que no se alcanzaban
no dejan de suspirar.
La reina, llena de envidia,
ambos los mandó cortar;
el galán que los cortaba
no cesaba de llorar;
della naciera una garza,
del un fuerte gavilán
juntos vuelan por el cielo,
juntos vuelan a la par. |
R.
de Egusquiza. Tristán e Isolda, muerte |
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También
la versión alemana de Eilhart von Oberg cuenta que el rey Marcos,
compadecido por la suerte de los amantes, los llevó de regreso a
su tierra y mandó que se les diera sepultura en una misma tumba
de la que nacieron un rosal y una vid, que nadie nunca pudo separar,
como apoteosis de un amor más poderoso que la muerte.
En el Teatro de la Colina Verde, Isolda, transfigurada, se funde
en el fluctuante torrente, en la resonancia armoniosa, en el
infinito hálito del alma universal. Se pierde, se sumerge sin consciencia
¡Supremo deleite!
Bibliografía
Eilhart
von Oberg y Gottfried von Strassburg; Tristán e Isolda. Madrid,
Siruela, 2001.
Tristan et Iseut. Les poèmes français. La saga norroise. Paris.
L.G.F., Lettres gothiques, 1989.
Riquer I. de (Edición cargo de); La leyenda de Tristán e Iseo.
Madrid, Siruela, 1996.
Wagner, R.; Tristan und Isolde. Madrid, Fundación del Teatro
Real, 2000.
http://www.shadowdrake.com/celtic/aillinn.html
http://cursos.pnte.cfnavarra.es/mmuruza1/textos/romancer.htm
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