Número 276 - Zaragoza - Diciembre 2023
IN FERNEM LAND... 

LIEBESTOD

TRISTAN UND ISOLDE

Fratelli, a un tempo stesso, amore e morte
ingenerò la sorte.
Leopardi.
Canti XVII.

 

               

J. Mestres Cabanes. Tristán e Isolda, Acto III

                En el Teatro de la Colina Verde, el fiel Kurwenal trata de calmar a Tristan. ¡Por fin la melodía del pastor es gozosa!: un navío llega desde el Norte. El pabellón de la alegría está izado a tope, claro y luminoso. Ya no hay duda: Isolde acude a la llamada de su amante que se levanta del lecho, arranca el vendaje que le cubría la herida y camina, tambaleándose, hacia ella. Se encuentran en el centro de la escena. La reina lo recibe en sus brazos. Mirándola intensamente a los ojos, se desploma.

 

 

Tristán el Enano

S. Dalí. El último combate de Tristán

            Volviendo al muy fragmentado texto de Thomas d’Angleterre y a la completa Tristams Saga, vamos a vivir la última aventura de nuestro héroe en Cornualles. Como ya apuntamos (Las dos Isoldas), su cuñado Khaerdín se había enamorado de Branguena al contemplarla en la Sala de las Imágenes e inmediatamente deseó conocerla. Partieron, pues, los dos amigos hacia el reino de Marcos donde encontraron a las damas de sus sueños. Cariado (el caballero que se vengó del rechazo de Isolda desvelándole la boda de su amante) encontró los caballos y las armas abandonados por los pajes de Tristán, que había tenido que huir una mañana demasiado precipitadamente de las habitaciones reales junto con su cuñado, y reconoció el escudo de Khaerdín. Al echarle a Branguena en cara la cobardía de su amante (tomó al criado, al que perseguía, por su amo) ésta se quejó amargamente a la reina, recodándole todo lo que había tenido que sufrir a causa de sus amores con Tristán. Mientras, los dos amigos se habían refugiado en el bosque; pero, al conocer lo ocurrido, pronto volverán a la corte, aunque semiocultos, con motivo de unas fiestas en las que Khaerdín se vengará de la deshonrosa calumnia de Cariadoc dándole muerte. Este hecho les obliga a volver a Bretaña donde, en los muchos momentos de nostalgia, siguen encontrándose con las estatuas de Isolda y Branguena en la Sala de las Imágenes hasta que un día, al salir del bosque, se acerca a ellos un caballero que pese a su gran estatura, dice llamarse Tristán el Enano. Éste les cuenta que su amiga ha sido secuestrada por Estult l’Orgilus Castel Fer (Audaz Orgulloso del Temible Castillo) y solicita la ayuda de Tristán para liberarla. No parece que nuestro héroe quiera socorrer a su homónimo o, al menos, no inmediatamente, con lo que éste tiene que recurrir, según Jean Markale, a una vieja costumbre celta que el folklorista denomina sátira druídica: una especie de geis (El filtro de amor), esa forma de encantamiento basada en el inmenso poder que esta cultura le concedía a la palabra que, sólo por el hecho de ser pronunciada por un druida, provocaba el acontecimiento que ella misma anunciaba. Aquí, que el Enano llame a Tristán por el sobrenombre de Enamorado (Amerus) le obliga, mágicamente, a socorrer a cualquier otro enamorado si no quiere perder honra y vida. No le quedará, pues, más remedio que encaminarse con sus compañeros, los nobles bretones, hacia el castillo del Orgulloso y sus siete hermanos. Conseguirán darles muerte a todos, pero también morirá en la reyerta Tristán el Enano mientras que el Enamorado será alcanzado por una espada envenenada. Es la tercera vez que el héroe se ve en una situación semejante, recodemos su lucha con Morold (La herida envenenada) y con el dragón (Tantris); en ambos casos, es Isolda la única que puede curarle y esta tercera herida no será diferente.

            En el poema que el Romancero castellano consagra a la leyenda, es un celoso Marcos el que causa a su sobrino la herida mortal (siguiendo la tradición del Tristán en prosa del siglo XIII en donde el rey atraviesa al nuestro héroe con una espada envenenada cuando le descubre en las habitaciones de la reina cantando para ella):



N.C.Wyeth. El rey Marcos asesinando a Tristán

Herido está don Tristán
de una muy mala lanzada,
diérasela el rey su tío
pues celoso de él estaba;
diósela desde una torre
con una lanza herbolada:
el hierro tiene en el cuerpo,
de fuera le tiembla el asta.
Mal se queja don Tristán,
que la muerte le aquejaba;
preguntando por Iseo.
muy tristemente lloraba:
–¿Qué es de ti, la mi señora?
Mala sea tu tardanza,
que si mis ojos te viesen
sanaría esta mi llaga.
Llegó allí la reina Iseo,
la su linda enamorada,
cubierta de paños negros,
sin del rey dársele nada:
–¡Quién vos hirió, don Tristán,
heridas tenga de rabia,
y que no hallase maestro
que supiese de sanarlas!
Júntanse boca con boca,
juntos quieren dar el alma;
llora el uno, llora el otro,
la tierra toda se baña;
allí donde los entierran
nace una azucena blanca.

 

La vela negra

J.Burne-Jones. La nave

            Cuando Tristán regresa a su casa, los médicos no descubren en la herida un veneno que, sin embargo, empieza ya a extenderse por todo su cuerpo. El héroe siente próxima la muerte y sabe que, como en las ocasiones anteriores, sólo Isolda podría devolverle a la vida. Llama, por lo tanto, a su cuñado Khaerdín y, en el mayor de los secretos, le pide que vaya en busca de la reina de Cornualles: Compañero, apresuraos y regresad pronto, porque si no lo hacéis enseguida, no me veréis. Tenéis cuarenta días de plazo. Si hacéis todo lo que os he dicho e Isolda viene con vos, guardad que nadie más que nosotros lo sepa. Escondedlo a vuestra hermana, para que no sospeche nada. A Isolda la haréis pasar por un médico que ha venido a curar mi herida. Os llevaréis mi propia nave con dos velas, una blanca y la otra negra. Si podéis conseguir que Isolda venga a curar mi herida, izad la vela blanca al regresar; y si no la traéis con vos, izad, entonces la negra, dice el texto de Thomas d’Angleterre. En él, volvemos a encontrar un motivo que nos trae, de nuevo, ecos del mito de Teseo: cuando el héroe, volvía de Creta (en donde había matado al Minotauro que, como el Morold de nuestra historia, se cobraba en jóvenes vidas la deuda que Atenas había contraído con la isla), los marineros confundieron las órdenes de su padre, Egeo, que eran las de izar velas blancas para indicar el éxito de la empresa y negras si Teseo había muerto. Se enarbolaron las velas negras y el rey de Atenas, desesperado, se lanzó al mar que, desde entonces, lleva su nombre. Si bien este detalle puede provenir de la fuente clásica griega (Ovidio cita la leyenda en el Libro VII de sus Metamorfosis, aunque también se encuentra en algunos relatos bretones) es simplemente eso: un detalle que no desmiente el origen y ambiente celta de nuestro mito.

M. Strokes. Muerte de Tristán

            Lo que Tristán no puede sospechar es que todo lo que le dice a Khaerdín está siendo escuchado por Isolda de las Blancas Manos que, por fin, entiende el extraño comportamiento del que es su esposo sólo de nombre. Cuando, después de un difícil viaje (pasa de una terrible tempestad, que amenaza con desarbolar el navío, a una calma que le impide la navegación) la rubia reina de Cornualles llega con Khaerdín a Bretaña, se divisa, en lo más alto de la nave, una vela blanca. Pero Tristán está ya tan agotado que ni siquiera puede moverse de su lecho cuando la de las Blancas Manos le anuncia que acaba de avistar el barco de su hermano: Bella amiga, ¿sabéis de cierto que es nuestra nave? Decidme enseguida cómo es la vela. −La vela (le hizo responder el dolor de los celos) es negra. Desesperado por lo que creyó el desamor de su dama, tres veces pronunció Tristán el nombre de Isolda y, a la cuarta, entregó el espíritu.

            Este último episodio nos recuerda vagamente al de la muerte del troyano Paris: cuando la flecha envenenada de Filóctetes le atravesó la ingle, mandaron llamar a su esposa Enone, que era la única que poseía los conocimientos que podían curar la herida, pero ésta se negó a salvar al que la había abandonado por la bella Elena. Cuando se compadeció de él, era ya demasiado tarde.

Árboles que se abrazan

            Según el texto de Thomas, cuando la reina descubrió el cadáver de Tristán, ni quiso ni pudo vivir más tiempo: se acostó a su lado, le abrazó y murió. De todos los textos medievales, sólo en la Tristams Saga, encontramos algo que nos puede recordar al Liebestod del drama wagneriano y que parece una nota personal del hermano Roberto, el traductor de la historia al noruego: poco antes de morir, Isolda pide el perdón de sus pecados y de los de su amante, apelando a la redención de la humanidad por el amor de Dios (curiosamente, se trata de un tema muy vinculado a Wagner, si bien no es el central en esta obra): Te ruego, Dios todopoderoso que tengas piedad tanto de este hombre como de mí, que creo que naciste  de la Virgen María para la redención de toda la humanidad, que ayudaste a María Magdalena y que por todos nosotros, humanos y pecadores, soportaste la muerte, que te dejaste clavar en la cruz, herir por la lanza en el costado derecho y que llegaste hasta el infierno para liberar a tu pueblo y otorgarle una eterna alegría. (…) Porque en todo ello creo, quiero glorificarte y adorarte. Otórgame, te lo ruego, creador mío, el perdón de mis pecados, Dios único, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amen. Después, la reina miró a Tristán, recordó sus amores y, abrazándose a él, expiró.

R. de Egusquiza. Boceto para Isolda muerta

            Tampoco seguirá el fraile noruego a su referente francés (la narración de Thomas) en el último motivo de su historia, que se encuadra en la tradición occidental de un amor trágico en esta vida pero fiel hasta más allá de la muerte: la esposa de Tristán les hace enterrar a cada uno en el lado opuesto de la iglesia para que ni entonces puedan estar cerca; sin embargo, de sus tumbas nacieron dos robles y tanto crecieron que, por encima de la techumbre del templo, su altas ramas se abrazaron para la eternidad. Esto es exactamente lo mismo que ocurre en la historia celta de Deirdre y Noise (Grato pesar. Amarga dulzura) sólo que, esta vez, los árboles son tejos. También en el antiguo cuento celta, La historia de Baile, ésta y su enamorado Aillin mueren por no poder estar juntos, pero de cada una de sus lejanas tumbas nacieron un tejo y un manzano. Unos poetas arrancaron dos ramas de estos árboles y, en ellas, tallaron la historia de la desdichada pareja; cuando, doscientos años más tarde, ambas llegaron en forma de varitas mágicas a Tara, para ser custodiadas en su biblioteca, se juntaron y nunca pudieron ser separadas. Encontramos una historia similar en nuestro romance del Conde Niño:

De ella nació un rosal blanco,
de él nació un espino albar;
crece el uno, crece el otro,
los dos se van a juntar;
las ramitas que se alcanzan
fuertes abrazos se dan,
y las que no se alcanzaban
no dejan de suspirar.
La reina, llena de envidia,
ambos los mandó cortar;
el galán que los cortaba
no cesaba de llorar;
della naciera una garza,
del un fuerte gavilán
juntos vuelan por el cielo,
juntos vuelan a la par.
R. de Egusquiza. Tristán e Isolda, muerte  

También la versión alemana de Eilhart von Oberg cuenta que el rey Marcos, compadecido por la suerte de los amantes, los llevó de regreso a su tierra y mandó que se les diera sepultura en una misma tumba de la que nacieron un rosal y una vid, que nadie nunca pudo separar, como apoteosis de un amor más poderoso que la muerte.

            En el Teatro de la Colina Verde, Isolda, transfigurada, se funde en el fluctuante torrente, en la resonancia armoniosa, en el infinito hálito del alma universal. Se pierde, se sumerge sin consciencia ¡Supremo deleite!

           

Bibliografía

Eilhart von Oberg y Gottfried von Strassburg; Tristán e Isolda. Madrid, Siruela, 2001.
Tristan et Iseut. Les poèmes français. La saga norroise. Paris. L.G.F., Lettres gothiques, 1989.
Riquer I. de (Edición  cargo de); La leyenda de Tristán e Iseo. Madrid, Siruela, 1996.
Wagner, R.; Tristan und Isolde. Madrid, Fundación del Teatro Real, 2000.
http://www.shadowdrake.com/celtic/aillinn.html
http://cursos.pnte.cfnavarra.es/mmuruza1/textos/romancer.htm